Wednesday, September 26, 2007

CC - TOrdinario - 26d (Pagola)

Lucas 16, 19 – 31
NOSOTROS SOMOS EL OBSTÁCULO
José Antonio Pagola

La parábola parece narrada para nosotros. Jesús habla de un «rico» poderoso. Sus vestidos de púrpura y lino indican lujo y ostentación. Su vida es una fiesta continua. Sin duda, pertenece a ese sector privilegiado que vive en Tiberíades, Séforis o Jerusalén. Son los que poseen riqueza, tienen poder y disfrutan de una vida fastuosa.

Muy cerca, echado junto a la puerta de su mansión está un «mendigo». No está cubierto de lino y púrpura, sino de llagas repugnantes. No sabe lo que es festín. No le dan ni de lo que tiran de la mesa del rico. Sólo los perros callejeros se le acercan a lamerle las llagas. No posee nada, excepto un nombre, «Lázaro» o Eliezer que significa «Mi Dios es ayuda».

La escena es insoportable. El «rico» lo tiene todo. No necesita ayuda alguna de Dios. No ve al pobre. Se siente seguro. Vive en la inconsciencia total. ¿No se parece a nosotros? Lázaro, por su parte, es un ejemplo de pobreza total: enfermo, hambriento, excluido, ignorado por quien le podría ayudar. Su única esperanza es Dios. ¿No se parece a tantos millones de hombres y mujeres hundidos en la miseria?

La mirada penetrante de Jesús está desenmascarando la realidad. Las clases más poderosas y los estratos más míseros parecen pertenecer a la misma sociedad, pero están separados por una barrera casi invisible: esa puerta que el rico no atraviesa nunca para acercarse a Lázaro.

Jesús no pronuncia palabra alguna de condena. Es suficiente desenmascarar la realidad. Dios no puede tolerar que las cosas queden así para siempre. Es inevitable el vuelco de esta situación. Esa barrera que separa a los ricos de los pobres se puede convertir en un abismo infranqueable y definitivo.

El obstáculo para hacer un mundo más justo somos los ricos que levantamos barreras cada vez más seguras para que los pobres no entren en nuestro país, ni lleguen hasta nuestras residencias, ni llamen a nuestra puerta. Dichosos los seguidores de Jesús que rompen barreras, atraviesan puertas, abren caminos y se acercan a los últimos. Ellos encarnan al Dios que ayuda a los pobres.

CC - TOrdinario - 25d (Pagola)

Lucas 16, 1 – 13
CRISTIANISMO IMPOSIBLE
José Antonio Pagola

Jesús era ya adulto cuando Antipas puso en circulación monedas acuñadas en Tiberíades. Sin duda, la monetización suponía un progreso en el desarrollo de Galilea, pero no logró promover una sociedad más justa y equitativa. Fue al revés.

Los ricos de las ciudades podían ahora operar mejor en sus negocios. La monetización les permitía «atesorar» monedas de oro y plata que les proporcionaban seguridad, honor y poder. Por eso llamaban a ese tesoro «mamona», dinero «que da seguridad».

Mientras tanto, los campesinos apenas podían hacerse con algunas monedas de bronce o cobre, de escaso valor. Era impensable atesorar «mamona» en una aldea. Bastante tenían con subsistir intercambiándose entre ellos sus modestos productos.

Como ocurre casi siempre, el progreso daba más poder a los ricos y hundía un poco más a los pobres. Así no era posible acoger el reino de Dios y su justicia. Jesús no se calló: «Ningún siervo puede servir a dos amos pues se dedicará a uno y no hará caso del otro… No podéis servir a Dios y al Dinero» (mamona). Hay que escoger. No hay alternativa.

La lógica de Jesús es aplastante. Si uno vive subyugado por el Dinero pensando sólo en acumular bienes, no puedes servir a ese Dios que quiere una vida más justa y digna para todos, empezando por los últimos.

Sus palabras tuvieron que sacudir la conciencia de quienes le escuchaban. Para ser de Dios, no basta formar parte del pueblo elegido ni darle culto en el templo. Es necesario mantenerse libre ante el Dinero y escuchar su llamada a trabajar por un mundo más humano.

Algo falla en el cristianismo de los países ricos, cuando somos capaces de afanarnos por asegurar y acrecentar más y más nuestro bienestar, sin sentirnos interpelados por el mensaje de Jesús y el sufrimiento de los pobres del mundo. Algo falla cuando somos capaces de vivir lo imposible: el culto a Dios y el culto al Bienestar.

Algo importante falla en la Iglesia de Jesús cuando, en vez de gritar con nuestra palabra y nuestra vida que no es posible la fidelidad a Dios y el culto a la riqueza, contribuimos a adormecer las conciencias, desarrollando una religión burguesa y tranquilizadora.

