1DP,B VIGILIA PASCUAL 2012 (Marcos)
Ciclo B
Tiempo pascual
VIGILIA PASCUAL
Marcos Rodríguez
El centro de esta vigilia no es un cuerpo,
ni muerto ni vivo, sino el fuego y el agua. Ya tenemos la primera clave para
entender lo que estamos celebrando en la liturgia más importante de todo el año.
Fuego y agua son los dos elementos indispensables para la vida. Del fuego
surgen dos cualidades sin las cuales no puede haber vida: luz y calor. El agua
es el elemento fundamental para formar un ser vivo. El 80% de cualquier ser
vivo, incluido el hombre, es agua. El recordar nuestro bautismo es la clave
para descubrir de qué Vida estamos hablando. Hoy, fuego y agua simbolizan a
Jesús porque le recordamos VIVO y comunicando Vida. Este es el centro de la
experiencia pascual.
La vida que esta noche nos interesa, no es
la física, ni la síquica, sino la espiritual y trascendente. Por no tener en
cuenta la diferencia entre estas vidas, nos hemos armado un buen lío con la
resurrección de Jesús. La vida biológica no tiene ninguna importancia para la
realidad que estamos tratando. “El que cree en mí aunque haya muerto vivirá; y
todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre”. La síquica tiene
importancia, porque es la que nos capacita para alcanzar la espiritual. Solo el
ser humano, que es capaz de conocer y de amar, puede acceder a la Vida divina. Nuestra
conciencia individual tiene importancia sólo como instrumento, como vehículo
para alcanzar la Vida
definitiva. Una vez que se llega a la meta, el vehículo es abandonado por
inútil.
Lo que estamos celebrando esta noche, es la
llegada de Jesús a esa meta. Jesús, como hombre, alcanzó la plenitud de Vida.
Posee la Vida
definitiva que es la Vida
de Dios. Esa vida ya no puede perderse porque es eterna. Podemos seguir
empleando el término “resurrección”, pero creo que no es hoy el más adecuado
para expresar esa realidad divina. Inconscientemente lo aplicamos a la vida
biológica y sicológica, porque es lo que nosotros podemos sentir, es decir
descubrir por los sentidos. Pero lo que
hay de Dios en Jesús no se puede descubrir mirando, oyendo o palpando. Ni vivo
ni muerto ni resucitado, puede nadie descubrir su divinidad. Tampoco puede ser
el resultado de alguna demostración lógica. Lo divino no cae dentro del objeto
de nuestra razón. A la convicción de que Jesús está vivo, no se puede llegar
por razonamientos. Lo divino que hay en Jesús, y por lo tanto su resurrección,
solo puede ser objeto de fe. Par los apóstoles como para nosotros se trata de
una experiencia interior. A través del convencimiento de que Jesús les está
dando VIDA, descubren que tiene que estar él VIVO. Sólo a través de la vivencia
personal podemos aceptar la resurrección.
Creer en la resurrección exige haber pasado
de la muerte a la Vida. Por
eso tiene en esta vigilia tanta importancia el recuerdo de nuestro bautismo.
Cristiano es el que está constantemente muriendo y resucitando. Muriendo a lo
terreno y caduco, al egoísmo, y naciendo a la verdadera Vida, la divina.
Tenemos del bautismo una concepción estática que nos impide vivirlo. Creemos
que hemos sido bautizados un día a una hora determinada y que allí se realizó
un milagro que permanece por sí mismo. Para descubrir el error, hay que tomar
conciencia de lo que es un sacramento. Todos los sacramentos están constituidos
por dos realidades: un signo y una realidad significada. El signo es lo que
podemos ver oír, tocar. La realidad significada ni se ve ni se oye ni se palpa,
pero está ahí siempre porque depende de Dios que está fuera del tiempo. En el
bautismo, la realidad significada es esa Vida divina que significamos para
hacerla presente y vivirla. En tal día a tal hora, han hecho el signo sobre mí,
pero el alcanzar y vivir lo significado es tarea de toda la vida. Todos los
días tengo que estar haciendo mía esa Vida. Y el único camino para hacer mía la Vida de Dios que es AMOR, es
superando el ego-ísmo, es decir amando.
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