Monday, November 28, 2011

1DA.B - 2011 (Pagola)

Marcos 13, 33-37
LA CASA DE JESÚS
José Antonio Pagola

Jesús está en Jerusalén, sentado en el monte de Los Olivos, mirando hacia el Templo y conversando confidencialmente con cuatro discípulos: Pedro, Santiago, Juan y Andrés. Los ve preocupados por saber cuándo llegará el final de los tiempos. A él, por el contrario, le preocupa cómo vivirán sus seguidores cuando ya no le tengan entre ellos.

Por eso, una vez más les descubre su inquietud: «Mirad, vivid despiertos». Después, dejando de lado el lenguaje terrorífico de los visionarios apocalípticos, les cuenta una pequeña parábola que ha pasado casi desapercibida entre los cristianos.

«Un señor se fue de viaje y dejó su casa». Pero, antes de ausentarse, «confió a cada uno de sus criados su tarea». Al despedirse, sólo les insistió en una cosa: «Vigilad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa». Que cuando venga, no os encuentre dormidos.

El relato sugiere que los seguidores de Jesús formarán una familia. La Iglesia será "la casa de Jesús" que sustituirá a "la casa de Israel". En ella todos son servidores. No hay señores. Todos vivirán esperando al único Señor de la casa: Jesús el Cristo. No lo olvidarán jamás.

En la casa de Jesús nadie ha de permanecer pasivo. Nadie se ha de sentir excluido, sin responsabilidad alguna. Todos son necesarios. Todos tienen alguna misión confiada por él. Todos están llamados a contribuir a la gran tarea de vivir como Jesús al que han conocido siempre dedicado a servir al reino de Dios.

Los años irán pasando. ¿Se mantendrá vivo el espíritu de Jesús entre los suyos? ¿Seguirán recordando su estilo servicial a los más necesitados y desvalidos? ¿Lo seguirán por el camino abierto por él? Su gran preocupación es que su Iglesia se duerma. Por eso, les insiste hasta tres veces: «vivid despiertos". No es una recomendación a los cuatro discípulos que lo están escuchando, sino un mandato a los creyentes de todos los tiempos: «Lo que os digo a vosotros, os lo digo a todos: velad».

El rasgo más generalizado de los cristianos que no han abandonado la Iglesia es seguramente la pasividad. Durante siglos hemos educado a los fieles para la sumisión y la obediencia. En la casa de Jesús sólo una minoría se siente hoy con alguna responsabilidad eclesial.

Ha llegado el momento de reaccionar. No podemos seguir aumentando aún más la distancia entre "los que mandan" y "los que obedecen". Es pecado promover el desafecto, la mutua exclusión o la pasividad. Jesús nos quería ver a todos despiertos, activos, colaborando con lucidez y responsabilidad.

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1DA.B - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet, escolañpio

Las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy, son una fuerte invitación a la vigilancia. Ponen de relieve cuál tiene que ser la actitud del discípulo de Jesús: El permanecer despiertos, vigilantes, en vela, respecto al"momento”. ¿De qué “momento” se trata? De la venida del Señor. Sí, el Señor viene constantemente a nuestra vida y un día vendrá de manera definitiva. Él sigue viniendo en cada momento a nuestra vida. Él, Cristo, por su Resurrección, viene a cada instante, en cualquier momento puede llamar a la puerta. Si dormimos, no lo oímos; si huimos, no lo encontramos. Sólo el que permanece en vela, despierto, vigilante, lo encuentra.

En el pasaje del Evangelio se repite tres veces el verbo “velad” y una vez el sinónimo “vigilad”. Y también se menciona el verbo contrario: “estar dormidos”. Es una llamada a estar despiertos, con los ojos bien abiertos, lúcidos de nosotros mismos y lúcidos de lo que pasa alrededor nuestro...

Permaneced en vela siempre... Esto quiere decir que no se puede dormir. El Señor (que viene siempre), sabe que tenemos tendencia al sueño y a la modorra. Que vivimos distraídos, descuidados, alienados y se nos escapa la Vida... Y Dios puede venir en cualquier momento. Sí, Él se hace presente en cualquier momento y circunstancia de nuestra vida. Y necesitamos estar despiertos para reconocerlo y acogerlo. Tenemos que preguntarnos: ¿estamos despiertos o nos hemos ido durmiendo poco a poco? ¿Vivimos atraídos por Jesús y por el gozo de su Evangelio o distraídos por toda clase de cuestiones superficiales?

