Friday, April 29, 2011

2DP,A - 2011 (Pagola)

Juan 20, 19-31
NUEVO INICIO
José Antonio Pagola

Aterrados por la ejecución de Jesús, los discípulos se refugian en una casa conocida. De nuevo están reunidos, pero ya no está Jesús con ellos. En la comunidad hay un vacío que nadie puede llenar. Les falta Jesús. No pueden escuchar sus palabras llenas de fuego. No pueden verlo bendiciendo con ternura a los desgraciados. ¿A quién seguirán ahora?

Está anocheciendo en Jerusalén y también en su corazón. Nadie los puede consolar de su tristeza. Poco a poco, el miedo se va apoderando de todos, pero no le tienen a Jesús para que fortalezca su ánimo. Lo único que les da cierta seguridad es «cerrar las puertas». Ya nadie piensa en salir por los caminos a anunciar el reino de Dios y curar la vida. Sin Jesús, ¿cómo van a contagiar su Buena Noticia?

El evangelista Juan describe de manera insuperable la transformación que se produce en los discípulos cuando Jesús, lleno de vida, se hace presente en medio de ellos. El Resucitado está de nuevo en el centro de su comunidad de seguidores. Así ha de ser para siempre. Con él todo es posible: liberarse del miedo, abrir las puertas y poner en marcha la evangelización.

Según el relato, lo primero que infunde Jesús a su comunidad es su paz. Ningún reproche por haberlo abandonado, ninguna queja ni reprobación. Sólo paz y alegría. Los discípulos sienten su aliento creador. Todo comienza de nuevo. Impulsados por su Espíritu, seguirán colaborando a lo largo de los siglos en el mismo proyecto salvador que el Padre encomendó a Jesús.

Lo que necesita hoy la Iglesia no es sólo reformas religiosas y llamadas a la comunión. Necesitamos experimentar en nuestras comunidades un "nuevo inicio" a partir de la presencia viva de Jesús en medio de nosotros. Sólo él ha de ocupar el centro de la Iglesia. Sólo él puede impulsar la comunión. Sólo él puede renovar nuestros corazones.

No bastan nuestros esfuerzos y trabajos. Es Jesús quien puede desencadenar el cambio de horizonte, la liberación del miedo y los recelos, el clima nuevo de paz y serenidad que tanto necesitamos para abrir las puertas y ser capaces de compartir el Evangelio con los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Pero hemos de aprender a acoger con fe su presencia en medio de nosotros. Cuando Jesús vuelve a presentarse a los ocho días, el narrador nos dice que todavía las puertas siguen cerradas. No es sólo Tomás quien ha de aprender a creer con confianza en el Resucitado. También los demás discípulos han de ir superando poco a poco las dudas y miedos que todavía les hacen vivir con las puertas cerradas a la evangelización.

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2DP,A - 2011 (Mulet)


Francesc Mulet
Jesús resucitado ofrece a sus primeros discípulos y a todos nosotros su paz: “Paz a vosotros…” que estos días podamos permanecer en la paz del Resucitado.

La oscuridad y el miedo envolvían a aquellos que habían creído y habían seguido a Jesús. ¡Qué desilusión! Era el derrumbe de todos sus sueños y esperanzas. Les quedaba también la tristeza y el miedo a las autoridades judías. Ese miedo fue lo que hizo cerrar todas las puertas, “atrancar las puertas”... El miedo nos cierra a la Vida, a Cristo que es la Vida ofrecida siempre. El miedo bloquea lo mejor de nosotros mismos. El miedo nos lleva a rechazar y a condenar y nos impide amar. En el fondo de todas nuestras dificultades personales y relacionales está el miedo. ¿Por qué continuamos “con las puertas cerradas”...?

Toda comunidad se hace en referencia a Jesús. Jesús, Resucitado, es el centro de la Comunidad y el centro de nuestra vida. ¿Somos conscientes de que Cristo Resucitado es el centro de nuestra vida? Ojalá, estuviera siempre en el centro de nuestras familias, de nuestras comunidades y de nuestro corazón.

“Recibid el Espíritu Santo”. Es la fuerza de la Vida, es el signo de la fuerza de la Vida, el signo de la nueva creación y el envío a anunciar esta Vida, el perdón y la Paz para el mundo. Comienza la cultura del perdón. Necesitamos cultivar el diálogo, la comprensión y la misericordia.

