1DA,C - 2009 (Mulet)
Hoy escuchamos una proclama de esperanza que abre el adviento:
Se acerca vuestra liberación.
En esas palabras hay, sin duda, una clara sintonía con la expectativa radical del mundo de hoy y del cristiano actual que se pregunta por su quehacer en la hora presente del mundo. Hay muchas respuestas a esta inquietud, pero necesitamos una esperanza que no nos defraude. No podemos vivir sin esperanza, pues ésta constituye una parte fundamental de nuestra estructura personal y sicológica, dicen los antropólogos. La espera es el clima del vivir humano; sólo esperando podemos sobrevivir.
Gracias a la esperanza avanza la humanidad, cuya historia multisecular es la de la espera. Gracias a la esperanza, el hombre y la mujer cristianos tienen aguante y respuestas ante la vida y la muerte, el amor y la violencia, la salud y la enfermedad, la paz y la injusticia, el matrimonio y la familia, la sociedad y el trabajo de cada día. Quien no espera nada está acabado como persona y como cristiano.
Después de muchos años de andadura social, el desencanto, la desesperanza, el desamor, el escepticismo y la frustración parecen ser el denominador común hoy día en nuestro mundo a todos los niveles: político, social, laboral, familiar, conyugal y generacional. ¿Es más feliz y más persona el joven, el adulto y el anciano de hoy que los de épocas pasadas? ¿En qué se quedan los avances técnicos, las promesas y conquistas sociales, el mesianismo temporal, la liberación y salvación del hombre por el hombre? Algunos sabios aseguran que estamos inmersos en una cultura decadente. ¿Habrá remedio y liberación posible para una humanidad cansada, angustiada y burlada en sus esperanzas más nobles?
No cedamos al derrotismo. Hay, efectivamente, una esperanza que no defrauda: Jesucristo es nuestra única salvación. Hay una piedra angular sobre la que se puede construir el edificio de la liberación humana: es Cristo Jesús.
Dos condiciones finales para activar la esperanza:
1ª. Tener la mente despejada y el corazón sin lastre.
2ª. Estar siempre despiertos, velando en oración y pidiendo a Dios fuerza para perseverar hasta el fin.
Feliz fiesta de San José de Calasanz, ánimo a los maestros y a tener un buen adviento.
Un abrazo,
Francesc Mulet
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