Tuesday, July 28, 2009

18DO.II,B - 2009 (Pagola)

Juan 6, 24-35
EL CORAZÓN DEL CRISTIANISMO
José Antonio Pagola


La gente necesita a Jesús y lo busca. Hay algo en él que los atrae, pero todavía no saben exactamente por qué lo buscan ni para qué. Según el evangelista, muchos lo hacen porque el día anterior les ha distribuido pan para saciar su hambre.

Jesús comienza a conversar con ellos. Hay cosas que conviene aclarar desde el principio. El pan material es muy importante. Él mismo les ha enseñado a pedir a Dios «el pan de cada día» para todos. Pero el ser humano necesita algo más. Jesús quiere ofrecerles un alimento que puede saciar para siempre su hambre de vida.

La gente intuye que Jesús les está abriendo un horizonte nuevo, pero no saben qué hacer, ni por dónde empezar. El evangelista resume sus interrogantes con estas palabras: « y ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere? ». Hay en ellos un deseo sincero de acertar. Quieren trabajar en lo que Dios quiere, pero, acostumbrados a pensarlo todo desde la Ley, preguntan a Jesús qué obras, prácticas y observancias nuevas tienen que tener en cuenta.

La respuesta de Jesús toca el corazón del cristianismo: «la obra (¡en singular!) que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado». Dios sólo quiere que crean en Jesucristo pues es el gran regalo que él ha enviado al mundo. Ésta es la nueva exigencia. En esto han de trabajar. Lo demás es secundario.

Después de veinte siglos de cristianismo, ¿no necesitamos descubrir de nuevo que toda la fuerza y la originalidad de la Iglesia está en creer en Jesucristo y seguirlo? ¿No necesitamos pasar de la actitud de adeptos de una religión de "creencias" y de "prácticas" a vivir como discípulos de Jesús?

La fe cristiana no consiste primordialmente en ir cumpliendo correctamente un código de prácticas y observancias nuevas, superiores a las del antiguo testamento. No. La identidad cristiana está en aprender a vivir un estilo de vida que nace de la relación viva y confiada en Jesús el Cristo. Nos vamos haciendo cristianos en la medida en que aprendemos a pensar, sentir, amar, trabajar, sufrir y vivir como Jesús.

Ser cristiano exige hoy una experiencia de Jesús y una identificación con su proyecto que no se requería hace unos años para ser un buen practicante. Para subsistir en medio de la sociedad laica, las comunidades cristianas necesitan cuidar más que nunca la adhesión y el contacto vital con Jesús el Cristo.

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17DO.II,B - 2009 (Pagola)

Juan 6,1-15
NUESTRO GRAN PECADO
José Antonio Pagola


El episodio de la multiplicación de los panes gozó de gran popularidad entre los seguidores de Jesús. Todos los evangelistas lo recuerdan. Seguramente, les conmovía pensar que aquel hombre de Dios se había preocupado de alimentar a una muchedumbre que se había quedado sin lo necesario para comer .

Según la versión de Juan, el primero que piensa en el hambre de aquel gentío que ha acudido a escucharlo es Jesús. Esta gente necesita comer; hay que hacer algo por ellos. Así era Jesús. Vivía pensando en las necesidades básicas del ser humano.

Felipe le hace ver que no tienen dinero. Entre los discípulos, todos son pobres: no pueden comprar pan para tantos. Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo. Se necesita algo más que dinero.

Jesús les va a ayudar a vislumbrar un camino diferente. Antes que nada, es necesario que nadie acapare lo suyo para sí mismo si hay otros que pasan hambre. Sus discípulos tendrán que aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengan, aunque sólo sea «cinco panes de cebada y un par de peces».

La actitud de Jesús es la más sencilla y humana que podemos imaginar. Pero, ¿quién nos va enseñar a nosotros a compartir, si solo sabemos comprar? ¿quién nos va a liberar de nuestra indiferencia ante los que mueren de hambre? ¿hay algo que nos pueda hacer más humanos? ¿se producirá algún día ese "milagro" de la solidaridad real entre todos?

Jesús piensa en Dios. No es posible creer en él como Padre de todos, y vivir dejando que sus hijos e hijas mueran de hambre. Por eso, toma los alimentos que han recogido en el grupo, «levanta los ojos al cielo y dice la acción de gracias». La Tierra y todo lo que nos alimenta lo hemos recibido de Dios. Es regalo del Padre destinado a todos sus hijos e hijas. Si vivimos privando a otros de lo que necesitan para vivir es que lo hemos olvidado. Es nuestro gran pecado aunque casi nunca lo confesemos.

