3DP,B 2012 (Marcos)
Ciclo B
Tiempo de Pascua
3 domingo
DOMINGO 3º DE PASCUA (B)
Marcos Rodríguez
(Hch 3,13-19) “Arrepentíos y convertíos para
que se os perdonen los pecados”.
(1 Jn 2,1-5) Quien dice: yo le conozco, y no
guarda sus mandatos, es un mentiroso.
(Lc 24,35-48) En su nombre se predicará
conversión y perdón a todos los pueblos
Seguimos en tiempo pascual. El tema de este
domingo sigue siendo Jesús que vive y da Vida. Esa nueva Vida queda reflejada
en las tres lecturas de hoy como conversión y perdón. El pecado es la única
muerte a la que debíamos tener miedo, porque es la única realidad que aniquila
la verdadera Vida. Pero pecado es
siempre hacer daño a los demás o hacerse daño a sí mismo. Solo cuando hay
injusticia y opresión podemos decir con propiedad que hay pecado. Si hay pecado,
hay muerte y por tanto, falta de Vida
Todos estamos de acuerdo (incluido el Papa)
en que Jesús no volvió a la vida biológica; por lo tanto lo que pasó en Jesús
después de su muerte no puede ser objeto de la ciencia ni de la historia. Una
realidad no puede ser a la vez material y espiritual. Si Jesús recuperó su
cuerpo, necesariamente tiene que estar en el tiempo y en un lugar. Si decimos
que su cuerpo es espiritual (pablo lo dice expresamente), estamos afirmando que
no hay cuerpo. Si no es cuerpo, no se puede constatar por los sentidos y no
puede caer dentro del ámbito de lo histórico. En sí misma no se puede constatar
históricamente, pero los efectos que produjo en sus seguidores, sí pueden ser
constatados por la ciencia y por la historia. Solo a través de esos efectos
podemos enterarnos de que Jesús sigue
vivo y está dando vida a la comunidad. Esto es lo que los textos nos quieren
transmitir.
La aparición a los once es narrada, por
todos los evangelistas, aunque de muy distinta manera. Un verdadero relato lo
encontramos solo en Lucas y Juan. Recordemos que son los dos últimos en
escribir su evangelio, y por eso nos trasmiten relatos muy elaborados
teológicamente. En los textos más antiguos se habla siempre de (ôphthè) “dejarse
ver”. Es este un término técnico, que normalmente se traduce por aparecerse,
pero que no es una traducción adecuada. Para que veáis la dificultad de
traducir esa palabreja, basta tener en cuenta que Pablo la utiliza en 1 Cor, 15
para decir que Cristo se apareció a Cefas, a Santiago y a Pablo; y en 1 Tim
3,16, para decir que se apareció a los ángeles. La misma palabra es empleada
para decirnos que Moisés y Elías se “aparecieron” junto a Jesús. También se
utiliza para designar las lenguas de fuego que “aparecieron” sobre la cabeza de
los apóstoles. En el discurso de Esteban Dios se “aparece” a nuestro padre
Abrahán.
En los relatos más tardíos, se tiende a la
materialización de la presencia, tal vez para contrarrestar la duda, que se
destaca cada vez más. En Mt se duda que sea el Cristo; en Lc y Jn se duda de que
sea Jesús de Nazaret. La materialización y la duda están relacionadas entre sí.
Cuando los testigos de la vida de Jesús van desapareciendo, se siente la
necesidad de insistir en la corporeidad del Jesús resucitado. Caen en la trampa
en la que nosotros seguimos aprisionados: confundir lo real con lo que se puede
constatar por los sentidos. Hoy sabemos que la verdadera realidad no es lo sensible,
sino lo espiritual.
En el evangelio de Lc que acabamos de escuchar,
Jesús aparece de improviso, como había desaparecido después de partir el pan en
Emaús. Se presenta en medio, no viene de ninguna parte. En el relato que
precede de Emaús, había dejado claro que Jesús se hace presente en el camino de
la vida, en la Escritura
y en la fracción del pan. Aquí se hace presente en medio de la comunidad
reunida. Esto lo tenía ya muy claro la primitiva iglesia cincuenta o sesenta
años después de la muerte de Jesús, cuando se escribió este evangelio.
“Llenos de miedo”. No tiene mucha lógica el
terror manifestado, si tenemos en cuenta que los discípulos ya habían recibido
el anuncio de las mujeres, la confirmación del sepulcro vacío por parte de
Pedro, y una aparición al mismo Pedro que el evangelio menciona, pero no
relata. En ese mismo momento en que aparece Jesús, los de Emaús les estaban
contando lo que les acababa de pasar. Si a pesar de todos, siguen teniendo
miedo, quiere decir que no fue fácil comprender que la Vida puede vencer a la
muerte. También nos advierte de que, lo que se narra, no pudo ser una invención
de los discípulos, porque no estaban nada predispuestos a esperar lo sucedido.
Es curioso, en Jn, los discípulos reunidos tienen miedo de los judíos; en Lc,
tienen miedo del mismo Jesús que se les aparece. “Creían ver un fantasma”. El texto se empeña en que tomemos
conciencia de lo difícil que fue reconocer a Jesús. Los que acaban de llegar de
Emaús caminan varios kilómetros con él y cenan con él sin conocerle. Incluso
Magdalena pensó que se trataba del hortelano. ¿Qué nos quieren decir estas
acotaciones? Era Jesús, pero no era él. En relato de hoy se dice: Esto es lo
que os decía mientras estaba con vosotros”. ¿Es que en ese momento no estaba
con ellos? Estas incongruencias nos tienen que abrir los ojos. No es tan
sencillo descubrir, que los textos nos quieren decir mucho más que la simple
narración de un suceso.
