Thursday, May 28, 2009

6DP.B - 2009 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

En el evangelio de este domingo, junto con el precepto del amor, Cristo nos da también su alegría y su amistad

Necesitamos un tratamiento urgente de alegría en nuestra vida personal y entorno comunitario: familia, trabajo, sociedad. La impresión es que no abunda la gente feliz de verdad, y que escasean las personas profundamente alegres que contagien humor jovial. Todos ocultamos un fondo de insatisfacción, una añoranza de dicha, quizá una amargura de tristeza. ¿Por qué? Aparte de las razones filosóficas y solemnes que apuntan a la radical limitación humana, hay motivos más próximos y menos confesados: el vacío interior, la inmadurez personal, la incapacidad de entrega, en definitiva la ausencia de amor. El que no ama ni se siente amado, está arruinado como persona. Pero Dios siempre nos ama y nos da con qué poder amar.

Amor con sacrificio y con total olvido de sí mismo para darse al hermano necesitado, triste, deprimido, solo, marginado, anciano, enfermo, encarcelado,... es siempre amor verdadero. Como el de Jesús, como el de tantos santos, como el de uno de ellos canonizado en octubre de 1982: san Maximiliano Kolbe. En el campo nazi de Auschwitz se había escapado un preso del Bloque 14. Todos los prisioneros del mismo fueron uniformados para ser diezmados; diez habrían de morir por el fugado. Al caer la suerte a un compañero polaco, padre de familia, Kolbe se ofreció voluntario y murió por él (15 de agosto de 1941).

Pidamos hoy al Señor una buena dosis de alegría pascual. ¡La necesitamos tanto! El gozo con Jesús, que no estará exento del sacrificio que expresa la Eucaristía, pero que es de antemano, como un anticipo del gozo final.

A seguir adelante y animarnos en la tarea que nos queda.

Un fuerte abrazo,
Francesc Mulet

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