Sunday, July 22, 2007

CC - TOrdinario - 19d (Pagola)

Lucas 12, 32 - 48
CUIDADO CON EL DINERO
José Antonio Pagola

Jesús tenía una visión muy lúcida sobre el dinero. La resumía en una frase breve y contundente: «No se puede servir a Dios y al Dinero». Es imposible. Ese Dios que busca con pasión una vida más digna y justa para los pobres, no puede reinar en la vida de una persona dominada por el dinero.

Pero no se quedaba sólo en este principio de carácter general. Con su vida y su palabra se esforzaba por enseñar a los ricos de Galilea y a los campesinos pobres de las aldeas cuál era la manera más humana de «atesorar».

En realidad no todos podían hacerse con un tesoro. Sólo los ricos de Séforis y Tiberíades podían acumular monedas de oro y plata. A ese tesoro se le llamaba «mamona», es decir, dinero que está seguro o que da seguridad. En las aldeas no circulaban esas monedas de gran valor. Algunos campesinos se hacían con algunas monedas de bronce o cobre, pero la mayoría vivía intercambiándose productos o servicios en un régimen de pura subsistencia.

Jesús explica que hay dos maneras de «atesorar». Algunos tratan de acumular cada vez más «mamona». No piensan en los necesitados. No dan limosna a nadie: su única obsesión es acaparar más y más. Hay otra manera de «atesorar» radicalmente diferente. No consiste en acumular monedas sino en compartir los bienes con los pobres para «hacerse un tesoro en el cielo», es decir, ante Dios.

Sólo este tesoro es seguro y puede permanecer intacto en el corazón de Dios. Los tesoros de la tierra, por mucho que los llamemos «mamona», son caducos, no dan seguridad y siempre están amenazados. Por eso lanza Jesús un grito de alerta. Cuidado con el dinero pues «donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón». El dinero atrae nuestro corazón y nos seduce porque da poder, seguridad, honor y bienestar. La riqueza genera necesidad insaciable de tener siempre más.

Al contrario, si ayudando a los necesitados, nos vamos enriqueciendo ante Dios, ese Dios Padre de los pobres nos irá atrayendo cada vez más hacia una vida más solidaria. En medio de una sociedad que tiene su corazón puesto en el dinero, se puede vivir de manera más austera y compartida.

Thursday, July 19, 2007

CC - TOrdinario - 18d (Pagola)

Lucas 12, 13 - 21
INSENSATEZ TOTAL
José Antonio Pagola

Jesús conoció en Galilea una grave crisis socio-económica. Mientras en Séforis y Tiberíades crecía la riqueza, en las aldeas aumentaba el hambre y la miseria. Los campesinos se quedaban sin tierras y los terratenientes construían silos y graneros cada vez más grandes y hermosos. ¿Qué pensaba Jesús de aquella situación?.

Como siempre, habló con toda claridad en una pequeña parábola. Un rico terrateniente se vio sorprendido por una cosecha que superaba todas sus expectativas. Ante el inesperado problema, sólo se pregunta una cosa: ¿Qué haré? Eso se preguntan también los campesinos pobres que escuchan a Jesús: ¿Qué hará?, ¿se acordará de los que viven de hambre?.

Pronto toma una decisión de hombre poderoso: no construirá un granero más. Los destruirá todos y construirá otros nuevos y más grandes. Sólo él disfrutará de aquella inesperada cosecha: «túmbate, come, bebe y date buena vida». Es lo más inteligente. Los pobres no piensan así. Este hombre es cruel e inhumano: ¿no sabe que, acaparando para sí toda la cosecha, está privando a otros de lo que necesitan para vivir?.

De forma inesperada interviene Dios. Aquel rico morirá esa noche sin disfrutar de sus bienes. Por eso, Dios lo llama «necio» y hace una pregunta: «lo que ha acumulado, ¿de quién será?». Los pobres no tienen duda alguna: esas cosechas con qué Dios bendice los campos de Israel, ¿no han de ser antes que nadie de los más pobres?.

La parábola desenmascara la realidad de Galilea. El rico no es un monstruo; hace lo habitual. Los poderosos sólo piensan en su bienestar. Siempre es así. Los ricos van acaparando cada vez más bienes y los pobres se van hundiendo cada vez más en la miseria. Son «imbéciles»: destruyen la vida de los pobres y no pueden asegurar la suya.

Ésta es la verdad que el Primer Mundo no puede ya ocultar ni disimular: nos creemos sociedades inteligentes, democráticas y progresistas y sólo somos unos «insensatos» crueles e inhumanos, que viven de la miseria de millones de seres humanos, de la que, en buena parte, somos responsables por nuestra injusticia, indiferencia o prepotencia.

