Thursday, June 25, 2009

12DO.II,B - 2009 (Mulet)


Frances Mulet

En la escena evangélica de hoy, la tempestad calmada por Jesús, se nos descubre que el prodigio es realizado por Jesús para suscitar y confirmar la fe de sus discípulos en él: ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?

Jesús dormía en la barca, pero más dormida estaba la fe de sus discípulos. Podemos trasladar la escena a la situación de la Iglesia, tanto la de los orígenes que pronto conoció la persecución, como la Iglesia de hoy y de todos los tiempos que camina entre cansancios y esperanzas hacia Dios. Debido a nuestra poca fe, a veces nos ponemos nerviosos; pero el Señor no falla. Él guía siempre a su Iglesia, lo mismo en tiempo de calma que de crisis y adversidad.

Cuando la tempestad nos azota despiadada, cuando la Iglesia de Cristo es perseguida, cuando nos visita insistentemente el dolor, cuando el mal triunfa y se oscurecen los valores del bien y de la virtud, cuando sufrimos injustamente, cuando la pobreza, la desgracia o la muerte hacen altaneramente acto de presencia en nuestra vida, cuando, en una palabra, nos duele el silencio de Dios que parece estar durmiendo como Jesús en la barca, entonces surge espontánea la queja en nuestros labios: Señor, ¿no te importa que nos hundamos?

Si nuestro grito es oración, está bien; pero si es desconfianza en la Providencia, duda y falta de fe en definitiva, tendremos que escuchar el correctivo de Jesús: ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?

No es el estilo de Dios intervenir directa y milagrosamente contra la maldad de los malos. Aun sin aprobar el mal, respeta la libertad que le dio al hombre y deja actuar a las causas segundas. Pero no perdamos la fe. Dios sabe lo que hace, y el tiempo es suyo, así como la justicia.

Casi a punto de terminar el curso escolar, aún falta un último esfuerzo.

Creo que todavía podré realizar el envío la semana próxima. De inmediato salgo para Peralta, te pido pues tu oración para nuestro próximo Capítulo General y que el Espíritu de Dios venga a nosotros.

Un fuerte abrazo,
Francesc Mulet

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