Tuesday, September 22, 2009

26D0,II,B - 2009 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

A veces surgen hombres y mujeres libres, profetas que ven más que los demás, inconformistas que entienden las cosas de manera distinta a los que mandan. Estos sujetos suelen mostrarse refractarios a la manipulación ideológica y rebeldes a la propaganda paternalista y alienante. Inevitablemente ante ellos surge el interrogante e incluso la desconfianza. Pensemos, por ejemplo, en un Francisco de Asís, Teresa de Ávila o Juan de la Cruz, en su tiempo. ¿Será un visionario, un iluminado, un loco, un soñador, o bien un carismático auténtico, un sabio, un místico, un profeta?

Jesús no quiere a su Iglesia como gueto cerrado y números clausus, nos quiere solidarios de todos los hombres y mujeres honrados y con calidad humana que, aunque no sean "de los nuestros" porque no pertenecen al grupo cristiano, no obstante buscan a Dios con sinceridad de corazón, practicando con lealtad el bien, la verdad y la justicia. Es para alegrarse: todos estos están con nosotros. Son los cristianos implícitos, los creyentes anónimos que se ignoran.

Apertura y tolerancia frente a la tentación de monopolizar el carisma. Apertura frente al número cerrado y tolerancia frente a la intransigencia. La pertenencia eclesial no es el único criterio de adhesión a Cristo y al reino de Dios. Y este reino no se circunscribe al ámbito de la Iglesia, sino que alienta en todos los hombres de buena voluntad.

Fomentar esta apertura y empatía no es abaratar el cristianismo, ni hacer saldo del evangelio, ni patrocinar la indiferencia ni las medias tintas que lo diluyen. La palabra de Dios es eficaz y exigente de conversión para todos, sin equívocos ni componendas, si bien profundamente humana y comprensiva.

Hoy es día de examinarnos: ¿Estamos cada uno de nosotros y nuestra comunidad en actitud de diálogo, comprensión y tolerancia, o más bien en plan de fanatismo miope y cerrazón intransigente?

Buena entrada en el otoño y adelante, con ánimos siempre.

Un abrazo,
Francesc Mulet

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26D0,II,B - 2009 (Pagola)

Marcos 9, 38-43. 45. 47-48
SON AMIGOS, NO ADVERSARIOS
José Antonio Pagola

A pesar de los esfuerzos de Jesús por enseñarles a vivir como él, al servicio del reino de Dios, haciendo la vida de las personas más humana, más digna y dichosa, los discípulos no terminan de entender el Espíritu que lo anima, su amor grande a los más necesitados y la orientación profunda de su vida.

El relato de Marcos es muy iluminador. Los discípulos informan a Jesús de un hecho que los ha molestado mucho. Han visto a un desconocido «expulsando demonios». Está actuando «en nombre de Jesús» y en su misma línea: se dedica a liberar a las personas del mal que les impide vivir de manera humana y en paz. Sin embargo, a los discípulos no les gusta su trabajo liberador. No piensan en la alegría de los que son curados por aquel hombre. Su actuación les parece una intrusión que hay que cortar.

Le exponen a Jesús su reacción: «Se lo hemos querido impedir porque no es de los nuestros». Aquel extraño no debe seguir curando porque no es miembro del grupo. No les preocupa la salud de la gente, sino su prestigio de grupo. Pretenden monopolizar la acción salvadora de Jesús: nadie debe curar en su nombre si no se adhiere al grupo.

Jesús reprueba la actitud de sus discípulos y se coloca en una lógica radicalmente diferente. Él ve las cosas de otra manera. Lo primero y más importante no es el crecimiento de aquel pequeño grupo, sino que la salvación de Dios llegue a todo ser humano, incluso por medio de personas que no pertenecen al grupo: «el que no está contra nosotros, está a favor nuestro». El que hace presente en el mundo la fuerza curadora y liberadora de Jesús está a favor de su grupo.

