Friday, June 25, 2010

13DO.II,C - 2010 (Pagola)

Lucas, 9, 51-62
SIN INSTALARSE NI MIRAR ATRAS
José Antonio Pagola

Seguir a Jesús es el corazón de la vida cristiana. Lo esencial. Nada hay más importante o decisivo. Precisamente por eso, Lucas describe tres pequeñas escenas para que las comunidades que lean su evangelio, tomen conciencia de que, a los ojos de Jesús, nada puede haber más urgente e inaplazable.

Jesús emplea imágenes duras y escandalosas. Se ve que quiere sacudir las conciencias. No busca más seguidores, sino seguidores más comprometidos, que le sigan sin reservas, renunciando a falsas seguridades y asumiendo las rupturas necesarias. Sus palabras plantean en el fondo una sola cuestión: ¿qué relación queremos establecer con él quienes nos decimos seguidores suyos?

Primera escena. Uno de los que le acompañan se siente tan atraído por Jesús que, antes de que lo llame, él mismo toma la iniciativa: «Te seguiré adonde vayas». Jesús le hace tomar conciencia de lo que está diciendo: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros nido», pero él «no tiene dónde reclinar su cabeza».

Seguir a Jesús es toda una aventura. Él no ofrece a los suyos seguridad o bienestar. No ayuda a ganar dinero o adquirir poder. Seguir a Jesús es "vivir de camino", sin instalarnos en el bienestar y sin buscar un falso refugio en la religión. Una Iglesia menos poderosa y más vulnerable no es una desgracia. Es lo mejor que nos puede suceder para purificar nuestra fe y confiar más en Jesús.

Segunda escena. Otro está dispuesto a seguirle, pero le pide cumplir primero con la obligación sagrada de «enterrar a su padre». A ningún judío puede extrañar, pues se trata de una de las obligaciones religiosas más importantes. La respuesta de Jesús es desconcertante: «Deja que los muertos entierren a sus muertos: tú vete a anunciar el reino de Dios».

Abrir caminos al reino de Dios trabajando por una vida más humana es siempre la tarea más urgente. Nada ha de retrasar nuestra decisión. Nadie nos ha de retener o frenar. Los "muertos", que no viven al servicio del reino de la vida, ya se dedicarán a otras obligaciones religiosas menos apremiantes que el reino de Dios y su justicia.

Tercera escena. A un tercero que quiere despedir a su familia antes de seguirlo, Jesús le dice: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios». No es posible seguir a Jesús mirando hacia atrás. No es posible abrir caminos al reino de Dios quedándonos en el pasado. Trabajar en el proyecto del Padre pide dedicación total, confianza en el futuro de Dios y audacia para caminar tras los pasos de Jesús.

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12DO.II,C - 2010 (Pagola)

Lucas, 9, 18-24
¿CREEMOS EN JESÚS?
José Antonio Pagola

Las primeras generaciones cristianas conservaron el recuerdo de este episodio evangélico como un relato de importancia vital para los seguidores de Jesús. Su intuición era certera. Sabían que la Iglesia de Jesús debería escuchar una y otra vez la pregunta que un día hizo Jesús a sus discípulos en las cercanías de Cesarea de Filipo: «Vosotros, quién decís que soy yo?»

Si en las comunidades cristianas dejamos apagar nuestra fe en Jesús, perderemos nuestra identidad. No acertaremos a vivir con audacia creadora la misión que Jesús nos confió; no nos atreveremos a enfrentarnos al momento actual, abiertos a la novedad de su Espíritu; nos asfixiaremos en nuestra mediocridad.

No son tiempos fáciles los nuestros. Si no volvemos a Jesús con más verdad y fidelidad, la desorientación nos irá paralizando; nuestras grandes palabras seguirán perdiendo credibilidad. Jesús es la clave, el fundamento y la fuente de todo lo que somos, decimos y hacemos. ¿Quién es hoy Jesús para los cristianos?

Nosotros confesamos, como Pedro, que Jesús es el "Mesías de Dios", el Enviado del Padre. Es cierto: Dios ha amado tanto al mundo que nos ha regalado a Jesús. ¿Sabemos los cristianos acoger, cuidar, disfrutar y celebrar este gran regalo de Dios? ¿Es Jesús el centro de nuestras celebraciones, encuentros y reuniones?

