Monday, June 25, 2007

CC - TOrdinario - 13do (Pagola)

Lucas 9, 51 – 62
MOVERSE
José Antonio Pagola

Las primeras generaciones cristianas nunca olvidaron que ser cristiano es «seguir» a Jesús y vivir como él. Así de claro y sencillo. Por eso le da Lucas tanta importancia a tres dichos de Jesús.

A Jesús no se le puede seguir buscando seguridad, pues él «no tiene donde reclinar la cabeza». Para seguir a Jesús, hay que olvidarse de otras obligaciones pues lo primero es «anunciar el reino de Dios». A Jesús no se le puede seguir «mirando hacia atrás» pues quien le sigue así, «no vale para el reino de Dios».

«Seguir» a Jesús es una metáfora que los discípulos aprendieron por los caminos de Galilea. Para ellos significa en concreto: no perder de vista a Jesús; no quedarse parados lejos de él; caminar, moverse y dar pasos tras él. «Seguir» a Jesús exige una dinámica de movimiento. Por eso, el inmovilismo dentro de la Iglesia es una enfermedad mortal: mata la pasión por seguir a Jesús compartiendo su vida, su causa y su destino.

El instinto por sobrevivir en medio de la sociedad moderna nos lleva hoy a los cristianos a buscar seguridad. La jerarquía se afana por recuperar un apoyo social que va decreciendo. Las comunidades cristianas pierden peso y fuerza para influir en el ambiente. No sabemos «dónde reclinar la cabeza». Es el momento de aprender a seguir a Jesús de manera más despojada y vulnerable, pero también más auténtica y real.

En la Iglesia vivimos con frecuencia distraídos por costumbres y obligaciones que provienen del pasado pero no ayudan hoy a generar vida evangélica. Hay pastores que se sienten como «muertos dedicados a enterrar muertos». Es el momento de volver a Jesús y buscar primero el reino de Dios. Sólo así nos colocaremos en la verdadera perspectiva para entender y vivir la fe cristiana como quería él.

Pero quienes miran sólo para atrás, no valen para el reino de Dios. Cuando se ahoga la creatividad, se mata la imaginación evangélica y se controla toda novedad como peligrosa, se está promoviendo una religión estática que impide el seguimiento vivo a Jesús. Es el momento de buscar una vez más «vino nuevo en odres nuevos». Lo pedía Jesús.

CC - TOrdinario - NJBautista24VI (Pagola)

Fiesta de Juan Bautista
24 de junio
Lucas 1,57 – 66. 80
¿A QUIÉN SEGUIMOS?
José Antonio Pagola

Los evangelios presentan un fuerte contraste entre la actuación de Juan y la de Jesús. La preocupación suprema de Juan es el pecado que está corrompiendo al pueblo entero; por eso se sale de la tierra prometida y marcha al desierto para predicar desde allí la conversión a Dios. Para Jesús, por el contrario, la primera preocupación es el sufrimiento de quienes son víctimas de esas injusticias y pecados; por eso deja el desierto y va visitando las aldeas de Galilea anunciando la Buena Noticia de un Dios que quiere una vida más humana.

La tarea de Juan es clara: denunciar los pecados, llamar a los pecadores a penitencia y ofrecer un bautismo de conversión y perdón; por eso lo llaman «Bautista», el bautizador. El quehacer de Jesús es diferente: cura a los enfermos, acoge a los pecadores y ofrece la salud y el perdón gratuito de Dios sin necesidad de bautizarse en el Jordán; por eso, lo llaman curador y amigo de pecadores.

El lenguaje del Bautista es duro y da miedo; habla de la «ira» de Dios que llega como un leñador blandiendo su hacha para cortar de raíz los árboles estériles; el pueblo ha de vivir preparándose para la llegada del juicio inminente de este Dios. Jesús, por el contrario, narra parábolas que jamás se le hubieran ocurrido al Bautista; el que llega es un Padre bueno y cercano, compasivo y perdonador. Su palabra despierta confianza y alegría. El pueblo lo ha de acoger ahora mismo creando una convivencia más justa, fraterna y compasiva.

El Bautista no hace gestos de bondad. No se compadece ante el sufrimiento: no se acerca a curar a los enfermos. No ve la marginación de los más desgraciados: no toca a los leprosos ni libera a los endemoniados. No se fija en los débiles: no abraza a los niños de la calle. No come con pecadores: vive encerrado en su vida solitaria del desierto. Jesús, por el contrario, se dedica a curar, liberar del mal, acoger, bendecir, perdonar. Lo suyo es introducir en la vida salud, perdón, paz, amistad, fraternidad.

¿De quién somos nosotros? ¿Seguimos al Bautista o a Jesús? ¿Somos «bautistas» o «cristianos»? ¿Nos hemos quedado en el precursor o vivimos acogiendo a Jesucristo?.