El Señor puede venir en cualquier momento... Y necesitamos esperarlo, con las puertas abiertas de par en par, con los ojos liberados de la pesadumbre y el corazón abierto a su Presencia. Ni el miedo, ni la angustia, ni el agobio, ni la despreocupación, ni la evasión son buenas actitudes para esperarlo. Un cristianismo rebajado, irrelevante, banalmente repetitivo, quejumbroso de los males del mundo no es evangélico ni interesa a nadie. Solamente cuando los cristianos vivimos comprometidos en el presente con lucidez, de manera positiva, trabajando por una sociedad más justa y fraterna podemos ayudar a muchas personas a levantar la cabeza y a ver signos de esperanza en el horizonte de la vida.

¡Ven, Señor! Ven por los pobres, por los indefensos, por los hambrientos de pan y de justicia. Amén.

Buen comienzo de Adviento y que sea un provechoso Adviento de esperanza.
Un abrazo,
Mulet

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34DO.II,A - Cristo Rey - 2011 (Pagola)

Mateo 25, 31-46
LO DECISIVO
José Antonio Pagola

El relato no es propiamente una parábola sino una evocación del juicio final de todos los pueblos. Toda la escena se concentra en un diálogo largo entre el Juez que no es otro que Jesús resucitado y dos grupos de personas: los que han aliviado el sufrimiento de los más necesitados y los que han vivido negándoles su ayuda.

A lo largo de los siglos los cristianos han visto en este diálogo fascinante "la mejor recapitulación del Evangelio", "el elogio absoluto del amor solidario" o "la advertencia más grave a quienes viven refugiados falsamente en la religión". Vamos a señalar las afirmaciones básicas.

Todos los hombres y mujeres sin excepción serán juzgados por el mismo criterio. Lo que da un valor imperecedero a la vida no es la condición social, el talento personal o el éxito logrado a lo largo de los años. Lo decisivo es el amor práctico y solidario a los necesitados de ayuda.

Este amor se traduce en hechos muy concretos. Por ejemplo, «dar de comer», «dar de beber», «acoger al inmigrante», «vestir al desnudo», «visitar al enfermo o encarcelado». Lo decisivo ante Dios no son las acciones religiosas, sino estos gestos humanos de ayuda a los necesitados. Pueden brotar de una persona creyente o del corazón de un agnóstico que piensa en los que sufren.

El grupo de los que han ayudado a los necesitados que han ido encontrando en su camino, no lo han hecho por motivos religiosos. No han pensado en Dios ni en Jesucristo. Sencillamente han buscado aliviar un poco el sufrimiento que hay en el mundo. Ahora, invitados por Jesús, entran en el reino de Dios como "benditos del Padre".

¿Por qué es tan decisivo ayudar a los necesitados y tan condenable negarles la ayuda? Porque, según revela el Juez, lo que se hace o se deja de hacer a ellos, se le está haciendo o dejando de hacer al mismo Dios encarnado en Cristo. Cuando abandonamos a un necesitado, estamos abandonando a Dios. Cuando aliviamos su sufrimiento, lo estamos haciendo con Dios.

Este sorprendente mensaje nos pone a todos mirando a los que sufren. No hay religión verdadera, no hay política progresista, no hay proclamación responsable de los derechos humanos si nos es defendiendo a los más necesitados, aliviando su sufrimiento y restaurando su dignidad.

En cada persona que sufre Jesús sale a nuestro encuentro, nos mira, nos interroga y nos suplica. Nada nos acerca más a él que aprender a mirar detenidamente el rostro de los que sufren con compasión. En ningún lugar podremos reconocer con más verdad el rostro de Jesús.