Jesús rechaza la postura sectaria y excluyente de sus discípulos que solo piensan en su prestigio y crecimiento, y adopta una actitud abierta e inclusiva donde lo primero es liberar al ser humano de aquello que lo destruye y hace desdichado. Éste es el Espíritu que ha de animar siempre a sus verdaderos seguidores.

Fuera de la Iglesia católica, hay en el mundo un número incontable de hombres y mujeres que hacen el bien y viven trabajando por una humanidad más digna, más justa y más liberada. En ellos está vivo el Espíritu de Jesús. Hemos de sentirlos como amigos y aliados, nunca como adversarios. No están contra nosotros pues están a favor del ser humano, como estaba Jesús.

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Friday, September 18, 2009

25D0,II,B - 2009 (Pagola)

Marcos 9, 30-37
DOS ACTITUDES MUY DE JESÚS
José Antonio Pagola


El grupo de Jesús atraviesa Galilea camino de Jerusalén. Lo hacen de manera reservada, sin que nadie se entere. Jesús quiere dedicarse enteramente a instruir a sus discípulos. Es muy importante lo que quiere grabar en sus corazones: su camino no es un camino de gloria, éxito y poder. Es lo contrario: conduce a la crucifixión y al rechazo, aunque terminará en resurrección.

A los discípulos no les entra en la cabeza lo que les dice Jesús. Les da miedo hasta preguntarle. No quieren pensar en la crucifixión. No entra en sus planes ni expectativas. Mientras Jesús les habla de entrega y de cruz, ellos hablan de sus ambiciones: ¿quién será el más importante en el grupo? ¿quién ocupará el puesto más elevado? ¿quién recibirá más honores?

Jesús «se sienta». Quiere enseñarles algo que nunca han de olvidar. Llama a los Doce, los que están más estrechamente asociados a su misión y los invita a que se acerquen, pues los ve muy distanciados de él. Para seguir sus pasos y parecerse a él han de aprender dos actitudes fundamentales.

Primera actitud: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y servidor de todos». El discípulo de Jesús ha de renunciar a ambiciones, rangos, honores y vanidades. En su grupo nadie ha de pretender estar sobre los demás. Al contrario, ha de ocupar el último lugar, ponerse al nivel de quienes no tienen poder ni ostentan rango alguno. Y, desde ahí, ser como Jesús: «servidor de todos»

La segunda actitud es tan importante que Jesús la ilustra con un gesto simbólico entrañable. Pone a un niño en medio de los Doce, en el centro del grupo, para que aquellos hombres ambiciosos se olviden de honores y grandezas, y pongan sus ojos en los pequeños, los débiles, los más necesitados de defensa y cuidado.

Luego, lo abraza y les dice: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí». Quien acoge a un "pequeño" está acogiendo al más "grande", a Jesús. Y quien acoge a Jesús está acogiendo al Padre que lo ha enviado. Un Iglesia que acoge a los pequeños e indefensos está enseñando a acoger a Dios. Una Iglesia que mira hacia los grandes y se asocia con los poderosos de la tierra está pervirtiendo la Buena Noticia de Dios anunciada por Jesús.

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24D0,II,B - 2009 (Pagola)

Marcos 8, 27-35
RECONOCER A JESÚS EL CRISTO
José Antonio Pagola


El episodio ocupa un lugar central y decisivo en el relato de Marcos. Los discípulos llevan ya un tiempo conviviendo con Jesús. Ha llegado el momento en que se han de pronunciar con claridad. ¿A quién están siguiendo? ¿Qué es lo que descubren en Jesús? ¿Qué captan en su vida, su mensaje y su proyecto?

Desde que se han unido a él, viven interrogándose sobre su identidad. Lo que más les sorprende es la autoridad con que habla, la fuerza con que cura a los enfermos y el amor con que ofrece el perdón de Dios a los pecadores. ¿Quién es este hombre en quien sienten tan presente y tan cercano a Dios como Amigo de la vida y del perdón?