Al compartir el pan de la eucaristía, los primeros cristianos se sentían alimentados por Cristo resucitado, pero, al mismo tiempo, recordaban el gesto de Jesús y compartían sus bienes con los más necesitados. Se sentían hermanos. No habían olvidado todavía el Espíritu de Jesús

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17DO.II,B - 2009 (Mulet)

Francesc Mulet

A partir de este domingo decimoséptimo hasta el vigésimo primero inclusive, se interrumpe la lectura evangélica de Marcos, propia de este año B, para leer casi íntegro el capítulo sexto del evangelio de Juan: multiplicación de los panes por Jesús y discurso sobre el pan de vida.

En cada misa celebramos la "multiplicación de los panes". Cristo se da como pan de vida para saciar el hambre de la comunidad eclesial y de todo hombre. Celebrar la Eucaristía es una invitación a aportar signos de liberación como el que ofrece Cristo, es urgencia a compartir más y mejor la fe, el amor, el pan y la riqueza del mundo. Porque también hoy la gente tiene hambre, y no sólo del pan material; hambre de palabra y de espíritu, de dignidad y derechos humanos, de cultura y desarrollo, de paz y justicia, de solidaridad y realización personal. De ahí que una celebración auténtica de la Eucaristía nos urge dar el paso al compromiso de la vida.

Multiplicar hoy el pan para los pobres supone hacer primero el milagro de amar. Para esto, la fe y el amor cristiano han de pasar de la Eucaristía a la arena de la vida: la calle, el taller, la oficina, las aulas, la casa, la familia y las amistades. Amor y fe deben socializarse, es decir, deben encarnarse y operar en la realidad mundana: sociedad, política, economía, trabajo y ciudadanía, para ser de verdad fe y amor en acción.

Ya a punto de terminar nuestro Capítulo General, con ánimo renovado pedimos al Señor que siga bendiciendo a la Escuela Pía y a la nueva Congregación General.

Ahora mismo tenemos en el hospital al nuestro hermano Enrique Signes, si Dios quiere, mañana lo traerán ya a casa, después de ponerle unos marcapasos. Recemos por él.

Un abrazo fraterno desde Peralta,
Francesc Mulet

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16DO.II,B - 2009 (Pagola)

Marcos 6, 30 – 34
C0M0 0VEJAS SIN PASTOR
José Antonio Pagola

Los discípulos, enviados por Jesús para anunciar su Evangelio, vuelven entusiasmados. Les falta tiempo para contar a su Maestro todo lo que han hecho y enseñado. Al parecer, Jesús quiere escucharlos con calma y los invita a retirarse «ellos solos a un sitio tranquilo a descansar un poco ».

La gente les estropea todo su plan. De todas las aldeas corren a buscarlos. Ya no es posible aquella reunión tranquila que había proyectado Jesús a solas con sus discípulos más cercanos. Para cuando llegan al lugar, la muchedumbre lo ha invadido todo. ¿Cómo reaccionará Jesús?

El evangelista describe con detalle su actitud. A Jesús nunca le estorba la gente. Fija su mirada en la multitud. Sabe mirar, no sólo a las personas concretas y cercanas, sino también a esa masa de gente formada por hombres y mujeres sin voz, sin rostro y sin importancia especial. Enseguida se despierta en él la compasión. No lo puede evitar. «Le dio lástima de ellos ». Los lleva todos muy dentro de su corazón.

Nunca los abandonará. Los «ve como ovejas sin pastor »: gentes sin guías para descubrir el camino, sin profetas para escuchar la voz de Dios. Por eso, «se puso a enseñarles con calma», dedicándoles tiempo y atención para alimentarlos con su Palabra curadora.

Un día tendremos que revisar ante Jesús, nuestro único Señor, cómo miramos y tratamos a esas muchedumbres que se nos están marchando poco a poco de la Iglesia, tal vez porque no escuchan entre nosotros su Evangelio y porque ya no les dicen nada nuestros discursos, comunicados y declaraciones.

Personas sencillas y buenas a las que estamos decepcionando porque no ven en nosotros la compasión de Jesús. Creyentes que no saben a quién acudir ni qué caminos seguir para encontrarse con un Dios más humano que el que perciben entre nosotros. Cristianos que se callan porque saben que su palabra no será tenida en cuenta por nadie importante en la Iglesia.

Un día el rostro de esta Iglesia cambiará. Aprenderá a actuar con más compasión; se olvidará de sus propios discursos y se pondrá a escuchar el sufrimiento de la gente. Jesús tiene fuerza para transformar nuestros corazones y renovar nuestras comunidades.