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34DO.II,A - Cristo Rey - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet

La escena del juicio final, según la parábola del mismo nombre, es la realización de un grandioso cuadro apocalíptico. Destinatarios y sujetos de ese juicio somos todos. En esto se diferencia esta parábola de todas las demás, que se orientan a los discípulos, a los cristianos, a la comunidad de la Iglesia. Aquí se habla de todas las naciones; por tanto, judíos y gentiles, cristianos y paganos, creyentes y ateos.

El signo, ley y programa de examen para el juicio no serán otros que el amor al otro. Se cumple aquello de S. Juan de la Cruz: "En el atardecer de la vida seremos examinados de amor". El hecho de que Cristo se identifique con los pobres, los marginados y los que sufren, y además los llame sus hermanos menores, nos descubre cuán lejos está de la doctrina y conducta de Jesús toda idea triunfalista.

Las seis maneras de amar al prójimo, que Jesús detalla en su relación de gestos de amor, no tienen carácter de elenco absoluto y menos aún exclusivo. No se excluyen, sino que se dan por supuestos, otros puntos fundamentales de la enseñanza de Jesús y las realidades que se derivan de la vivencia del misterio de Cristo y de la condición cristiana: fe, conversión, bienaventuranzas, gracia y amistad de Dios, actitudes interiores, culto religioso, conducta moral, mandamientos, etc. El juicio final no será más que hacer público el testimonio que día a día vamos pronunciando nosotros mismos con nuestra vida de amor o desamor.

Seremos valorados según la aceptación o el rechazo de Cristo a quien no vemos en carne y hueso, pero que se identifica con cuantos sufren en la tierra de los humanos. El prójimo es así la pantalla de nuestra vida, el vídeo para leer nuestra conducta, el espejo para recomponer nuestra figura cristiana, porque "quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve" (Jn 4,20). La sensibilidad y solidaridad eficaces ante el dolor ajeno son, pues, la medida exacta de nuestro cristianismo.

Te deseo una buena semana, con la celebración de la Fiesta de San Calasanz y el día de los maestros.

Felicidades y un abrazo,

Francesc Mulet

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33DO.II,A - 2011 (Pagola)

Mateo 25,14-30
MIEDO AL RIESGO
José Antonio Pagola

La parábola de los talentos es muy conocida entre los cristianos. Según el relato, antes de salir de viaje, un señor confía la gestión de sus bienes a tres empleados. A uno le deja cinco talentos, a otro dos y a un tercero un talento: «a cada cual según su capacidad». De todos espera una respuesta digna.

Los dos primeros se ponen «enseguida» a negociar con sus talentos. Se les ve trabajar con decisión, identificados con el proyecto de su señor. No temen correr riesgos. Cuando llega el señor le entregan con orgullo los frutos: han logrado duplicar los talentos recibidos.

La reacción del tercer empleado es extraña. Lo único que se le ocurre es «esconder bajo tierra» el talento recibido para conservarlo seguro. Cuando vuelve su señor, se justifica con estas palabras: «Señor, sabía que eras exigente y siegas donde no siembras... Por eso, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo». El señor lo condena como empleado «negligente».

En realidad, la raíz de su comportamiento es más profunda. Este empleado tiene una imagen falsa del señor. Lo imagina egoísta, injusto y arbitrario. Es exigente y no admite errores. No se puede uno fiar. Lo mejor es defenderse de él.

Esta idea mezquina de su señor lo paraliza. No se atreve a correr riesgo alguno. El miedo lo tiene bloqueado. No es libre para responder de manera creativa a la responsabilidad que se le ha confiado. Lo más seguro es «conservar» el talento. Con eso basta.

Probablemente, los cristianos de las primeras generaciones captaban mejor que nosotros la fuerza interpeladora de la parábola. Jesús ha dejado en nuestras manos el Proyecto del Padre de hacer un mundo más justo y humano. Nos ha dejado en herencia el mandato del amor. Nos ha confiado la gran Noticia de un Dios amigo del ser humano. ¿Cómo estamos respondiendo hoy los seguidores de Jesús?

Cuando no se vive la fe cristiana desde la confianza sino desde el miedo, todo se desvirtúa. La fe se conserva pero no se contagia. La religión se convierte en deber. El evangelio es sustituido por la observancia. La celebración queda dominada por la preocupación ritual.