“Mirad mis manos y mis pies, palpadme”. Las
manos y los pies, prueba de su muerte por amor en la cruz; y de que ese Jesús
que se deja ver ahora, es el mismo que crucificaron. Una vez más se insiste en
la materialidad de lo narrado. Es importante dejar claro que no se trata de
fantasías o ilusiones de los discípulos. En absoluto estaban predispuestos a
creer en la resurrección, más bien se les impuso contra el común sentir de
todos ellos. Esto da plena garantía de autenticidad a lo que nos quieren trasmitir,
aunque al empaquetarlo en una narración, tenemos el peligro de quedarnos en el
cuerno. No les importa la falta de lógica del relato. Un refrán escolástico
dice: “Lo que prueba demasiado no prueba nada”. Cuando desapareció Jesús ¿Qué
pasó con aquel trozo de pescado que comió?
“Así estaba escrito” Otra
característica de Lc es la insistencia en que se tienen que cumplir las
Escrituras. Esto es muy interesante, porque en todos los salmos que hablan de
siervo doliente, termina con la intervención de Dios que se pone de su parte y
reivindica su justicia. Las primeras comunidades eran todos judíos; no tenían
otro universo religioso para interpretar a Jesús que su Escritura. A pesar de
que Jesús dio un paso de gigante sobre las Escrituras a la hora de decirnos
quién es Dios, ellos siguen echando mano del AT para poder interpretar su
figura. Al insistir en que la
Escrituras se tienen que cumplir, nos está diciendo que todo
está bajo el control de Dios. No son los enemigos de Jesús los que se han
salido con la suya, sino que el plan de Dios se cumple a través de los
acontecimientos por muy adversos que se puedan presentar. Hoy sabemos que este
afán por descubrir en las Escrituraras lo que después pasó en Jesús no pasa de
una interpretación acomodaticia.
“Mientras estaba con vosotros” Indica con
toda claridad que ahora no está con ellos físicamente. Estas son las pistas que
tenemos que advertir para no caer en la trampa de una interpretación literal.
Jesús está presente en medio de la comunidad. Su presencia es objeto de
experiencia personal, pero no caen en la tentación de creer que es la misma
presencia de la que disfrutaron cuando vivía con ellos. Jesús es el mismo, pero
no está con ellos como antes. Está con ellos, come con ellos se relaciona con
ellos, pero no de la misma manera que lo hacía cuando andaba por los caminos de
Galilea. Tampoco pensemos que esta presencia es de inferior categoría. Esta
presencia de Jesús en medio de la comunidad es mucho más real que antes. Ahora
es cuando descubren al verdadero Jesús.
También el encargo
de predicar la buena noticia se apoya en las Escrituras. La buena nueva es la
conversión y el perdón. Las otras dos lecturas de este domingo apuntan en esta
dirección. Si pecado es toda opresión, el dejarse matar antes que oprimir a
nadie es la señal suprema de que el pecado está superado. La buena noticia de
Jesús es que Dios es amor. Su experiencia del Abba nos tiene que tranquilizar a
todos. El amor de Dios es incondicional por su parte. Pero en la primera
lectura, Pedro, y en la segunda Juan, nos recuerdan que somos nosotros los que
fallamos en la parte que nos corresponde para hacer nuestro ese amor de Dios.
"arrepentíos y convertíos para que se perdonen vuestros pecados"; y
Juan: "Quien dice, yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, es un
mentiroso y la verdad no está en él".
Para terminar, recordar la última diferencia
notable entre Lc y Jn. En Jn, sopla sobre ellos y les confiere el Espíritu. En
Lc les promete que se lo enviará. La diferencia es solo aparente, porque el
Espíritu ni tiene que mandarlo ni tiene que venir de ninguna parte. Es una
realidad Espiritual que está siempre en nosotros. Podemos decir que llega a
nosotros, cuando lo descubrimos, y vivimos su presencia.
La epístola de Jn tiene que hacernos
reflexionar. Quien dice: yo le conozco y no guarda sus mandamientos, es un
mentiroso. Está claro que no habla de un conocimiento teórico, sino de una
identificación con él. Una erudición exhaustiva sobre la figura de Jesús, no
garantiza una vida cristiana. Aceptar con escrupulosidad todos los dogmas, no
dará seguridad ninguna de verdadera salvación en Jesús. No se trata de conocer
mejor a Jesús, sino de nacer a la
Vida que él vivió y desplegarla con la mayor intensidad
posible.
Meditación-contemplación
Jesús se hace presente en medio de la
comunidad.
Ésta es la realidad pascual vivida por los
primero seguidores.
Ésta es la realidad que tememos que vivir
hoy,
si queremos ser de verdad sus discípulos.
No debemos esperar que Jesús se vaya a
aparecer visiblemente.
Somos nosotros los que tenemos que hacerle
presente.
El objetivo de la vida humana de Jesús,
fue hacer presente a Dios en este mundo.
Hacer presente a Jesús es hacer presente a
Dios.
Puesto que Dios es amor, solo con amor se le
puede manifestar.
Cada vez que ayudamos, de cualquier forma, a
otra persona,
estamos haciendo presente a Dios.
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