Friday, February 29, 2008

CA - 2DC - 2008 (Pagola)

Mateo 17, 1 – 9
ESCUCHAR SÓLO A JESÚS
José Antonio Pagola

Jesús toma consigo a sus discípulos más íntimos y los lleva a una «montaña alta». No es la montaña a la que le ha llevado el tentador para ofrecerle el poder y la gloria de «todos los reinos del mundo». Es la montaña en la que sus más íntimos van a poder descubrir el camino que lleva a la gloria de la resurrección.

El rostro transfigurado de Jesús «resplandece como el sol» y manifiesta en qué consiste su verdadera gloria. No proviene del diablo sino de Dios su Padre. No se alcanza por los caminos satánicos del poder mundano, sino por el camino paciente del servicio oculto, el sufrimiento y la crucifixión.

Junto a Jesús aparecen Moisés y Elías. No tienen el rostro resplandeciente, sino apagado. No se ponen a enseñar a los discípulos, sino que «conversan con Jesús». La ley y los profetas están orientados y subordinados a él.

Pedro, sin embargo, no logra intuir el carácter único de Jesús: «Si quieres haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Coloca a Jesús en el mismo plano que a Moisés y Elías. A cada uno su choza. No sabe que a Jesús no hay que equipararlo con nadie.

Es Dios mismo quien hace callar a Pedro. «Todavía estaba hablando» cuando, entre luces y sombras, oyen su voz misteriosa: «Este es mi Hijo amado», el que tiene el rostro glorificado por la resurrección. «Escuchadlo a él». A nadie más. Mi Hijo es el único legislador, maestro y profeta. No lo confundáis con nadie.

Los discípulos caen por los suelos «llenos de espanto». Les da miedo «escuchar sólo a Jesús» y seguir su camino humilde de servicio al reino hasta la cruz. Es el mismo Jesús quién los libera de sus temores. «Se acercó» a ellos, como sólo él sabía hacerlo; «los tocó», como tocaba a los enfermos, y les dijo: «Levantaos, no tengáis miedo» de escucharme y de seguirme sólo a mí.

También a los cristianos de hoy nos da miedo escuchar sólo a Jesús. No nos atrevemos a ponerlo de verdad en el centro de nuestras vidas y comunidades. No le dejamos ser la única y decisiva Palabra. Es el mismo Jesús quien nos puede liberar de tantos miedos, cobardías y ambigüedades, si le dejamos acercarse a nosotros y dejarnos tocar por él.

Wednesday, February 27, 2008

CA - 4DC - 2008 (Pagola)

Ciclo A (2008)Tiempo de Cuaresma
4 domingo
Juan 9, 1 – 41
JESÚS ES PARA EXCLUIDOS
José Antonio Pagola

Es «ciego de nacimiento». No sabe lo que es la luz. Nunca la ha conocido. Ni él ni sus padres tienen la culpa, pero allí está él, sentado, pidiendo limosna. Su destino es vivir en tinieblas.

Un día, al pasar Jesús por allí, ve al ciego. El evangelista dice que Jesús es nada menos que la «Luz del mundo». Tal vez recuerda las palabras del viejo profeta Isaías asegurando que un día llegaría a Israel alguien que «gritaría a los cautivos: ¡salid! y a los que están en tinieblas: ¡venid a la luz!».

Jesús trabaja los ojos del pobre ciego con barro y saliva para infundirle su fuerza vital. La curación no es automática. También el ciego ha de colaborar. Hace lo que Jesús le indica: se lava los ojos, limpia su mirada y comienza a ver.

Cuando la gente le pregunta quien lo ha curado, no sabe cómo contestar. Ha sido «un hombre llamado Jesús». No sabe decir más. Tampoco sabe dónde está. Sólo sabe que, gracias a este hombre, puede vivir la vida de manera completamente nueva. Esto es lo importante.

Cuando los fariseos y entendidos en religión le acosan con sus preguntas, el hombre contesta con toda sencillez: pienso que «es un profeta». No lo sabe muy bien, pero alguien capaz de abrir los ojos tiene que venir de Dios. Entonces los fariseos se enfurecen, lo insultan y lo «expulsan» de su comunidad religiosa.

La reacción de Jesús es conmovedora. «Cuando se enteró de que lo habían echado fuera, fue a buscarlo». Así es Jesús. No lo hemos de olvidar nunca: el que viene al encuentro de los hombres y mujeres que se sienten echados de la religión. Jesús no abandona a quien lo busca y lo ama, aunque sea excluido de su comunidad religiosa.

El diálogo es breve: «¿Crees tú en el Hijo del Hombre?» Él está dispuesto a creer. Su corazón ya es creyente, pero lo ignora todo: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?». Jesús le dice: no está lejos de ti. «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es». Según el evangelista, esta historia sucedió en Jerusalén hacia el año treinta, y sigue ocurriendo hoy entre nosotros en el siglo veintiuno.