Sería un error presentarnos un día ante el Señor con la actitud del tercer empleado: "Aquí tienes lo tuyo. Aquí está tu Evangelio, aquí está el proyecto de tu reino y tu mensaje de amor a los que sufren. Lo hemos conservado fielmente. Lo hemos predicado correctamente. No ha servido mucho para transformar nuestra vida. Tampoco para abrir caminos de justicia a tu reino. Pero aquí lo tienes intacto".

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33DO.II,A - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

Tanto en el evangelio de hoy como en la primera lectura hay una valoración de trabajo humano en su dimensión personal, familiar, profesional y social. La lectura evangélica ensalza al varón fiel y cumplidor; y la primera lectura hace el elogio de la mujer hacendosa. Hemos de poner al servicio del reinado de Dios y de la comunidad humana los talentos recibidos del Señor.

Dios compensa la fidelidad creativa de quienes arriesgan su esfuerzo en servirle a él y a los hermanos, como hacen los dos primeros empleados. Simultáneamente se condena el pecado de omisión que personifica el tercer empleado. Ante su señor quiere dárselas de exacto y de estar en regla. Demuestra un talante legalista y evidencia un espíritu mezquino, pues para dar fuerza a su excusa de perezoso no duda en tachar al amo de capitalista explotador. No parece hablar un hombre libre, sino un holgazán con alma de esclavo.

En el empleado inútil, por abstencionista, estamos retratados todos con mayor o menor intensidad de luz. No solemos examinarnos ni sentirnos culpables de los pecados de omisión. Sin embargo, el absentismo, la apatía, la pereza, la comodidad, el miedo, la psicosis de seguridad y la inacción egoísta son los mayores pecados sociales que puede cometer un cristiano hoy día. Porque nuestro seguimiento de Jesús tiene que ser productivo; de lo contrario, quedaremos descalificados. Dios reparte sus dones como quiere y según la capacidad de cada uno, pero a todos pide igual dedicación personal y plena voluntad de servicio a su reino.

En cualquier sector de la actividad humana la filosofía del conservar y no perder es insuficiente. Lo mismo sucede en el servicio de Dios y de los hermanos. Por eso hemos de asumir el riesgo de invertir nuestros talentos en la construcción del reino de Dios en nuestra vida personal, de familia, de trabajo y de sociedad. Lo contrario es renunciar a ser persona y cristiano, es enterrarse en vida con nuestros valores en conserva. Y Jesús no fundó el cristianismo como una religión de museo y de conservadurismo, sino de revolución total que hemos de hacer efectiva sus discípulos mientras esperamos su llegada.

Sigo pidiéndote tu oración por todos los escolapios, compartimos la misma esperanza para seguir multiplicando vida.

Que tengas una buena semana y un abrazo cordial,

Francesc Mulet

Ciclo A
Tiempo Ordinario II
33 domingo
Francesc Mulet, escolapio

Tanto en el evangelio de hoy como en la primera lectura hay una valoración de trabajo humano en su dimensión personal, familiar, profesional y social. La lectura evangélica ensalza al varón fiel y cumplidor; y la primera lectura hace el elogio de la mujer hacendosa. Hemos de poner al servicio del reinado de Dios y de la comunidad humana los talentos recibidos del Señor.

Dios compensa la fidelidad creativa de quienes arriesgan su esfuerzo en servirle a él y a los hermanos, como hacen los dos primeros empleados. Simultáneamente se condena el pecado de omisión que personifica el tercer empleado. Ante su señor quiere dárselas de exacto y de estar en regla. Demuestra un talante legalista y evidencia un espíritu mezquino, pues para dar fuerza a su excusa de perezoso no duda en tachar al amo de capitalista explotador. No parece hablar un hombre libre, sino un holgazán con alma de esclavo.

En el empleado inútil, por abstencionista, estamos retratados todos con mayor o menor intensidad de luz. No solemos examinarnos ni sentirnos culpables de los pecados de omisión. Sin embargo, el absentismo, la apatía, la pereza, la comodidad, el miedo, la psicosis de seguridad y la inacción egoísta son los mayores pecados sociales que puede cometer un cristiano hoy día. Porque nuestro seguimiento de Jesús tiene que ser productivo; de lo contrario, quedaremos descalificados. Dios reparte sus dones como quiere y según la capacidad de cada uno, pero a todos pide igual dedicación personal y plena voluntad de servicio a su reino.