Lo confesamos también "Hijo de Dios". Él nos puede enseñar a conocer mejor a Dios, a confiar más en su bondad de Padre, a escuchar con más fe su llamada a construir un mundo más fraterno y justo para todos. ¿Estamos descubriendo en nuestras comunidades el verdadero rostro de Dios encarnado en Jesús? ¿Sabemos anunciarlo y comunicarlo como una gran noticia para todos?

Llamamos a Jesús "Salvador" porque tiene fuerza para humanizar nuestras vidas, liberar nuestras personas y encaminar la historia humana hacia su verdadera y definitiva salvación. ¿Es ésta la esperanza que se respira entre nosotros? ¿Es ésta la paz que se contagia desde nuestras comunidades?

Confesamos a Jesús como nuestro único "Señor". No queremos tener otros señores ni someternos a ídolos falsos. Pero, ¿ocupa Jesús realmente el centro de nuestras vidas? ¿le damos primacía absoluta en nuestras comunidades? ¿lo ponemos por encima de todo y de todos? ¿Somos de Jesús? ¿Es él quien nos anima y hace vivir?

La gran tarea de los cristianos es hoy aunar fuerzas y abrir caminos para reafirmar mucho más la centralidad de Jesús en su Iglesia. Todo lo demás viene después.

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12DO.II,C - 2010 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

Cristo repite a sus discípulos de todos los tiempos: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”.

Pregunta fundamental, porque implica nuestra propia identidad cristiana. En un maestro de espíritu lo más importante es su doctrina; pero éste no es el caso de Jesús. Lo más atrayente de su persona es que vive, hoy como ayer, en cada época de la historia, en cada hombre, en el mundo, en la Iglesia, en el creyente, en mí. Por eso no ha perdido actualidad su pregunta: ¿Quién soy yo para ti en este momento de tu vida?

El Jesús de nuestra fe es el Señor resucitado, centro de la historia humana y salvación de Dios para el hombre y el mundo actuales. Ésta es la razón de nuestra fe y el fundamento de nuestra esperanza. Por eso lo han seguido los auténticos grandes de la humanidad que fueron María su Madre, José, los apóstoles, los mártires, los santos y tantos millones de hombres y mujeres creyentes que, peregrinos de Dios, buscan la verdad y tienen hambre y sed de justicia.

Sólo desde el final de su camino, es decir, desde su resurrección del sepulcro y su glorificación por el Padre, se adquiere una visión totalizante y una perspectiva exacta de la persona de Jesucristo y del conjunto de su vida y obra.

Cristo es el que anunció la buena noticia del amor liberador de Dios al hombre, y optó por la causa de los pobres. Su denuncia profética se basó en la fraternidad que rezuma el padrenuestro que él nos enseñó; sólo desde esa base podremos construir en nuestro mundo la justicia del reino de Dios. El ideal supremo y vivo, sincero y valiente, que encarna Jesús de Nazaret es lo que mantiene en pie la esperanza de los pobres de Dios y la ilusión de tantos hombres y mujeres, jóvenes y adultos, que ven en Cristo un guía que no defrauda, el único capaz de justificar la entrega incondicional a los demás, porque él mismo es la prueba personal del amor de Dios al hombre.

Hemos de seguir adelante y con ánimo.

Buena semana y un abrazo,
Francesc Mulet

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11DO.II,C - 201O (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

La misericordia de Dios se manifiesta en la predilección de Cristo por los marginados. Así lo demuestra hoy ante la mujer pecadora, una persona marginada en la sociedad judía por doble motivo: por ser mujer y por su oficio, el más viejo del mundo. El fariseo Simón y la mujer pecadora encarnan dos actitudes ante Dios, lo mismo que el fariseo y el publicano de otra parábola representan dos tipos de religiosidad.

El perdón de esta mujer viene a sumarse al proceso de promoción de la mujer por Cristo, como vemos en el conjunto de los evangelios. La mujer en la sociedad judía era como un pobre ante la salvación de Dios y, además, un marginado social. En realidad era creyente de segunda categoría. Pues bien, al final del texto evangélico de hoy Lucas menciona a algunas mujeres que, junto con los discípulos, acompañaban y ayudaban a Jesús en su ministerio apostólico. Algo inaudito entonces. Esa promoción de la mujer es uno de los signos del reino de Dios, según el programa liberador que Cristo expuso en la sinagoga de Nazaret.

En Cristo ha tomado Dios partido por el hombre; por eso, está siempre por el perdón y la reconciliación. Este perdón de Dios tiene, por disposición suya, se realiza en el sacramento de la reconciliación o penitencia, mediante el cual la Iglesia reconcilia con Dios y recupera para la comunidad al miembro pecador.