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16DO.II,B - 2009 (Mulet)

Francesc Mulet

El evangelio de hoy comienza narrando el regreso de los Doce, que vuelven de su primera misión apostólica. Jesús busca para ellos un lugar tranquilo a orillas del lago de Tiberíades, donde descansar un poco. Pero la gente se entera de su partida en barca y se les adelanta por tierra. Entonces Jesús, al ver la multitud, "sintió lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma".

También las multitudes, hambrientas de la palabra y de la verdad, seguían y, a veces, aclamaban a Cristo; pero él no vio en este fenómeno masivo un mesianismo político, sino una ocasión para ejercer su misión pastoral compadeciéndose de la gente e instruyendo al pueblo.

Es necesario preguntarnos qué imagen ofrece hoy la Iglesia a un observador imparcial. En el ámbito social presenta un aspecto bien diferente de sus comienzos insignificantes.

¿Es visible en una sociedad de creyentes tan amplia como es la Iglesia actual, su condición de convertidos a la fe y de seguidores de Cristo?

Continuamos en Peralta, con las tareas del Capítulo General.

Reza por nosotros y que Dios nos ayude en bien de su pueblo.

Feliz semana,

Francesc Mulet, escolapio

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15DO.II,B - 2009 (Pagola)

Marcos 6, 7-13
PARA UN EXAMEN COLECTIVO
José Antonio Pagola

Jesús no envía a sus discípulos de cualquier manera. Para colaborar en su proyecto del reino de Dios y prolongar su misión es necesario cuidar un estilo de vida. Si no es así, podrán hacer muchas cosas, pero no introducirán en el mundo su espíritu. Marcos nos recuerda algunas recomendaciones de Jesús. Destacamos algunas.

En primer lugar, ¿quiénes son ellos para actuar en nombre de Jesús? ¿cuál es su autoridad? Según Marcos, al enviarlos, Jesús «les da autoridad sobre los espíritus inmundos ». No les da poder sobre las personas que irán encontrando en su camino. Tampoco él ha utilizado su poder para gobernar sino para curar.

Como siempre, Jesús está pensando en un mundo más sano, liberado de las fuerzas malignas que esclavizan y deshumanizan al ser humano. Sus discípulos introducirán entre las gentes su fuerza sanadora. Se abrirán paso en la sociedad, no utilizando un poder sobres las personas, sino humanizando la vida, aliviando el sufrimiento de las gentes, haciendo crecer la libertad y la fraternidad.

Llevarán sólo «bastón» y «sandalias». Jesús los imagina como caminantes. Nunca instalados. Siempre de camino. No atados a nada ni a nadie. Sólo con lo imprescindible. Con esa agilidad que tenía Jesús para hacerse presente allí donde alguien lo necesitaba. El báculo de Jesús no es para mandar, sino para caminar.

No llevarán «ni pan, ni alforja, ni dinero ». No han de vivir obsesionados por su propia seguridad. Llevan consigo algo más importante: el Espíritu de Jesús, su Palabra y su Autoridad para humanizar la vida de las gentes. Curiosamente, Jesús no está pensando en lo que han de llevar para ser eficaces, sino en lo que no han de llevar. No sea que un día se olviden de los pobres y vivan encerrados en su propio bienestar.

Tampoco llevarán «túnica de repuesto ». Vestirán con la sencillez de los pobres. No llevarán vestiduras sagradas como los sacerdotes del Templo. Tampoco vestirán como el Bautista en la soledad del desierto. Serán profetas en medio de la gente. Su vida será signo de la cercanía de Dios a todos, sobre todo, a los más necesitados.

¿Nos atreveremos algún día a hacer en el seno de la Iglesia un examen colectivo para dejarnos iluminar por Jesús y ver cómo nos hemos ido alejando sin darnos casi cuenta de su espíritu?

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15DO.II,B - 2009 (Mulet)

Francesc Mulet

En la proclamación evangélica de este domingo se relata el primer envío misionero de los doce apóstoles. Jesús los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. El envío en parejas da sentido comunitario a la misión y apoya el testimonio de cada apóstol y testigo en el del otro. Por el momento la evangelización esencial que realizan los apóstoles se centra en anunciar la conversión y la inminencia del reino de Dios, así como en los signos de las sanaciones que avalan su predicación. "Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban".

La elección, en esta misma tarde de la nueva Congregación General, cobra fuerza a la luz del texto evangélico del próximo domingo.