En cualquier sector de la actividad humana la filosofía del conservar y no perder es insuficiente. Lo mismo sucede en el servicio de Dios y de los hermanos. Por eso hemos de asumir el riesgo de invertir nuestros talentos en la construcción del reino de Dios en nuestra vida personal, de familia, de trabajo y de sociedad. Lo contrario es renunciar a ser persona y cristiano, es enterrarse en vida con nuestros valores en conserva. Y Jesús no fundó el cristianismo como una religión de museo y de conservadurismo, sino de revolución total que hemos de hacer efectiva sus discípulos mientras esperamos su llegada.

Sigo pidiéndote tu oración por todos los escolapios, compartimos la misma esperanza para seguir multiplicando vida.

Que tengas una buena semana y un abrazo cordial,

Francesc Mulet

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32DO.II,A - 2011 (Pagola)

Mateo 25,1-13
ENCENDER UNA FE GASTADA
José Antonio Pagola

La primera generación cristiana vivió convencida de que Jesús, el Señor resucitado, volvería muy pronto lleno de vida. No fue así. Poco a poco, los seguidores de Jesús se tuvieron que preparar para una larga espera.

No es difícil imaginar las preguntas que se despertaron entre ellos. ¿Cómo mantener vivo el espíritu de los comienzos? ¿Cómo vivir despiertos mientras llega el Señor? ¿Cómo alimentar la fe sin dejar que se apague? Un relato de Jesús sobre lo sucedido en una boda les ayudaba a pensar la respuesta.

Diez jóvenes, amigas de la novia, encienden sus antorchas y se preparan para recibir al esposo. Cuando, al caer el sol, llegue a tomar consigo a la esposa, los acompañarán a ambos en el cortejo que los llevará hasta la casa del esposo donde se celebrará el banquete nupcial.

Hay un detalle que el narrador quiere destacar desde el comienzo. Entre las jóvenes hay cinco «sensatas» y previsoras que toman consigo aceite para impregnar sus antorchas a medida que se vaya consumiendo la llama. Las otras cinco son unas «necias» y descuidadas que se olvidan de tomar aceite con el riesgo de que se les apaguen las antorchas.

Pronto descubrirán su error. El esposo se retrasa y no llega hasta medianoche. Cuando se oye la llamada a recibirlo, las sensatas alimentan con su aceite la llama de sus antorchas y acompañan al esposo hasta entrar con él en la fiesta. Las necias no saben sino lamentarse: «Que se nos apagan las antorchas». Ocupadas en adquirir aceite, llegan al banquete cuando la puerta está cerrada. Demasiado tarde.

Muchos comentaristas tratan de buscar un significado secreto al símbolo del «aceite». ¿Está Jesús hablando del fervor espiritual, del amor, de la gracia bautismal…? Tal vez es más sencillo recordar su gran deseo: «Yo he venido a traer fuego a la tierra, y ¿qué he de querer sino que se encienda?». ¿Hay algo que pueda encender más nuestra fe que el contacto vivo con él?

¿No es una insensatez pretender conservar una fe gastada sin reavivarla con el fuego de Jesús? ¿No es una contradicción creernos cristianos sin conocer su proyecto ni sentirnos atraídos por su estilo de vida?

Necesitamos urgentemente una calidad nueva en nuestra relación con él. Cuidar todo lo que nos ayude a centrar nuestra vida en su persona. No gastar energías en lo que nos distrae o desvía de su Evangelio. Encender cada domingo nuestra fe rumiando sus palabras y comulgando vitalmente con él. Nadie puede transformar nuestras comunidades como Jesús.

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32DO.II,B - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

La parábola de las diez muchachas esperando la venida del esposo incide sobre la actitud propia del cristiano en el tiempo intermedio entre la resurrección de Jesús y su vuelta al fin de los tiempos. Los primeros cristianos la creyeron próxima, incluso inminente; de ahí su desazón al comprobar que se retrasaba. La parábola propone como única actitud válida una fidelidad en tensión amorosa y a la espera. Lo que procede no es abandonarse sino vigilar. Vigilancia que no es pasividad, sino acción personal y construcción comunitaria.