“Si no veo en sus manos la señal de los clavo… no lo creo”. Y resulta que la vida, la belleza, y el amor, no se pueden percibir solo con la cabeza, sino desde el interior. Tomás da el paso definitivo a la confianza. Tomás, ha abierto su corazón de par en par a Aquel que es la Vida y adora a Cristo diciéndole: “Señor mío y Dios mío”. Sólo la dulce presencia del Resucitado puede hacernos superar nuestra falta de fe y de confianza.

Buen inicio de mes y ánimo en las tareas que lleves adelante.

Un abrazo cordial,
Francesc Mulet

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Thursday, April 28, 2011

6DSS,A - Ramos - 2011 (Pagola)

Domingo de Ramos
Mateo 26, 14-27,66
ESCÁNDALO Y LOCURA
José Antonio Pagola

Los primeros cristianos lo sabían. Su fe en un Dios crucificado sólo podía ser considerada como un escándalo y una locura. ¿A quién se le había ocurrido decir algo tan absurdo y horrendo de Dios? Nunca religión alguna se ha atrevido a confesar algo semejante.

Ciertamente, lo primero que todos descubrimos en el crucificado del Gólgota, torturado injustamente hasta la muerte por las autoridades religiosas y el poder político, es la fuerza destructora del mal, la crueldad del odio y el fanatismo de la mentira. Pero ahí precisamente, en esa víctima inocente, los seguidores de Jesús vemos a Dios identificado con todas las víctimas de todos los tiempos.

Despojado de todo poder dominador, de toda belleza estética, de todo éxito político y toda aureola religiosa, Dios se nos revela, en lo más puro e insondable de su misterio, como amor y sólo amor. No existe ni existirá nunca un Dios frío, apático e indiferente. Sólo un Dios que padece con nosotros, sufre nuestros sufrimientos y muere nuestra muerte.

Este Dios crucificado no es un Dios poderoso y controlador, que trata de someter a sus hijos e hijas buscando siempre su gloria y honor. Es un Dios humilde y paciente, que respeta hasta el final la libertad del ser humano, aunque nosotros abusemos una y otra vez de su amor. Prefiere ser víctima de sus criaturas antes que verdugo.

Este Dios crucificado no es el Dios justiciero, resentido y vengativo que todavía sigue turbando la conciencia de no pocos creyentes. Desde la cruz, Dios no responde al mal con el mal. "En Cristo está Dios, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino reconciliando al mundo consigo" (2 Corintios 5,19). Mientras nosotros hablamos de méritos, culpas o derechos adquiridos, Dios nos está acogiendo a todos con su amor insondable y su perdón.

Este Dios crucificado se revela hoy en todas las víctimas inocentes. Está en la cruz del Calvario y está en todas las cruces donde sufren y mueren los más inocentes: los niños hambrientos y las mujeres maltratadas, los torturados por los verdugos del poder, los explotados por nuestro bienestar, los olvidados por nuestra religión.

Los cristianos seguimos celebrando al Dios crucificado, para no olvidar nunca el "amor loco" de Dios a la humanidad y para mantener vivo el recuerdo de todos los crucificados. Es un escándalo y una locura. Sin embargo, para quienes seguimos a Jesús y creemos en el misterio redentor que se encierra en su muerte, es la fuerza que sostiene nuestra esperanza y nuestra lucha por un mundo más humano.

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5DC,A - 2011 (Pagola)

Juan 11, 1-45
NUESTRA ESPERANZA
José Antonio Pagola

El relato de la resurrección de Lázaro es sorprendente. Por una parte, nunca se nos presenta a Jesús tan humano, frágil y entrañable como en este momento en que se le muere uno de sus mejores amigos. Por otra parte, nunca se nos invita tan directamente a creer en su poder salvador: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque muera, vivirá... ¿Crees esto?»

Jesús no oculta su cariño hacia estos tres hermanos de Betania que, seguramente, lo acogen en su casa siempre que viene a Jerusalén. Un día Lázaro cae enfermo y sus hermanas mandan un recado a Jesús: nuestro hermano «a quien tanto quieres» está enfermo. Cuando llega Jesús a la aldea, Lázaro lleva cuatro días enterrado. Ya nadie le podrá devolver la vida.