CC - TOrdinario - 17d (Pagola)

Lucas 11, 1 – 13
PEDIR, BUSCAR, LLAMAR
José Antonio Pagola

En las primeras comunidades cristianas se recordaban unas palabras de Jesús dirigidas a sus seguidores en las que les indica en qué actitud han de vivir: «Os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide, recibe, quien busca, halla, y al que llama, se le abre».

No se dice qué pedir, qué buscar ni adónde llamar. Lo importante es la actitud de vivir pidiendo, buscando y llamando. Como un poco más tarde, Lucas dice que el Padre «dará su Espíritu Santo a los que se lo piden», parece que lo primero que hay que pedir, buscar y llamar es el Espíritu Santo de Dios.
«Pedid y se os dará». En la Iglesia se planifica, se organiza y se trabaja buscando eficacia y rendimiento. Pero, con frecuencia, sólo contamos con nuestro esfuerzo. No hay sitio para el Espíritu. Ni lo pedimos ni lo recibimos.

Pedimos vocaciones sacerdotales y religiosas pensando que es lo que más necesitamos para que la Iglesia siga funcionando, pero no pedimos vocaciones de profetas, llenos del Espíritu de Dios, que promuevan la conversión al evangelio.

«Buscad y hallaréis». Con frecuencia, no sabemos buscar más allá de nuestro pasado. Nos da miedo abrir nuevos caminos. No nos atrevemos a dar por terminado lo que ya no genera vida y ahogamos nuestra creatividad para iniciar algo realmente nuevo y bueno.

Sin buscadores es difícil que la Iglesia encuentre caminos para evangelizar el mundo de hoy. Mientras tanto, los jóvenes tienen derecho a saber si en la Iglesia nos preocupamos de su futuro y del mundo nuevo en el que van a tener que vivir.

«Llamad y se os abrirá». Si nadie llama al Espíritu, no se nos abrirán nuevas puertas. Defenderemos el presente con todas nuestras fuerzas. Tendremos miedo a los cambios pues si este presente se nos viene abajo, no hay nada más. Nos falta fe en el Espíritu creador de nueva vida.

Construiremos una Iglesia segura, defendida de peligros y amenazas, pero será una Iglesia sin alegría y sin aire, porque nos faltará el Espíritu Santo de Dios.

CC -TOrdinario - 16d (Pagola)

Lucas 10, 38 - 42
EL DERECHO A SENTAR
José Antonio Pagola

Una vez más, Jesús se acerca a Betania, una aldea muy cercana a Jerusalén, a hospedarse en casa de unos hermanos a los que quiere mucho. Al parecer, lo hacía siempre que subía a la capital. En casa están sólo las mujeres. Las dos adoptan posturas diferentes. Marta se queja y Jesús pronuncia unas palabras que Lucas no quiere que se olviden en las comunidades cristianas.

Marta es la que «recibe» a Jesús y le ofrece su hospitalidad. A continuación se desvive en las múltiples tareas de ama de casa. Nada tiene de extraño. Es lo que le corresponde a la mujer en aquella sociedad. Ése es su sitio y su cometido: cocer el pan, cocinar, servir al varón, limpiarle los pies, estar al servicio de todos.

Mientras tanto, su hermana María permanece «sentada a los pies» de Jesús en actitud propia de una discípula que escucha atenta su palabra, concentrada en lo esencial. La escena es extraña pues la mujer no estaba autorizada a escuchar como discípula a los maestros de la ley.

Cuando Marta, desbordada por el trabajo, critica la indiferencia de Jesús y reclama ayuda, Jesús responde de manera sorprendente. Ningún varón judío hubiera hablado así.

Jesús no critica a Marta su acogida y su servicio. Al contrario le habla con simpatía repitiendo cariñosamente su nombre. No duda del valor y la importancia de lo que está haciendo. Pero no quiere ver a las mujeres absorbidas por las faenas de la casa: «Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas. Sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».

La mujer no ha de quedar reducida a las tareas del hogar. Tiene derecho a «sentarse» como los varones a escuchar la Palabra de Dios. Lo que está haciendo María responde a la voluntad de Dios. Jesús no quiere ver a las mujeres sólo trabajando. Las quiere ver «sentadas». Por eso las acoge en su grupo como discípulas en el mismo plano y con los mismos derechos que los varones.

