Saturday, June 13, 2009

10DOII.B.Trinidad - 2009 (Mulet)

Ciclo B
Tiempo ordinario II
10 domingo
Francesc Mulet, escolapio

Es la fiesta de la Santísima Trinidad, el Dios de los cristianos: En su mensaje y persona Cristo fue haciendo una revelación progresiva y dinámica del misterio de Dios, uno y trino.

Nos confesamos monoteístas de principios; pero, de hecho, ¡a cuántos dioses sucedáneos -entiéndase ídolos- damos culto!... La revelación bíblica, especialmente la del antiguo testamento, avisa constantemente de la tentación politeísta.

Periódicamente se hacen encuestas de religiosidad que van constatando el descenso paulatino del número de los creyentes en Dios y, sobre todo, el de los practicantes de la religión que dicen profesar. Lo que no descubren los sondeos es por quién sustituyen a Dios los que no creen en él, y qué imagen del mismo tienen los que se declaran creyentes.

Se constata hoy que bastantes desbancan al único Dios verdadero, sustituyéndolo por los ídolos modernos; y otros muchos se ingenian para colocar junto al Dios vivo los dioses e ídolos de muerte que actualmente parecen estar tolerados y adquieren curso y competencia legal. Estos son algunos:

- El poder, el dinero, la producción y el consumo.
- El culto al cuerpo y a la belleza física, como sublimación del complejo y mito de la juventud eterna.
- El placer como aspiración prioritaria, que se expresa en el sexo y el erotismo, en el alcohol y las drogas.
- La libertad y el personalismo hasta el libertinaje egoísta y el autismo infantil, con sus manifestaciones lamentables en la vida personal, familiar, cívica y laboral.
- La ciencia omnisciente y el progreso técnico que orillan a Dios como superfluo.

Mientras aceptemos sumisos la tiranía de estos ídolos de muerte, sucedáneos del único Dios verdadero, nuestra pretendida fe monoteísta nada tiene que ver con el Dios de vida que en la historia bíblica alcanza su plena revelación en Jesús de Nazaret, en quien Dios nos hace hijos suyos por el Espíritu.

Si de verdad creemos en el Dios de Jesucristo, hemos de reconocerlo como el absoluto, como Dios celoso que no tolera competidores. Por eso, eliminando de nuestra vida los ídolos de muerte, adhirámonos al Dios de vida, el Dios de nuestro Señor Jesucristo.

Ánimo que ya nos queda menos para terminar el curso.

Un abrazo,
Francesc Mulet

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