Ante la seriedad del momento, se trata de destacar una responsabilidad personal que no es sustituible por nadie. Es precisamente esa falta de preparación la causa de la exclusión del banquete. La lámpara bien abastecida es el signo de la previsión y vigilancia. Éstas son cualidades interiores del espíritu; se tienen o se carece de ellas, pero no se pueden compartir o prestar. Hay fallos de previsión y vigilancia que son irreparables. Nadie puede suplir el fallo de un centinela, un piloto o un conductor. Algo así sucede con la fe y la respuesta personal a Dios, vienen a decir esos detalles de la parábola. Es insustituible, pues, el compromiso personal de la vigilancia.

Hay muchos cristianos de fe débil que mantienen su lámpara apagada, y deambulan por la vida atolondrados, embotados e incapaces de percibir la urgencia de la hora presente, sin personalidad ni consistencia evangélica. Están necesitando esa sabiduría de Dios que nos da una mentalidad nueva, despierta, previsora y activa; la única apta para superar el aburrimiento y la vulgaridad de una vida superficial que se contenta con cualquier sucedáneo de Dios.

Debemos alimentar esa luz constantemente con el amor y la fidelidad diaria, para no encontrarnos desprovistos de aceite en el momento culminante e imprevisible de la venida del Señor.

Sigo pidiendo tu oración por los escolapios y te deseo que tengas una buena semana.
Un abrazo cordial,

Francesc Mulet, escolapio

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31DO.II,A - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

La denuncia profética que oímos de labios de Jesús no ha perdido actualidad, pues su alcance es universal. Por su objetivo, el destinatario no es exclusivamente clerical; es decir, no se reduce a los sacerdotes, responsables y animadores del pueblo cristiano, sino que alcanza a cuantos no acompasan el ritmo de su vida con lo que dicen creer y profesar. No olvidemos que los escribas y fariseos -los primeros intencionados por Jesús- no eran sacerdotes sino laicos.

Aunque no siempre son justas ni exactas, las críticas a la comunidad eclesial, tanto a los hombres y mujeres de Iglesia o estamento clerical y religioso como al grupo creyente en su conjunto, nos dan pie para un auto-examen.

La condena de la hipocresía religiosa por parte de Jesús es un aviso extensivo a todos los miembros de la comunidad cristiana, que han de seguir su ejemplo. Cristo no se identificó con ninguno de los grupos de presión e influencia en la sociedad civil y religiosa de su tiempo. Él optó por los pobres del pueblo llano, y con ellos y como ellos vivió.

Consecuentemente propuso un nuevo estilo de relaciones horizontales en la futura comunidad eclesial, en la que todos han de ser hermanos, presididos por los pastores que, a su vez, deben ser los primeros servidores de todos.

Pensar que la doblez, el fingimiento y la impostura fue monopolio de escribas y fariseos sería un craso error. Todo cristiano es candidato a este sistema hipócrita y mentiroso que se manifiesta en disociar creencias y conducta: optando por una religión formalista sin interioridad personal; refugiándose en una estricta observancia legal y olvidando la conversión del corazón; cediendo al orgullo religioso de creerse bueno y despreciar a los que por cualquier motivo fallan; sobre valorando la letra de la ley sobre el espíritu de la misma; esgrimiendo como título ante Dios el mérito de las buenas obras, al igual que el fariseo en la parábola del mismo y del publicano; bebiendo los aires por la ortodoxia teológica, moral y cultual y relegando al desván del olvido el amor al prójimo; repitiendo empedernidamente oraciones como fórmulas vacías; proclamando, cuando conviene, la primacía de la propia conciencia a base de subterfugios, mientras se defiende a ultranza la exacta aplicación de la ley para los demás; etc.

Que el Señor nos ayude a vivir con un espíritu transparente y ser coherentes en nuestra vida. Sigamos en comunión de oraciones.

Que tengas una buena semana, un abrazo cordial,

Francesc Mulet

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