Thursday, September 13, 2007

CC - TOrdinario - D24 (Pagola)

Lucas 15, 1 – 32
EL DIOS DE LOS PERDIDOS
José Antonio Pagola

Jesús buscaba sin duda la «conversión» de todo el pueblo de Israel. Nadie lo dudaba. Entonces, ¿por qué perdía el tiempo acogiendo a prostitutas y recaudadores, gente al fin y al cabo indeseable y pecadora? ¿Por qué se despreocupaba de los que vivían en el marco de la Alianza y se dedicaba tanto a un pequeño grupo de perdidos y perdidas?

Jesús respondió con varias parábolas. Quería meter en el corazón de todos algo que llevaba muy dentro. Los «perdidos» le pertenecen a Dios. Él los busca apasionadamente y, cuando los recupera, su alegría es incontenible. Todos tendríamos que alegrarnos con él.

En una de las parábolas habla de un «pastor insensato» que ha perdido una oveja. Aunque está perdida, aquella oveja es suya. Por eso, no duda en salir a buscarla, abandonando en «el campo» al resto del rebaño. Cuando la encuentra, su alegría es indescriptible. «La carga sobre los hombros», en un gesto de ternura y cariño, y se la lleva a casa. Al llegar, invita a sus amigos a compartir su alegría. Todos le entenderán: «He encontrado la oveja que se me había perdido».

La gente no se lo podía creer. ¿No es una locura arriesgar así la suerte de todo el rebaño? ¿Acaso una oveja vale más que las noventa y nueve? ¿Puede este pastor insensato ser metáfora de Dios? ¿Será verdad que Dios no rechaza a los «perdidos», sino que los busca apasionadamente? ¿Será cierto que el Padre no da a nadie por perdido?

La parábola explica muy bien por qué Jesús busca el encuentro con pecadores y prostitutas. Su actuación con las «ovejas perdidas» de Israel hace pensar. ¿Dónde se mueven hoy los pastores llamados a actuar como Jesús? ¿Dentro del redil o junto a las ovejas alejadas? ¿Cuántos se dedican a escuchar a los «perdidos», ofrecerles la amistad de Dios y acompañarlos en su posible retorno al Padre?

Nosotros somos más «sensatos» que Jesús. Para nosotros, lo primero es cuidar y defender a los cristianos. Luego, gritar desde lejos a toda esa gente perdida que vive al margen de la moral que predicamos. Pero entonces, ¿cómo podrán creer que Dios no los está condenando desde lejos sino buscando desde cerca?

CC - TOrdinario - D23 (Pagola)

Lucas 14, 25 – 33
CRISTIANOS LÚCIDOS
José Antonio Pagola

Es un error pretender ser «discípulos» de Jesús sin detenerse nunca a reflexionar sobre las exigencias concretas que encierra seguir sus pasos, y sobre las fuerzas con que hemos de contar para ello. Nunca pensó Jesús en seguidores inconscientes, sino en personas lúcidas y responsables.

Las dos imágenes que emplea son muy concretas. Nadie se pone a «construir una torre» sin tomarse un tiempo para reflexionar sobre cómo debe actuar para lograr acabarla. Sería un fracaso empezar a «construir» y no poder llevar a término la obra iniciada.

El evangelio que propone Jesús es una manera de «construir» la vida. Un proyecto ambicioso, capaz de transformar nuestra existencia. Por eso no es posible terminar viviendo de manera evangélica sin detenerse a reflexionar sobre las decisiones oportunas a tomar en cada momento.

También es claro el segundo ejemplo. Nadie se enfrenta de manera inconsciente a un adversario que le viene a atacar con un ejército mucho más poderoso, sin reflexionar previamente si aquel combate terminará en victoria o será un suicidio. Seguir a Jesús es enfrentarse contra los adversarios del reino de Dios y su justicia. No es posible luchar a favor del reino de Dios de cualquier manera. Se necesita lucidez, responsabilidad y decisión.

En los dos ejemplos de Jesús se repite lo mismo: los dos personajes «se sientan» a reflexionar sobre las verdaderas exigencias, los riesgos y las fuerzas con que han de contar para llevar a cabo su cometido. Según Jesús, entre sus seguidores, siempre será necesaria la meditación, el debate, la reflexión. De lo contrario, el proyecto cristiano puede quedar inacabado.

Es un error en la Iglesia de Jesús ahogar el diálogo e impedir el debate. Necesitamos más que nunca reflexionar y deliberar juntos sobre la conversión que hemos de vivir hoy los seguidores de Jesús. No seguir trabajando como si nada pasara. «Sentarnos» para pensar con qué fuerzas hemos de construir el reino de Dios en la sociedad moderna. De lo contrario nuestra evangelización será una «torre inacabada».