Sunday, February 25, 2007

CC - TOrdinario - D7 (EduardoA)

1ª Lectura: Samuel 26, 2.7-9.12-13.22-23
2ª Lectura: 1ª Corintios 15, 45-49
3ª Lectura: Lucas 6, 27-38


Hoy, en este 7º domingo, se nos da esta última catequesis para cerrar este primer periodo del Tiempo Ordinario, que sigue a la Navidad y finaliza al comenzar la Cuaresma.

Navidad, que es el primer misterio del año litúrgico, y es la puerta de la vida cristiana. El misterio de la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de María, nos revela que Dios se encarna, se hace ser humano, para restaurar la misma naturaleza humana, degradada por los humanos – a este hecho lo llamamos: pecado original que a la vez es originante en el tiempo.

Y así perdonados, redimidos, Dios nos salva de esta vida terrena, que mala no es, pues la hizo Dios y Dios no puede hacer cosas malas; y de nosotros enamorado, nos ofrece una nueva vida, en la que el ser humano se va divinizando ya, en esta vida terrenal, para poder formar parte de la gran familia de Dios, en su Reino: el Padre y el Hijo y el Santo Espíritu a los que se une toda la humanidad divinizada.

En esta catequesis global, de estos 7 domingos del primer periodo del tiempo ordinario, habida en los meses de enero y febrero, se nos ha revelado, que Dios nos ama de tal modo y manera, que se quiere unir místicamente a nosotros, como jamás hombre y mujer algunos han podido estar unidos y que lo manifestó simbólicamente en el relato de las bodas de Caná. Dios se quiere desposar con la Humanidad.

Es un matrimonio místico, como lo experimentó y vivió San Juan de la Cruz, por poner un ejemplo, y que decía a Dios: “¿A dónde te escondiste, Amado, - y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, - habiéndome herido. - Salí tras ti clamando - y ya eras ido”.

Y más adelante, cuando su amor a Dios haya crecido por los muchos encuentros y frecuente trato, le dirá: “¿ Por qué, pues has llagado - aqueste corazón, no lo sanaste? - Y pues me lo has robado - ¿por qué así lo dejaste - y no tomas el robo que robaste?”. Y acabará diciéndole: “Ay, quién podrá sanarme! - Acaba de entregarte ya de vero. - No quieras enviarme de hoy, - más ya mensajero, - que no saben decirme lo que quiero!”.

En la catequesis de hoy nos está revelando y enseñando el Señor, que en esa unión íntima con él tendremos la completa y total felicidad, que todo ser humano anda buscando sin cesar, día y noche, porque Dios mismo nos creo para ser felices y no desdichados. Eso sería un absurdo, un obrar insensato.

Pero para ello hay que purificar nuestro amor, herido y dañado por el pecado de venganza, que es la negación de todo amor; por el pecado de rencor y odio, que destruye el amor; por el pecado de impureza que desfigura y anula el amor.

Hay pues, que hacer una elección entre Dios y el hombre. Dios, poniendo en él nuestra confianza o ponerla en el hombre y, buscando en la carne toda nuestra fuerza. Hay que elegir entre la maldición del desierto o la bendición del árbol frondoso, plantado junto a las corrientes de agua, que no deja de dar fruto, que nos decían el domingo pasado Hay que elegir entre dichosos, bienaventurados vosotros o entre el ¡ay de vosotros, malditos! ¿Lo recordáis, del domingo pasado?.

Para ser dichosos y bienaventurados, se nos dice hoy, hay que purificar el amor del corazón, como antes os decía. Sin esa purificación, nunca llegarás a esa unión íntima con Dios, nunca llegarás a tu plena y total felicidad, sino que te contentarás, como los animales, con las sobras de la basura. Qué pena, ¿verdad? Como os decía antes, hay que purificar nuestro amor, herido y dañado por el pecado de venganza, que es la negación de todo amor; por el pecado de rencor y odio, que destruye el amor; por el pecado de impureza que desfigura y anula el amor.

En la primera lectura nos narran un caso concreto y práctico de ese dominio, ese señorío sobre el instinto de venganza y del rencor. El rey Saúl ha cogido ojeriza y está lleno de envidia de los éxitos de David

Con el comienzo de la monarquía, en Israel, Dios hace pasar su promesa de enviar un Salvador o Mesías a través de uno de los descendientes del rey, que será, pues, ungido, signo de consagración, que manifiesta que el elegido y consagrado, está revestido por el espíritu de Dios y su justicia. Es el guía divino, es el mediador humano.

El Señor te puso hoy en mis manos, le dijo David al rey Saúl, pero yo no quise atentar contra ti, no me quise vengar. Perdona, pues, la vida a su enemigo, que salió en su busca, con un gran ejército para matarle. David respeta y venera la sacralidad de la función real mesiánica del rey Saúl, símbolo de Dios - Salvador.