Entre la gente que no ha convivido con él se corren toda clase de rumores, pero a Jesús le interesa la posición de sus discípulos: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». No basta que entre ellos haya opiniones diferentes más o menos acertadas. Es fundamental que los que se han comprometido con su causa, reconozcan el misterio que se encierra en él. Si no es así, ¿quién mantendrá vivo su mensaje? ¿qué será de su proyecto del reino de Dios? ¿en qué terminará aquel grupo que está tratando de poner en marcha?

Pero la cuestión es vital también para sus discípulos. Les afecta radicalmente. No es posible seguir a Jesús de manera inconsciente y ligera. Tienen que conocerlo cada vez con más hondura. Pedro, recogiendo las experiencias que han vivido junto a él hasta ese momento, le responde en nombre de todos: «Tú eres el Mesías».

La confesión de Pedro es todavía limitada. Los discípulos no conocen aún la crucifixión de Jesús a manos de sus adversarios. No pueden ni sospechar que será resucitado por el Padre como Hijo amado. No conocen experiencias que les permitan captar todo lo que se encierra en Jesús. Solo siguiéndolo de cerca, lo irán descubriendo con fe creciente.

Para los cristianos es vital reconocer y confesar cada vez con más hondura el misterio de Jesús el Cristo. Si ignora a Cristo, la Iglesia vive ignorándose a sí misma. Si no lo conoce, no puede conocer lo más esencial y decisivo de su tarea y misión. Pero, para conocer y confesar a Jesucristo, no basta llenar nuestra boca con títulos cristológicos admirables. Es necesario seguirlo de cerca y colaborar con él día a día. Ésta es la principal tarea que hemos de promover en los grupos y comunidades cristianas.

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24D0,II,B - 2009 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

"El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo", dice Jesús. Suena extraño al hombre de hoy, hijo de un mundo que preconiza el disfrute de la vida al máximo, sin limitaciones a la libertad ni cortapisas al capricho. Sin embargo, Jesús añade: "El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el evangelio, la salvará".

No dice Jesús que se trata de renunciar a vivir esta vida para alcanzar la otra, ni de despreciar los valores humanos y materiales para poseer los bienes espirituales. La disyuntiva no es: esta vida o la otra, sino esta vida subordinada y orientada a la otra. Porque lo contrario conduce al fracaso que anuncia Jesús. Salvar los propios intereses: dinero, egoísmos y antojos, al margen del evangelio, es decir, del amor a Dios y al prójimo, es lo que arruina la vida.

Hay una ascesis liberadora, que es la que propone Jesús, y otra ascesis masoquista y autopunitiva que él no patrocina. Pues el dolor por el dolor no tiene sentido, es un mal, y como tal Dios no lo quiere, porque Dios no es un moloc cruel. Dios no ama el dolor y la muerte sino la vida.

Por eso hay que reprobar toda extralimitación masoquista de autopunición maniquea y todo intento de primar la ascesis corporal sobre la conversión del corazón y sobre los medios de santificación establecidos por Cristo en su iglesia. Pero el autodominio, el autocontrol y la ascesis del espíritu no están pasados de moda, porque fomentan la madurez personal, la disponibilidad ante Dios y los demás, el aguante físico y moral en la adversidad, el sentido solidario del compartir, la liberación del afán de tener, consumir y gastar.

El objetivo de una ascesis auténticamente liberadora no consiste tanto en liberarse "de" ataduras y lastre, cuanto en ser libres "para" el bien y para amar. La capacidad de amar es la medida de la libertad, y el baremo de ésta es la capacidad de olvido de sí mismo, es decir, de ascesis evangélica. Es lo que nos propone hoy Jesús para ganar la vida.

¡Feliz semana! Ánimo en el nuevo curso que comenzamos y adelante,

Francesc Mulet i Ruís

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23D0,II,B - 2009 (Pagola)

Marcos 7, 31-37
CURAR NUESTRA SORDERA
José Antonio Pagola


Los profetas de Israel usaban con frecuencia la «sordera» como una metáfora provocativa para hablar de la cerrazón y la resistencia del pueblo a su Dios. Israel «tiene oídos pero no oye» lo que Dios le está diciendo. Por eso, un profeta llama a todos a la conversión con estas palabras: «Sordos, escuchad y oid».

