Saturday, April 28, 2012

3DP,B 2012 (Mulet)


Francesc Mulet, escolapio


El evangelio de hoy sigue al episodio de los discípulos de Emaús que, vueltos a Jerusalén, cuentan al grupo de los discípulos su encuentro con Jesús resucitado. Por eso es muy sorprendente que mientras el grupo está escuchando a los de Emaús, precisamente al aparecer Cristo en persona en medio de ellos, los discípulos tienen miedo y se resisten a creer lo que están viendo sus ojos.

Hasta cierto punto era lógico. Lo habían visto padecer, morir y ser sepultado hacía tan sólo unas pocas horas, si bien las suficientes para el desplome de toda ilusión y esperanza mesiánica ante un fracaso tan notorio.

En la perplejidad de los discípulos ante la aparición de Cristo resucitado vemos que la fe tiene una franja de claroscuro que se sitúa entre la duda y la entrega confiada y que está compuesta de riesgo y seguridad al mismo tiempo.

Para nosotros hoy día creer en Cristo y en Dios pertenece al mundo de lo invisible -que no irreal- y, por tanto, no entra de forma inmediata en lo sensible.

Por eso, la fe tiene un matiz muy especial que le es exclusivo y que constituye su paradoja del claroscuro: por una parte es inseguridad y riesgo, aunque compensados por otra con una certeza absoluta, indefinible pero cierta y superior incluso a la verdad experimental, científica o lógica.

Creer hoy es comprometerse gozosamente con Dios, con nuestra conciencia y actitudes personales, con los demás, con el mundo y con la vida.

Creer es vivir toda nuestra vida con espíritu pascual y atreverse, como los apóstoles y primeros creyentes, a convertirnos radicalmente cambiando el rumbo de nuestra vida y dando razón de nuestra esperanza a pesar de la duda y del egoísmo, de la injusticia y del desamor, de la vulgaridad y de la muerte; porque la conversión, como el creer, es tarea de todo tiempo, incluido el pascual.

Nuestro hermano el P. Paricio, ha sido dado de alta hospitalaria, le han detectado una dolencia cardíaca y temporalmente seguirá su tratamiento en la comunidad de Malvarrosa, en Valencia. Te agradezco tu oración y tu compañía fraterna.
Un abrazo fraterno,

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