La familia está rota. Cuando se presenta Jesús, María rompe a llorar. Nadie la puede consolar. Al ver los sollozos de su amiga, Jesús no puede contenerse y también él se echa a llorar. Se le rompe el alma al sentir la impotencia de todos ante la muerte. ¿Quién nos podrá consolar?

Hay en nosotros un deseo insaciable de vida. Nos pasamos los días y los años luchando por vivir. Nos agarramos a la ciencia y, sobre todo, a la medicina para prolongar esta vida biológica, pero siempre llega una última enfermedad de la que nadie nos puede curar.

Tampoco nos serviría vivir esta vida para siempre. Sería horrible un mundo envejecido, lleno de viejos y viejas, cada vez con menos espacio para los jóvenes, un mundo en el que no se renovara la vida. Lo que anhelamos es una vida diferente, sin dolor ni vejez, sin hambres ni guerras, una vida plenamente dichosa para todos.

Hoy vivimos en una sociedad que ha sido descrita como "una sociedad de incertidumbre" (Z. Bauman). Nunca había tenido el ser humano tanto poder para avanzar hacia una vida más feliz. Y, sin embargo, nunca tal vez se ha sentido tan impotente ante un futuro incierto y amenazador. ¿En qué podemos esperar?

Como los humanos de todos los tiempos, también nosotros vivimos rodeados de tinieblas. ¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? ¿Cómo hay que vivir? ¿Cómo hay que morir? Antes de resucitar a Lázaro, Jesús dice a Marta esas palabras que son para todos sus seguidores un reto decisivo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que crea en mí, aunque haya muerto vivirá... ¿Crees esto?»

A pesar de dudas y oscuridades, los cristianos creemos en Jesús, Señor de la vida y de la muerte. Sólo en él buscamos luz y fuerza para luchar por la vida y para enfrentarnos a la muerte. Sólo en él encontramos una esperanza de vida más allá de la vida.

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5DC,A - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

"Yo soy la Resurrección y la Vida"... "¿Crees esto?”. Esta es la pregunta fundamental que Jesús dirige a Marta y a todos nosotros:¿Crees que Yo soy la Resurrección y la Vida? La muerte está ahí, es constitutiva de la condición humana. Es nuestra mayor certeza, pero nuestra muerte está iluminada por la claridad de la Resurrección del Señor.

Hay muchas clases de muertes, como la pobreza que padecen millones de seres humanos, las guerras, la tristeza depresiva, la soledad que angustia, la desesperanza que paraliza, el vacío afectivo, el miedo que nos impide vivir, la duda, y sobre todo la ausencia del amor. Son muertes sociales y psicológicas, pero verdaderas. Jesús viene a liberarnos de todas nuestras muertes, Él es la Resurrección y la Vida.

Marta reacciona saliendo a su encuentro. María, reacciona de manera diferente, se queda en casa, donde se expresa la solidaridad con la muerte. “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Con estas palabras Marta expresa su pena e insinúa un reproche. Esa es nuestra queja también al Señor. Si hubieras estado aquí, Señor, aquí y ahora, donde estamos tristes y solos y tan desesperados a veces. Si hubieras estado aquí, donde nos perdemos, nos ponemos enfermos y morimos. ¡Si hubieras estado aquí!

A veces, invocamos al Señor de esta manera, según nuestros deseos y nuestros cálculos, pensamos que debería detener el curso de las desventuras en que vivimos y decimos, como Marta: “Si hubieras estado aquí...” y, sin embargo, Él está siempre aquí. Dónde está Jesús reina la Vida; su hermano ha muerto debido a esa ausencia de Jesús; todos nosotros podemos tener también esa experiencia… Cuando Jesús está ausente, cuando Él deja de ser una referencia interior, estamos como muertos, estamos como Lázaro en el sepulcro.

Es el amor de Jesús lo que hace vivir a Lázaro, es el amor el que le grita: “Ven afuera”. Es la experiencia del amor verdadero lo que nos hace revivir

Todo el Evangelio de hoy es una llamada a la Vida y a la libertad. ¿Podemos acoger ésta invitación de Jesús que nos hace a la Vida y a la libertad verdadera? Que salgamos de nuestro sepulcro interior... y que vivamos plenamente.

Disculpa el retraso debido a las tareas que llevamos adelante. Buena semana tengas y ánimo en tus tareas.

Un abrazo,
Francesc Mulet

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