Friday, January 27, 2012

4DO.I,B 2012 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

Si al llegar la plenitud de los tiempos Dios no habló ya por intermediarios, sino por su propio Hijo, eso tenía que notarse en la palabra de Jesús. Él no habla con autoridad vicaria, sino propia. Los profetas comenzaban siempre así: "Esto dice el Señor". En cambio, Jesús afirma:"Habéis oído que se dijo a los antiguos..., pero yo os digo".

Cristo tampoco hablaba como los rabinos, que comentaban la Escritura a base de citar autoridades y de casuística atomizada, cargando fardos pesados sobre los oyentes. No; el estilo de enseñar de Jesús era más bien liberador; era el anuncio de una buena noticia para los sencillos. Naturalmente, la gente captó la diferencia; por eso le entusiasmaba, "porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad".

Es la autoridad que viene del carisma y no del poder; por esa autoridad optó Jesús. El poder se da y se quita a dedo o por los votos, pero la autoridad se gana a pulso, se merece y se goza. Tener autoridad supone tener carisma. Éste era el punto fuerte de Jesús, quien, por otra parte, había renunciado a todo poder para sí y los suyos: "El que quiera ser el primero entre vosotros que se haga el último y el servidor de todos. Igual que el Hijo del hombre que no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos" (Mc 10,44s).

El poder abre muchas puertas, llena muchos bolsillos, obliga, impone silencio, se atribuye carismas e incluso suplanta al Espíritu; pero no sirve para hacer mejores y más libres a las personas. En cambio, el carisma no se atribuye poderes, habla hasta con el silencio, libera al hombre y transparenta el Espíritu. Éste segundo fue el estilo de Jesús y debe ser el del cristiano y la Iglesia.

El evangelista San Marcos relaciona más estrechamente que los otros dos la actividad docente del Señor con su revelación como Mesías e Hijo de Dios. ¿Cómo? A base de conectar la enseñanza de Jesús con sus milagros, cuya abundante narración viene a apoyar la palabra del maestro. Ambos aspectos, mensaje y obras, ponen de manifiesto la autoridad superior y el poder mesiánico de Jesús, revelando su persona divina.

Una autoridad personal y diferente es lo que demuestra Jesús en su enseñanza y sus obras, porque no se basa en la fuerza, sino en el carisma. Cuando en más de una ocasión sus enemigos lo increpan: ¿Con qué autoridad haces esto?, Cristo se remite precisamente al testimonio de sus obras. Ellas probaban sobradamente su identidad mesiánica, que sus adversarios no querían reconocer, cegados por la idea de un mesías poderoso.

Pero estas obras a las que Cristo se remite no son actos de fuerza avasalladora, sino servicio humilde a la liberación de los pobres, los enfermos y los esclavos del pecado. Por eso, el significado más profundo de las curaciones que Jesús realiza, por ejemplo, de "endemoniados"como el de hoy, es, sin duda, su dimensión liberadora de la persona. Aquí radica la grandeza de quien vino a servir y a salvar lo perdido.

Te pido que tengas ánimo y sigas animado en el camino de Jesús.

Reza por los escolapios. Un fuerte abrazo,

Francesc Mulet i Ruís

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