Te pido que reces por la nueva Congregación General, y por todos nosotros. Que el Señor nos ayude y nos dé la fuerza necesaria para hacer lo que él quiere y hacerlo bien. Un abrazo,

Francesc Mulet

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14DO.II,B - 2009 (Pagola)

Marcos 6,1-6
NO DESPRECIAR AL PROFETA
José Antonio Pagola

El relato no deja de ser sorprendente. Jesús fue rechazado precisamente en su propio pueblo, entre aquellos que creían conocerlo mejor que nadie. Llega a Nazaret, acompañado de sus discípulos, y nadie sale a su encuentro, como sucede a veces en otros lugares. Tampoco le presentan a los enfermos de la aldea para que los cure.

Su presencia solo despierta en ellos asombro. No saben quién le ha podido enseñar un mensaje tan lleno de sabiduría. Tampoco se explican de dónde proviene la fuerza curadora de sus manos. Lo único que saben es que Jesús un trabajador nacido en una familia de su aldea- Todo lo demás « les resulta escandaloso ».

Jesús se siente « despreciado »:los suyos no le aceptan como portador del mensaje y de la salvación de Dios. Se han hecho una idea de su vecino Jesús y se resisten a abrirse al misterio que se encierra en su persona. Jesús les recuerda un refrán que, probablemente, conocen todos: « No desprecian a un profeta mas que en su tierra, entre sus parientes y en su casa ».

Al mismo tiempo, Jesús « se extraña de su falta de fe ». Es la primera vez que experimenta un rechazo colectivo, no de los dirigentes religiosos, sino de todo su pueblo. No se esperaba esto de los suyos. Su incredulidad llega incluso a bloquear su capacidad de curar: «no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos ».

Marcos no narra este episodio para satisfacer la curiosidad de sus lectores, sino para advertir a las comunidades cristianas que Jesús puede ser rechazado precisamente por quienes creen conocerlo mejor: los que se encierran en sus ideas preconcebidas sin abrirse ni a la novedad de su mensaje ni al misterio de su persona.

¿Cómo estamos acogiendo a Jesús los que nos creemos « suyos »? En medio de un mundo que se ha hecho adulto, ¿no es nuestra fe demasiado infantil y superficial? ¿no vivimos demasiado indiferentes a la novedad revolucionaria de su mensaje? ¿no es extraña nuestra falta de fe en su fuerza transformadora? ¿no tenemos el riesgo de apagar su Espíritu y despreciar su Profecía?

Ésta la preocupación de Pablo de Tarso: « No apaguéis el Espíritu, no despreciéis el don de Profecía. Revisadlo todo y quedaos sólo con lo bueno » (1 tesalonicenses 5, 19-21). ¿No necesitamos algo de esto los cristianos de nuestros días?

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14DO.II,B - 2009 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

Un rotundo fracaso de Cristo al comienzo de su misión profética y precisamente en la sinagoga de su pueblo, Nazaret, en donde se había criado. Al principio, el asombro invade a los presentes: ¿cómo sabe tanto? Después, la sorpresa toma otro cariz: ¿de dónde saca todo esto el hijo de María, este vecino del pueblo, si sus raíces están aquí entre nosotros? Como consecuencia, en un tercer paso, desconfiaban de él.

Los paisanos de Jesús no pueden superar el escándalo de la encarnación de Dios y quedan atrapados en los condicionamientos de su humanidad. Los prejuicios pudieron más que la evidencia. De suerte que Jesús comentó con pena: No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa. El mal comienzo de Jesús manifiesta las dificultades de la misión del profeta.

Nuestra conciencia profética, testimonial y misionera no debe limitarse a apoyar a los misioneros de vanguardia en tierras lejanas. Posiblemente nosotros mismos vivimos entre hombres y mujeres que no creen, incluso amigos nuestros; y quizá nunca les hemos hablado de Dios "por respeto a sus ideas", decimos. Pidamos al Espíritu Santo tacto y más valentía; estamos necesitándolo.

Hoy más que nunca hacen falta hombres y mujeres creyentes que, a ejemplo de Jesús, sean profetas y manifestación de Dios para los demás. Al Señor le gusta revelarse en el desierto de la vida y en la llanura monótona de cada día a través de los acontecimientos más diversos, y sobre todo, por medio de personas "signo" que saben sonreír y compartir, recibir a los demás y tenderles la mano, escuchar a los otros y aceptarlos como son, mostrando en todo el amor, la esperanza, el compromiso con los pobres, la pasión y el seguimiento incondicional de la justicia. Así es como se hará hoy realidad visible a nuestros hermanos el Espíritu profético del Señor.

Comenzamos esta noche el Capítulo General. Reza por nosotros y que sea lo que Dios quiera.

Un abrazo
Francesc Mulet

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