Nos queda un último esfuerzo. Ánimo.

Un abrazo,
Francesc Mulet

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Wednesday, June 23, 2010

10DO.II,C - Corpus - 2010 (Pagola)

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
1 Corintios 11, 23-26
HACER MEMORIA DE JESÚS
José Antonio Pagola

Al narrar la última Cena de Jesús con sus discípulos, las primeras generaciones cristianas recordaban el deseo expresado de manera solemne por su Maestro: «Haced esto en memoria mía». Así lo recogen el evangelista Lucas y Pablo, el evangelizador de los gentiles.

Desde su origen, la Cena del Señor ha sido celebrada por los cristianos para hacer memoria de Jesús, actualizar su presencia viva en medio de nosotros y alimentar nuestra fe en él, en su mensaje y en su vida entregada por nosotros hasta la muerte. Recordemos cuatro momentos significativos en la estructura actual de la misa. Los hemos de vivir desde dentro y en comunidad.

La escucha del Evangelio. Hacemos memoria de Jesús cuando escuchamos en los evangelios el relato de su vida y su mensaje. Los evangelios han sido escritos, precisamente, para guardar el recuerdo de Jesús alimentando así la fe y el seguimiento de sus discípulos.

Del relato evangélico no aprendemos doctrina sino, sobre todo, la manera de ser y de actuar de Jesús, que ha de inspirar y modelar nuestra vida. Por eso, lo hemos de escuchar en actitud de discípulos que quieren aprender a pensar, sentir, amar y vivir como él.

La memoria de la Cena. Hacemos memoria de la acción salvadora de Jesús escuchando con fe sus palabras: "Esto es mi cuerpo. Vedme en estos trozos de pan entregándome por vosotros hasta la muerte... Éste es el cáliz de mi sangre. La he derramado para el perdón de vuestros pecados. Así me recordaréis siempre. Os he amado hasta el extremo".

En este momento confesamos nuestra fe en Jesucristo haciendo una síntesis del misterio de nuestra salvación: "Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús". Nos sentimos salvados por Cristo nuestro Señor.

La oración de Jesús. Antes de comulgar, pronunciamos la oración que nos enseñó Jesús. Primero, nos identificamos con los tres grandes deseos que llevaba en su corazón: el respeto absoluto a Dios, la venida de su reino de justicia y el cumplimiento de su voluntad de Padre. Luego, con sus cuatro peticiones al Padre: pan para todos, perdón y misericordia, superación de la tentación y liberación de todo mal.

La comunión con Jesús. Nos acercamos como pobres, con la mano tendida; tomamos el Pan de la vida; comulgamos haciendo un acto de fe; acogemos en silencio a Jesús en nuestro corazón y en nuestra vida: "Señor, quiero comulgar contigo, seguir tus pasos, vivir animado con tu espíritu y colaborar en tu proyecto de hacer un mundo más humano".

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10DO.II,C - Corpus - 2010 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

Domingo de Corpus:

La Eucaristía nos compromete. En el evangelio de este día, sorprende que Jesús dijera a los Doce: "Dadles vosotros de comer". Si antes les había enviado a repartir el pan de la palabra, ahora les confía el pan material. De hecho les está invitando a servir y a compartir con los más pobres su propia pobreza, es decir, los cinco panes y los dos peces que tienen. La colaboración de los apóstoles con Jesús en el anuncio del reino de Dios y en el alimento a la muchedumbre hambrienta apunta en esta dirección: compromiso eclesial con la liberación humana.

No está en nuestra mano el milagro de multiplicar los panes, pero sí compartir lo nuestro con los demás, multiplicar el pan del amor y del cariño que a tantos falta, y practicar la solidaridad con los más desheredados. Ponerse del lado de cuantos necesitan el pan de cada día quiere decir empeñarse en que sea realidad en nuestro entorno cuanto el término "pan" encierra: alimento, vivienda, familia, trabajo, cultura, libertad, religión, dignidad personal y derechos humanos.

El amor es la prueba de autenticidad; de lo contrario: la misa dominical, o diaria, es una rutina, un cumplimiento, un rito vacío de los que condenaba Jesús en línea con los profetas; el padrenuestro será una mentira en nuestros labios endurecidos por el desamor; y la comunión un hacer mesa y plato aparte sin que nos importen el mundo y los demás.

Iniciamos el último mes del curso. Ánimo y adelante.

Un abrazo,
Francesc Mulet

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