Friday, January 27, 2012

2DO.I,B Homilía 2012 (Ángel)

Domingo II del T.O. (ciclo B )
Ángel Martínez, escolapio

Creo que la primera lectura marca una de las síntesis a que suelen prestarse las lecturas de cada domingo; dicha síntesis, en este caso, estaría acorde con el misterio navideño del que acabamos de salir, y sobre el que San Juan, que insiste tantas veces en sus escritos: el Verbo, la ‘Palabra’, apareció en carne, hombre como nosotros; lo cual quiere decir, que su presencia entre nosotros, lo invadió, al menos modélicamente, todo, y por todo entendemos todas las estructuras del ser humano, no sólo las intelectivas sobre las que recae la doctrina, sino también las sensibles, que son la base de todas las relaciones humanas, es decir, de la Vida. Porque precisamente la primera lectura de este domingo, II del T. O., nos habla también de la Palabra del Señor que Samuel aún no conocía, pues todavía no se le había revelado el Señor a través de ella. La lectura nos puede recordar la lectio divina que tuvimos el pasado lunes sobre el inicio del evangelio de Juan: ‘En el principio era la Palabra’.

Pasando por alto las hipótesis de los biblistas, de si San Juan al encabezar su evangelio identificando a Dios con la Palabra, de entrada, y con su Hijo en la plenitud de los tiempos después, quiso con ello dar una contrarréplica al ‘logos’ griego de la cultura helénica en la que él forzosamente estuvo inmerso, y si con esa respuesta, quiso cortar también de cuajo toda aplicación al Jesús ya no conocido por sus contemporáneos –recordemos que Juan alcanzó la segunda y aun la tercera generación de cristianos tras la desaparición de los que habían conocido al Señor-, de elucubraciones filosóficas, que podían situar y elevar a Jesús, en el contagioso mundo de los mitos de todo el pensamiento griego... desgajándolo del mundo de los vivos, en el Olimpo de los dioses, con la buena supuesta intención de dotar al Señor de una autoridad, de la que les parecía carecer suficientemente el simple Jesús de los evangelios, sin advertir que la fuerza social de Jesús, su pedigrí, diríamos hoy, estaba precisamente en su condición absolutamente encarnada, humana, probado, experimentado en todo menos en el pecado-...

De hecho las terminantes afirmaciones con que el evangelista Juan comienza su evangelio, tan ajenas al modus completamente hebreo de los sinópticos, no están muy alejadas de tales interpretaciones o sospechas, pues lo que sí es totalmente verídico es que Juan quiere terminar con las pretensiones de moda de los ‘últimos tiempos’, dice él, –expresión también tajante de Juan, esa de ‘los últimos tiempos’- a todas las especies de gnosticismo que proliferaban en esos ‘últimos tiempos’.

Pero es que además la Palabra de la revelación y de la Encarnación nada tienen que ver con el logos griego, que es idea, razón, simple pensamiento, producto de sí mismo, que a lo más que puede llevar al hombre, cuando se convierte en técnica, es a un mejoramiento notable de su vida sobre la inhóspita tierra, que no es poco ciertamente, pero nunca a la conversión de tipo evangélico, puerta sine qua non para llegar a salvación eterna.

Mientras que al identificar a Dios con la Palabra, está el evangelista recalcando aquel aspecto a través del cual Dios puede comunicarse, hacerse entender de su creatura:, la Palabra, primero a través de la revelación veterotestamentaria –el ‘oráculo del Señor’ de tantas páginas de la Biblia y luego hecha carne modélica pero cálida para el hombreen la persona de Jesús. Porque ciertamente esa Palabra es algo que le llega al hombre ‘desde fuera’ a través de una de las sensibilidades más íntimas del mismo: la del oído, más incluso que la de la vista, expuesta a tanta atracción de los engañosos colores del exterior que con frecuencia nos hacen olvidar a los hombres que la sede de su vida auténtica está en la respuesta ‘personalizada’ de su interior a la voz, a la Palabra que suena ‘gratuitamente’, pero dentro de su condición real. Mientras que el oído despojado de todo revestimiento colorista le obliga al hombre a la indagación del origen de la Palabra, le sume en un silencio oscuro, silencioso de la búsqueda personal de su significado para él, de su contenido. Por eso califica la misma Biblia la eficacia de esa misma Palabra cuando de ella dice ‘que no volverá a mí vacía, pues es más eficaz que cuchillo de doble filo. Por eso Juan nos habló de Palabra, sonido sonoro, valga el pleonasmo, cargado no sólo de contenido sino de fuerza, de empuje vigoroso por sí misma hasta producir vida.