El hombre de las bienaventuranzas es el hombre generoso, abierto a la comprensión del enemigo, lleno de paciencia. Así el Cristianismo y la Iglesia son creíbles. Ese valor y ánimo fuerte para perdonar y hacer del enemigo, un amigo, es como el DNI del verdadero cristiano, seguidor de Cristo, es su carné de identidad cristiana, que como Jesús, pedirá y dirá de aquellos que lo explotan y hasta le dan muerte cruel: “Padre, perdónalos, que no saben lo que se hacen”

El cristiano de verdad, de verdad, no tiene enemigos, porque a los que se dicen sus enemigos, él los ha hecho amigos. No solo, pues perdonarlos, que por ahí se empieza, sino después hacerles amigos y no simplemente compañeros perdonados. Eso es mucho, eso es demasiado para las fuerzas humanas, pero ese es el listón, al que hay que llegar poco a poco, para ser cristianos de verdad. Solos no lo podemos hacer, pero con su gracia todo lo conseguiremos y su gracia, su ayuda, no nos va a faltar. Aun se oye el eco de su voz: “Ya no os llamaré siervos, a vosotros os llamaré amigos, porque todo cuanto me ha dicho el Padre os lo he dado a conocer”. Entre los amigos no hay secretos.

Nuestra realidad es terrena y temporal. Pero seremos imagen del hombre celestial. El hombre ha soñado siempre con ser un super - hombre, pero el despertar de este sueño ha sido siempre trágico. Sueño nazi, despertar horroroso: 6 millones de judíos masacrados y una guerra aun más cruel si cabe, la guerra del 1939 a 1945. Sin embargo el nuevo Adán, es decir, Jesucristo resucitado, nos garantiza el sueño. No de simples super-hombres, sino hombres celestiales, al resucitar con él, resucitado, empezando a vivir, no el sueño, sino la realidad de una nueva vida, con la carne, el cuerpo y el espíritu glorificados.

Nos lanzamos a esa carrera de ser nosotros mismos, tal como Dios nos creo, para ser felices, dichosos, bienaventurados al ser trasformados por Cristo resucitado, en resucitados a una nueva manera de vivir y de ser: no hombres terrenales, sino hombres celestiales, no seres temporales, sino seres eternos.

Prepararemos, con renovadas catequesis y homilías, la profundización de este misterio mayor y cumbre de la RESURRECCIÓN DE JESÚS, que anuncia la nuestra, e intentaremos vivir ese misterio de resurrección con más fe comprometida, más alegría contagiosa, más esperanza esperanzada y amorosa.

Nos ayudará en este empeño la cuaresma, cuarenta días, de preparación, con la limosna, la oración y el ayuno para celebrar, vivir e interiorizar el otro gran misterio de la vida cristiana, que es misterio cumbre y central: LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO, al tercer día de entre los muertos, que anuncia nuestra propia resurrección.

Pero procurando no caer en la trampa multisecular de la historia de la Cuaresma : PONEMOS TODO EL ESFUERZO, EL CORAGE, LA ENERGIA , EL TRABAJO PARA VIVIR Y PRACTICAR LA CUARESMA PARA QUE SE NOS PERDON LOS PECADOS.

¿Para qué queremos que se nos perdonen los pecados? La meta, el objetivo es PARA CONSEGUIR LA VIDA ETERNA, pero que sabemos muy poco de ella: qué es y en qué consiste y vivimos aun menos ese glorioso final anticipado, porque durante los 7 domingos de la Pascua , estamos agotados, cansados, rendidos, exhaustos y hasta un poco hartos de actos y ceremonias religiosas de la Cuaresma.

Cuaresma y Pascua se parecen al fenómeno bengala. Sube la bengala a los cielos en la noche y lo llena de luz y de color de procesiones, de cofradías penitentes, de actos religiosos de oraciones y cantos. Es un espectáculo que dura muy poco, un momento, una semana. El cielo queda a oscuras y las calles e iglesias, llenas de cera. Y todo acaba en un palo negruzco de la bengala, que cae por tierra. Solo ese palo o varita carbonizada, queda para LA PASCUA DE RESURRECCIÓN de JESUCRISTO.

¡Pobre Pascua! ¡Pobres cristianos! LA RESURRECCIÓN, MISTERIO CUMBRE DEL CRISTIANISMO, DEVALUADO, ya que no se sabe bien lo que realmente es y así se vive sin mucha ilusión, ni entusiasmo. Y en cima estamos agotados, cansados, rendidos, exhaustos y hasta un poco hartos de actos y ceremonias religiosas de la Cuaresma. Solo nos queda en las manos un palo negruzco, carbonizado.

Porque como nos decía el domingo pasado San Pablo, si Cristo no ha resucitado, nosotros tampoco resucitaremos y entonces seremos los hombres más desgraciados de este mundo, porque habremos fracasado en este deseo incoercible, incontenible de ser felices.

PENSAD EN LA RESURRECCIÓN, LANZAROS A LA RESURRECCIÓN, VIVID LA RESURRECCIÓN, desde el primer día de Cuaresma, por aquello de que “In ómnibus, respice finem”. EN TODO, MIRA SIEMPRE EL FIN. Y el Fin es la RESURRECCIÓN.

Que esta Eucaristía nos llene de esperanzas y refuerce nuestro ímpetu para comenzar con ilusión renovada este proyecto cristiano, a partir del Miércoles de Ceniza, en este mes de febrero.

AMEN
Edu, escolapio

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