Thursday, February 14, 2008

CA - 1DC - 2008 (Pagola)

Ciclo A
Cuaresma (A)
1 domingo
Mateo 4, 1 – 11
VÉTE, SATANÁS
José Antonio Pagola

La primera tentación acontece en el «desierto». Después de un largo ayuno dedicado al encuentro con Dios, Jesús siente hambre. Es entonces cuando el tentador le sugiere actuar pensando en sí mismo olvidando el proyecto de Dios: «Si eres Hijo de Dios di que estas piedras se conviertan en pan». Jesús, desfallecido pero lleno del Espíritu de Dios, reacciona: «No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de Dios». No vivirá buscando su propio interés. No será un Mesías egoísta. Multiplicará panes cuando vea pasar hambre a los pobres. Él se alimentará de la Palabra viva de Dios.

Siempre que la Iglesia busca su propio interés olvidando el proyecto del reino de Dios, se desvía de Jesús. Siempre que los cristianos anteponemos nuestro bienestar a las necesidades de los últimos, nos alejamos de Jesús.

La segunda tentación se produce en el «templo». El tentador propone a Jesús hacer su entrada triunfal en la ciudad santa, descendiendo de lo alto como Mesías glorioso. La protección de Dios está asegurada. Sus ángeles «cuidarán» de él. Jesús reacciona rápido: «No tentarás al Señor tu Dios». No será un Mesías triunfador. No pondrá a Dios al servicio de su gloria. No hará «señales del cielo». Sólo signos para curar enfermos.

Siempre que la Iglesia pone a Dios al servicio de su propia gloria y «desciende de lo alto» para mostrar su propia dignidad, se desvía de Jesús. Cuando los seguidores de Jesús buscamos «quedar bien» más que «hacer el bien» nos alejamos de él.

La tercera tentación sucede en una «montaña altísima». Desde ella se divisan todos los reinos del mundo. Todos están controlados por Satanás, que hace a Jesús una oferta asombrosa: le dará todo el poder del mundo. Sólo una condición: «si te postras y me adoras». Jesús reacciona violentamente: «Vete, Satanás». «Sólo al Señor tu Dios adorarás». Dios no lo llama a dominar el mundo como el emperador de Roma, sino a servir a quienes viven oprimidos. No será un Mesías dominador sino servidor. El reino de Dios no se impone con poder, se ofrece con amor.

La Iglesia tiene que ahuyentar hoy todas las tentaciones de poder, gloria o dominación, gritando con Jesús «Vete, Satanás». El poder mundano es una oferta diabólica. Cuando los cristianos lo buscamos nos alejamos de Jesús.

CA - 4DO - 2008 (Pagola)

Mateo 5, 1 – 12a
ESCUCHAR DE CERCA
José Antonio Pagola

Cuando Jesús sube a la montaña y se sienta para anunciar las bienaventuranzas, hay un gentío en aquel entorno, pero sólo «los discípulos se acercan» a él para escuchar mejor su mensaje. ¿Qué escuchamos hoy los discípulos de Jesús si nos acercamos a Jesús?

Dichosos «los pobres de espíritu», los que saben vivir con poco, confiando siempre en Dios. Dichosa una Iglesia con alma de pobre porque tendrá menos problemas, estará más atenta a los necesitados y vivirá el evangelio con más libertad. De ella es el reino de los cielos.

Dichosos «los sufridos» que vacían su corazón de resentimiento y agresividad. Dichosa una Iglesia llena de mansedumbre. Será un regalo para este mundo lleno de violencia. Ella heredará la tierra prometida.

Dichosos «los que lloran» por sus pecados y sufrimientos. Con ellos se puede crear un mundo mejor y más digno. Dichosa una Iglesia que llora sus errores porque caminará hacia su conversión. Un día será consolada por Dios.

Dichosos «los que tienen hambre y sed de justicia», los que no han perdido el deseo de ser más justos ni el afán de hacer un mundo más digno. Dichosa la Iglesia que busca con pasión el reino de Dios y su justicia. En ella alentará lo mejor del espíritu humano. Un día su anhelo será saciado.

Dichosos «los misericordiosos» que actúan, trabajan y viven movidos por la compasión. Son los que, en la tierra, más se parecen al Padre del cielo. Dichosa la Iglesia a la que Dios le arranca el corazón de piedra y le da un corazón de carne. Ella alcanzará misericordia.

Dichosos «los que trabajan por la paz» con paciencia y fe, buscando el bien para todos. Dichosa la Iglesia que introduce en el mundo paz y no discordia, reconciliación y no enfrentamiento. Ella será «Hija de Dios».

Dichosos los que, «perseguidos a causa de la justicia,», responden con mansedumbre a las injusticias y ofensas. Ellos nos ayudan a vencer el mal con el bien. Dichosa la Iglesia perseguida por seguir a Jesús. De ella es el Reino de los cielos.