3DP,B 2012 (Mulet)
Francesc Mulet, escolapio
El evangelio de hoy sigue al episodio de los
discípulos de Emaús que, vueltos a Jerusalén, cuentan al grupo de los
discípulos su encuentro con Jesús resucitado. Por eso es muy sorprendente que
mientras el grupo está escuchando a los de Emaús, precisamente al aparecer
Cristo en persona en medio de ellos, los discípulos tienen miedo y se resisten
a creer lo que están viendo sus ojos.
Hasta cierto
punto era lógico. Lo habían visto padecer, morir y ser sepultado hacía tan sólo
unas pocas horas, si bien las suficientes para el desplome de toda ilusión y
esperanza mesiánica ante un fracaso tan notorio.
En la perplejidad de los discípulos ante la aparición
de Cristo resucitado vemos que la fe tiene una franja de claroscuro que se
sitúa entre la duda y la entrega confiada y que está compuesta de riesgo y
seguridad al mismo tiempo.
Para nosotros hoy día creer en Cristo y en Dios
pertenece al mundo de lo invisible -que no irreal- y, por tanto, no entra de
forma inmediata en lo sensible.
Por eso, la fe
tiene un matiz muy especial que le es exclusivo y que constituye su paradoja del
claroscuro: por una parte es inseguridad y riesgo, aunque compensados por otra
con una certeza absoluta, indefinible pero cierta y superior incluso a la
verdad experimental, científica o lógica.
Creer hoy es comprometerse gozosamente con Dios, con
nuestra conciencia y actitudes personales, con los demás, con el mundo y con la
vida.
Creer es vivir toda nuestra vida con espíritu
pascual y atreverse, como los apóstoles y primeros creyentes, a
convertirnos radicalmente cambiando el rumbo de nuestra vida y dando razón de
nuestra esperanza a pesar de la duda y del egoísmo, de la injusticia y del
desamor, de la vulgaridad y de la muerte; porque la conversión, como el creer,
es tarea de todo tiempo, incluido el pascual.
Nuestro hermano
el P. Paricio, ha sido dado de alta hospitalaria, le han detectado una dolencia
cardíaca y temporalmente seguirá su tratamiento en la comunidad de Malvarrosa,
en Valencia. Te agradezco tu oración y tu compañía fraterna.
Un abrazo
fraterno,
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