Es mucho lo que nos falta en la Iglesia y en la sociedad para mirar y tratar a las mujeres como lo hacía Jesús. Considerarlas como trabajadoras al servicio del varón no responde a las exigencias de ese reino de Dios, que Jesús lo entendía como un espacio sin dominación masculina.

CC - TOrdinario - 15d (Pagola)

Lucas 10 – 25 - 37
LOS HERIDOS DE LAS CUNETAS
José Antonio Pagola

La parábola del «buen samaritano» le salió a Jesús del corazón, pues caminaba por Galilea muy atento a los mendigos y enfermos que veía en las cunetas de los caminos. Quería enseñar a todos a caminar por la vida con «compasión», pero pensaba sobre todo en los dirigentes religiosos.

En la cuneta de un camino peligroso hay un hombre asaltado y robado que ha sido abandonado «medio muerto». Afortunadamente, por el camino llegan un sacerdote y luego un levita. Ambos pertenecen al mundo oficial del templo. Son personas religiosas. Sin duda, se apiadarán de él.

No es así. Al ver al herido, los dos cierran sus ojos y su corazón. Para ellos, es como si aquel hombre no existiera: «dan un rodeo y pasan de largo» sin detenerse. Ocupados en su piedad y culto a Dios, siguen su camino. Su preocupación no son los que sufren.

En el horizonte aparece un tercer viajero. No es sacerdote ni levita. No viene del templo ni pertenece siquiera al pueblo elegido. Es un despreciable «samaritano». Se puede esperar de él lo peor.

Sin embargo, al ver al herido «se le conmueven las entrañas». No pasa de largo. Se acerca a él y hace todo lo que puede: desinfecta sus heridas, las cura y las venda. Luego, lo lleva en su cabalgadura hasta una posada. Allí lo cuida personalmente y procura que lo sigan atendiendo.

Difícilmente se puede imaginar una crítica y una llamada más incisiva de Jesús a sus seguidores y, de manera directa, a los dirigentes religiosos. No basta que en la Iglesia haya instituciones, organismos y personas que están junto a los que sufren. Es toda la Iglesia la que ha de aparecer públicamente como la institución más sensible y comprometida con los que sufren física y moralmente.

Si a la Iglesia no se le conmueven las entrañas ante los heridos de las cunetas, lo que haga y lo que diga será bastante irrelevante. En concreto, es la compasión lo único que puede hacer a la jerarquía más humana y más creíble.

CC - TOrdinario - 14d - Pagola

Lucas 10,1 – 12. 17 - 20
DOS CONSIGNAS DE JESÚS
José Antonio Pagola

Después de veinte siglos de cristianismo es difícil escuchar con honradez las instrucciones de Jesús a los suyos sin sentir sonrojo. No se trata de vivirlas al pie de la letra. No. Simplemente de no actuar contra el espíritu que encierran. Sólo nos detendremos en dos consignas.

Jesús envía a sus discípulos por las aldeas de Galilea como «corderos en medio de lobos». ¿Quién cree que ésta ha de ser hoy nuestra identidad en una sociedad atravesada por toda clase de conflictos y enfrentamientos? Y, sin embargo, entre nosotros no necesitamos más lobos, sino más corderos. Cada vez que desde la Iglesia o su entorno se alimenta la agresividad y el resentimiento o se lanzan insultos y ataques que hacen más difícil el mutuo entendimiento, estamos actuando contra el espíritu de Jesús.

Lo «primero» que han de comunicar sus discípulos al entrar en una casa es «Paz a esta casa». La paz es la primera señal del reino de Dios. Si la Iglesia no introduce paz en la convivencia, los cristianos estamos anulando de raíz nuestra primera misión.

La otra consigna es más desconcertante: «No llevaréis talega ni alforja ni sandalias». Los seguidores de Jesús vivirán como los vagabundos que encuentren en el camino. No llevarán dinero ni provisiones. Caminarán descalzos como tantos pobres que no tienen un par de «sandalias» de cuero. No llevarán siquiera una «alforja» como hacen ciertos filósofos itinerantes.

Todos podrán ver plasmada en su manera de vestir y de equiparse su pasión por los últimos. Lo sorprendente es que Jesús no está pensando en lo que deben llevar consigo, sino precisamente en lo contrario: en lo que no deben llevar; no sea que se distancien demasiado de los más pobres.

¿Cómo se puede traducir hoy este espíritu de Jesús en una sociedad del bienestar? No ciertamente recurriendo a un atuendo que nos identifique como miembros de una asociación religiosa o responsables de un cargo o tarea en la Iglesia. Cada uno hemos de revisar con humildad qué nivel de vida, qué comportamientos, qué palabra, qué actitud nos identifican con los últimos.