En este marco, las curaciones de sordos, narradas por los evangelistas, pueden ser leídas como "relatos de conversión" que nos invitan a dejarnos curar por Jesús de sorderas y resistencias que nos impiden escuchar su llamada al seguimiento. En concreto, Marcos ofrece en su relato matices muy sugerentes para trabajar esta conversión en las comunidades cristianas.

El sordo vive ajeno a todos. No parece ser consciente de su estado. No hace nada por acercarse a quien lo puede curar. Por suerte para él, unos amigos se interesan por él y lo llevan hasta Jesús. Así ha de ser la comunidad cristiana: un grupo de hermanos y hermanas que se ayudan mutuamente para vivir en torno a Jesús dejándose curar por él.

La curación de la sordera no es fácil. Jesús toma consigo al enfermo, se retira a un lado y se concentra en él. Es necesario el recogimiento y la relación personal. Necesitamos en nuestros grupos cristianos un clima que permita un contacto más íntimo y vital de los creyentes con Jesús. La fe en Jesucristo nace y crece en esa relación con él.

Jesús trabaja intensamente los oídos y la lengua del enfermo, pero no basta. Es necesario que el sordo colabore. Por eso, Jesús, después de levantar los ojos al cielo, buscando que el Padre se asocie a su trabajo curador, le grita al enfermo la primera palabra que ha de escuchar quien vive sordo a Jesús y a su Evangelio: «Ábrete».

Es urgente que los cristianos escuchemos también hoy esta llamada de Jesús. No son momentos fáciles para su Iglesia. Se nos pide actuar con lucidez y responsabilidad. Sería funesto vivir hoy sordos a su llamada, desoír sus palabras de vida, no escuchar su Buena Noticia, no captar los signos de los tiempos, vivir encerrados en nuestra sordera. La fuerza sanadora de Jesús nos puede curar.

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23D0,II,B - 2009 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

La predilección por los pobres es una constante en la revelación bíblica desde los profetas a Jesús de Nazaret. Según los profetas y Jesús mismo, la liberación de los pobres es signo de los tiempos mesiánicos. En esta línea se sitúan los milagros de Cristo, en concreto el que hoy recordamos en la escena evangélica: curación de un sordomudo. Jesús tomó partido por los pobres, los marginados, los enfermos y los pecadores.

Dios prefiere a los pobres, no porque sean mejores que los demás, sino porque él es bueno, compasivo y defensor de los oprimidos y desheredados. Por eso a ellos se destina preferentemente la buena nueva, el evangelio de la liberación, que el reinado de Dios aporta al hombre.

La Iglesia se autodefine "como un sacramento, o sea, signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano", y como "sacramento universal de la salvación" de Dios para los hombres (LG 1.48). Pues bien, dado que éstos en su inmensa mayoría son pobres, con quienes Cristo se identificó y se identifica, la Iglesia debe optar necesariamente por los pobres, entrando y viviendo en su mundo e identificándose con ellos hasta hacerse "Iglesia de los pobres". Esto es lo que constituye y significa en última instancia una opción preferencial por los pobres.

Si nuestra fe y práctica religiosa fueran únicamente espiritualidad evasiva delatarían un cristianismo y una religiosidad alienantes. No fue ése el modelo de misión de Jesús. Él practicó en grado sumo la oración y la espiritualidad del desierto, pero bajó a la arena de la vida. Su denuncia profética, su opción por los pobres le granjeó el odio de los poderosos, que lo eliminaron porque alteraba el orden social y religioso establecido. Así corrió la suerte de todos los profetas y testigos verdaderos. Pues bien, "como Cristo realizó la obra de la redención en pobreza y persecución, de igual modo la Iglesia está destinada a recorrer el mismo camino, a fin de comunicar los frutos de la salvación a los hombres".

A comenzar con todo el coraje que necesitan de nosotros quienes están a nuestro lado. Un abrazo cordial,

Francesc Mulet, escolapio
04 de septiembre de 2009

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