6DO.I.B - 2012 (Mulet)
Francesc Mulet escolapio
En el texto de este domingo nos encontramos un breve diálogo de fe entre Cristo y un enfermo de lepra; que concluye con la curación de éste por Jesús. El enfermo es reintegrado así a la comunidad de los hermanos, de la que su enfermedad le apartaba según la prescripción del Levítico.
Criterio último y definitivo para conocer al cristiano maduro en su fe es ver cómo se relaciona con Dios, viviendo su fe como diálogo y no como monólogo egocéntrico. La fe como diálogo comienza por la absoluta disponibilidad para escuchar a Dios, a fin de darle después una respuesta personal que nos capacita para el testimonio exterior.
Cuanto más inmadura es la fe, es decir, la experiencia y el contacto con Dios, mayor será el deseo, la tentación y el peligro de buscar un sistema de seguridad por medio de un montaje religioso, calculado a la propia medida. Esto se da tanto a nivel popular como a nivel teológico y pastoral. A nivel popular se plasma en lo que podemos llamar "el seguro religioso del pequeño burgués", instalado en su rutina egoísta y conservadora. A nivel teológico-pastoral, frente a una teología que avanza en el diálogo y compromiso con el mundo, hay quienes prefieren un sistema férreo de conceptos teológicos y normas fijas que aquilata al milímetro los términos, pero que desdibuja la transmisión del misterio y se despreocupa de la vida.
Es evidente que el camino hacia una fe madura conlleva crisis y dificultades. Unas provienen del exterior, otras del interior. Entre las dificultades provenientes de fuera de la persona hay que enumerar al menos tres:
1ª. La escasa transparencia de los medios y signos por los que habitualmente nos llega la fe: palabra, sacramentos y comunidad.
2ª. Las deficiencias en la transmisión de la fe: educación religiosa en la familia, en la catequesis, en la enseñanza y en la predicación en general.
3ª. La falta de testimonio vivo de fe en su conducta familiar, laboral y social por parte de quienes se dicen creyentes y cristianos. Ésta tercera es la causa más grave de las tres.
El diálogo de una fe madura se realiza con Dios, mediante la oración y la meditación, que han de ser también revisión de vida; así las relaciones fraternas y los asuntos temporales se ven en relación con Dios. Finalmente el diálogo de la fe aterriza y se encarna en el mundo y en la realidad, prosaica a veces, esperanzada otras, conflictiva las más y humana siempre.
El evangelio nos enseña a dialogar con el Señor. Ánimo y a seguir adelante en esta tarea.
Que tengas una buena semana y que reces también por los escolapios.
Un abrazo,
Francesc Mulet
En el texto de este domingo nos encontramos un breve diálogo de fe entre Cristo y un enfermo de lepra; que concluye con la curación de éste por Jesús. El enfermo es reintegrado así a la comunidad de los hermanos, de la que su enfermedad le apartaba según la prescripción del Levítico.
Criterio último y definitivo para conocer al cristiano maduro en su fe es ver cómo se relaciona con Dios, viviendo su fe como diálogo y no como monólogo egocéntrico. La fe como diálogo comienza por la absoluta disponibilidad para escuchar a Dios, a fin de darle después una respuesta personal que nos capacita para el testimonio exterior.
Cuanto más inmadura es la fe, es decir, la experiencia y el contacto con Dios, mayor será el deseo, la tentación y el peligro de buscar un sistema de seguridad por medio de un montaje religioso, calculado a la propia medida. Esto se da tanto a nivel popular como a nivel teológico y pastoral. A nivel popular se plasma en lo que podemos llamar "el seguro religioso del pequeño burgués", instalado en su rutina egoísta y conservadora. A nivel teológico-pastoral, frente a una teología que avanza en el diálogo y compromiso con el mundo, hay quienes prefieren un sistema férreo de conceptos teológicos y normas fijas que aquilata al milímetro los términos, pero que desdibuja la transmisión del misterio y se despreocupa de la vida.
Es evidente que el camino hacia una fe madura conlleva crisis y dificultades. Unas provienen del exterior, otras del interior. Entre las dificultades provenientes de fuera de la persona hay que enumerar al menos tres:
1ª. La escasa transparencia de los medios y signos por los que habitualmente nos llega la fe: palabra, sacramentos y comunidad.
2ª. Las deficiencias en la transmisión de la fe: educación religiosa en la familia, en la catequesis, en la enseñanza y en la predicación en general.
3ª. La falta de testimonio vivo de fe en su conducta familiar, laboral y social por parte de quienes se dicen creyentes y cristianos. Ésta tercera es la causa más grave de las tres.
El diálogo de una fe madura se realiza con Dios, mediante la oración y la meditación, que han de ser también revisión de vida; así las relaciones fraternas y los asuntos temporales se ven en relación con Dios. Finalmente el diálogo de la fe aterriza y se encarna en el mundo y en la realidad, prosaica a veces, esperanzada otras, conflictiva las más y humana siempre.
El evangelio nos enseña a dialogar con el Señor. Ánimo y a seguir adelante en esta tarea.
Que tengas una buena semana y que reces también por los escolapios.
Un abrazo,
Francesc Mulet
Labels: Celebración, Ciclo B, Comentario, Domingo, Evangelio, Ordinario
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