Tuesday, April 28, 2009

1DRC,B - 2009 (Mulet)

Semana Santa
Domingo de ramos
Francesc Mulet, escolapio

Ramos y Pasión están en mutua referencia, aunque el primer paso suene a triunfo y el segundo a humillación. Jesús entra en Jerusalén como rey mesiánico, humilde, pacífico, en actitud de servicio y no de poder temporal. Él es el siervo paciente del Señor (lª lect.), y camina hacia su pasión mediante la auto-humillación que expresa el himno de la cristiandad primera, tal como nos lo transmite Pablo (2ª lect.). Aun siendo Dios, Cristo se rebajó hasta someterse a una muerte de cruz, por eso el Padre lo levantó sobre todo. Su abajamiento le mereció la gloria de la resurrección, un nombre sublime y la adoración del universo entero como Señor de la creación.

En la pasión de Cristo se cumplió el repetido anuncio de Jesús sobre su muerte violenta en Jerusalén. La pregunta obvia es: ¿Por qué tenía que ser así? La respuesta más profunda y válida solamente Dios puede darla, pues pisamos el terreno insondable del designio divino y su proyecto eterno de redención realizado en Cristo.

Nos consta la repugnancia natural de Jesús, como hombre que era, ante los sufrimientos de su pasión, tanto físicos, torturas, flagelación, coronación de espinas, crucifixión, como síquicos: traición de Judas, precio de esclavo a su persona, negación de Pedro, deserción general de los discípulos, ingratitud del pueblo judío, envidia y odio de sus jefes religiosos. La "agonía" de Getsemaní es un prólogo suficientemente elocuente a este respecto. Jesús, no obstante, acepta la voluntad del Padre: No se haga mi voluntad, sino la tuya. Éste es el motivo y la razón de la obediencia de Cristo: el deseo del Padre, que es la salvación del hombre. Verdad central de nuestra fe y sumamente alentadora: Dios ha tomado partido por el hombre y lo ama.

Jesús carga con la cruz de su pasión por fidelidad al Padre y por amor al hombre, es decir, por solidaridad con sus hermanos. El motivo parece doble, pero en el fondo es único, porque la voluntad del Padre es el amor y la salvación del hombre; "por nosotros y por nuestra salvación"

Cargar hoy la cruz con Cristo supone ir a contracorriente; es solidarizarse con los que no cuentan socialmente; es optar por la justicia, la verdad y la libertad, aceptando las consecuencias dolorosas a que nos conducirá tal opción; es seguir siendo honestos con Dios cuando lo más fácil y ventajoso puede ser abandonar la ética evangélica: dinero sucio, violencia, sexo, discriminación, revanchismo, divorcio, aborto…

Cargar hoy con la cruz del Señor supone elegir la impopularidad en vez del aplauso inmoral, el perdón y la reconciliación en vez del odio y la venganza. Todo eso es morir con Cristo al pecado para resucitar con él a la vida de Dios.

Intentaré vivirlo aquí en la ciudad con los dos padres mayores y las cofradías por delante de casa. Dios también tendrá misericordia de nosotros.

Un abrazo,
Francesc Mulet i Ruís, escolapi

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