Y eso es lo que le ocurrió a Samuel adoctrinado por el Sacerdote de turno: presta oído a la palabra de Dios, hijo, le dijo Helí. Y la Palabra hecha carne, cuando quiso revelarnos sus orígenes se entregó a la ‘predicación oral’ de la palabra, valga una vez más el pleonasmo; y el mismo Jesús predicador antes de dejarnos ‘en este valle hondo oscuro, en soledad y llanto’ mandó a los suyos euntes in mundum universum praedicate evangelium omni creaturae. Misión que la Iglesia no ha dejado de cumplir a través de los tiempos y que es la primera arma de su pacífica pero eficacísima batalla de conquista.

Pues eso: la palabra es un elemento sensible, capaz de transformar los hábitos también sensibles de todo nuestro cuerpo, que, tras escuchar la Palabra no puede ya vivir de y para su sola sensibilidad, como nos lo advierte Pablo en la segunda lectura de hoy: el cuerpo es para Dios y Dios para el cuerpo, que está llamado a ser llevado a una vida superior en la resurrección del Hijo, de cuyo cuerpo somos ya miembros; de modo que el cuerpo, sede de todas las sensibilidades del hombre debe ser respetado y mimado con atención y cuidado para que no se nos estropee, pues cuerpo empecatado lo primero que pierde son las virtudes más propias del cristiano, la fe, la esperanza y la caridad y se hace habitáculo inepto para toda percepción del espíritu a través de la Palabra y para cualquier realización altruista. Los terrenos donde el vicio asienta su indiferencia moral -fomentada infernalmente, hay que decirlo, tantas veces desde arriba- se convierten en tierra valdía donde la planta del cristianismo muere. Hay que vigilar y enseñar al cuerpo el dominio de sí, mateniéndolo en vigor, y enseñándole- a orar, pues como dice el poeta ‘cuerpo ayuno y desvelado, fácilmente se empereza y más que reza bosteza indevoto y desmayado’. Tenemos los cristianos tantos argumentos para oponernos a la propaganda verdaderamente diabólica del enemigo infernal, y el más vigoroso es el de nuestra salud espiritual y el de nuestra alegría...

Pues eso, que asomándonos finalmente al evangelio de hoy, también en él se nos muestra el valor de lo sensible, en este caso de la amistad con Jesús de sus primeros seguidores: ‘Dónde habitas, maestro? Venid y lo veréis. Fueron y lo vieron y se quedaron con él hasta las tantas de la noche’. No han comenzado así, en la historia tantos movimientos de carácter político y social? Pues también el religioso debe vaciarse a fondo y con acierto en todos los medios que al hombre le ofrece su condición de sensible, porque, además, estos movimientos mueven al hombre a la misión, como en el caso de Andrés que tras los primeros contactos con el Señor convenció a su hermano Pedro a que fuera con él a conocerlo. Y de ahí salió el Pedro-piedra, el cefas-cabeza primera de la Iglesia peregrina.

Concluyendo: Todo en la historia de la revelación se reduce a Palabra, Palabra hablada y escuchada, el ‘oráculo del Señor’ de tantas páginas de la Biblia: Multifarie multisque modis Deus loquens olim patribus in prophetis, novissimis diebus istis locutus est nobis in Filio: Dios, hablando –loquens-, Dios ha hablado –locutus est-: Dios no tiene más que una Palabra, la que nos ha dado en su Hijo y no tiene otra, que dice nuestro San Juan de la Cruz.

Que el Señor nos lo recuerde una y mil veces en su misericordia y aun pidámosle que lo haga con insistencia en nuestra oración personal repitiendo con el niño Samuel: habla, Señor, pero haz que te escuche. Y recordemos al caso la sabia advertencia que nos hacía N.S.P.: La Palabra del Espíritu es, según nos dijo el Señor, como el aire que sopla pero no sabes de dónde viene y, de entrada, a dónde va o qué es lo que quiere; nos conviene estar alerta para que no pase de largo por nuestras vidas. Que así sea.

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