Wednesday, June 13, 2007

CC - TOrdinario - 11d (Pagola)

Lucas 7,36 – 8,3
MIRADA DIFERENTE
José Antonio Pagola

La prostituta del pueblo interrumpe de pronto el banquete organizado por un fariseo para agasajar a Jesús. En cuanto la ve, Simón la reconoce y se pone nervioso. Conoce bien a estas prostitutas que se acercan al final de los banquetes en busca de clientes.

La prostituta se dirige directamente a Jesús. No dice nada. Está conmovida. No sabe cómo expresarle su agradecimiento y rompe a llorar. Sus lágrimas riegan los pies de Jesús. Olvidándose de los presentes, se suelta la cabellera y se los seca. Besa una y otra vez aquellos pies queridos, y, abriendo un pequeño frasco que lleva colgando de su cuello, se los unge con perfume.

El fariseo contempla la escena horrorizado. Su mirada de hombre experto en la ley sólo ve en aquella mujer una «pecadora» indigna que está contaminando la pureza de los comensales. No repara en sus lágrimas. Sólo ve en ella los gestos de una mujer de su oficio que sólo sabe soltarse el cabello, besar, acariciar y seducir con sus perfumes.

Su mirada de desprecio le impide, al mismo tiempo, reconocer en Jesús al profeta de la compasión de Dios. Su acogida y su ternura hacia esta mujer lo desconciertan. No puede ser un profeta.

La mirada de Jesús es diferente. En aquel comportamiento que tanto escandaliza al «moralista» Simón, él sólo ve el amor y el agradecimiento grande de una mujer que se sabe muy querida y perdonada por Dios. Por eso se deja tocar y querer por ella. Le ofrece el perdón de Dios. Le ayuda a descubrir dentro de sí misma una fe que la está salvando y le anima a vivir en paz.

Jesús no fue visto nunca como representante de la norma sino como profeta de la compasión de Dios. Por eso, en el movimiento de los que hoy tratamos de seguirle, no necesitamos «maestros» que desprecien a los pecadores y descalifiquen a los «profetas» de la compasión de Dios. Necesitamos cristianos que miren a los marginados morales, los desviados y los indeseables con los ojos con que los miraba Jesús. Dichosos los que están junto a ellos y ellas sosteniendo su dignidad humana y despertando su fe en ese Dios que los ama, entiende y perdona como nosotros no sabemos hacerlo.

CC - TOrdinario - Corpus (Pagola)

Cuerpo y Sangre de Cristo
Lc 9, 11b - 17
CADA DOMINGO
José Antonio Pagola

Para celebrar la eucaristía dominical no basta con seguir las normas prescritas o pronunciar las palabras obligadas. No basta tampoco cantar, santiguarse o darnos la paz en el momento adecuado. Es muy fácil asistir a misa y no celebrar nada en el corazón; oír las lecturas correspondientes y no escuchar la voz de Dios; comulgar piadosamente sin comulgar con Cristo; darnos la paz sin reconciliarnos con nadie. ¿Cómo vivir la misa del domingo como una experiencia que renueve y fortalezca nuestra fe?.

Para empezar, es necesario escuchar desde dentro con atención y alegría la Palabra de Dios y, en concreto, el evangelio de Jesús. Durante la semana hemos visto la televisión, hemos escuchado la radio y hemos leído la prensa. Vivimos aturdidos por toda clase de mensajes, voces, ruidos, noticias, información y publicidad. Necesitamos escuchar otra voz diferente que nos cure por dentro.

Es un respiro escuchar las palabras directas y sencillas de Jesús. Traen verdad a nuestra vida. Nos liberan de engaños, miedos y egoísmos que nos hacen daño. Nos enseñan a vivir con más sencillez y dignidad, con más sentido y esperanza. Es una suerte hacer el recorrido de la vida guiados cada domingo por la luz del evangelio.

La plegaria eucarística constituye el momento central. No nos podemos distraer. «Levantamos el corazón» para dar gracias a Dios. Es bueno, es justo y necesario agradecer a Dios por la vida, por la creación entera, por el regalo que es Jesucristo. La vida no es sólo trabajo, esfuerzo y agitación. Es también celebración, acción de gracias y alabanza a Dios. Es un respiro reunirnos cada domingo para sentir la vida como regalo y dar gracias al Creador.

La comunión con Cristo es decisiva. Es el momento de acoger a Jesús en nuestra vida para experimentarlo en nosotros, para identificarnos con él y para dejarnos trabajar, consolar y fortalecer por su Espíritu.

Todo esto no lo vivimos encerrados en nuestro pequeño mundo. Cantamos juntos el Padrenuestro sintiéndonos hermanos de todos. Le pedimos que a nadie le falte el pan ni el perdón. Nos damos la paz y la buscamos para todos.