Monday, November 28, 2011

31DO.II,A - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

La denuncia profética que oímos de labios de Jesús no ha perdido actualidad, pues su alcance es universal. Por su objetivo, el destinatario no es exclusivamente clerical; es decir, no se reduce a los sacerdotes, responsables y animadores del pueblo cristiano, sino que alcanza a cuantos no acompasan el ritmo de su vida con lo que dicen creer y profesar. No olvidemos que los escribas y fariseos -los primeros intencionados por Jesús- no eran sacerdotes sino laicos.

Aunque no siempre son justas ni exactas, las críticas a la comunidad eclesial, tanto a los hombres y mujeres de Iglesia o estamento clerical y religioso como al grupo creyente en su conjunto, nos dan pie para un auto-examen.

La condena de la hipocresía religiosa por parte de Jesús es un aviso extensivo a todos los miembros de la comunidad cristiana, que han de seguir su ejemplo. Cristo no se identificó con ninguno de los grupos de presión e influencia en la sociedad civil y religiosa de su tiempo. Él optó por los pobres del pueblo llano, y con ellos y como ellos vivió.

Consecuentemente propuso un nuevo estilo de relaciones horizontales en la futura comunidad eclesial, en la que todos han de ser hermanos, presididos por los pastores que, a su vez, deben ser los primeros servidores de todos.

Pensar que la doblez, el fingimiento y la impostura fue monopolio de escribas y fariseos sería un craso error. Todo cristiano es candidato a este sistema hipócrita y mentiroso que se manifiesta en disociar creencias y conducta: optando por una religión formalista sin interioridad personal; refugiándose en una estricta observancia legal y olvidando la conversión del corazón; cediendo al orgullo religioso de creerse bueno y despreciar a los que por cualquier motivo fallan; sobre valorando la letra de la ley sobre el espíritu de la misma; esgrimiendo como título ante Dios el mérito de las buenas obras, al igual que el fariseo en la parábola del mismo y del publicano; bebiendo los aires por la ortodoxia teológica, moral y cultual y relegando al desván del olvido el amor al prójimo; repitiendo empedernidamente oraciones como fórmulas vacías; proclamando, cuando conviene, la primacía de la propia conciencia a base de subterfugios, mientras se defiende a ultranza la exacta aplicación de la ley para los demás; etc.

Que el Señor nos ayude a vivir con un espíritu transparente y ser coherentes en nuestra vida. Sigamos en comunión de oraciones.

Que tengas una buena semana, un abrazo cordial,

Francesc Mulet

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