Friday, February 09, 2007

CC - TOrdinario - D5 (EduardoA)

5º.- DOMINGO TO, C

1ª lectura: Isaias 6, 1-2ª.3-8
2ª lectura: 1ª Corintios 15, 1-11
3ª lectura: Lucas 5, 1-11


En este domingo se sigue insistiendo en la llamada de Dios a la gran misión, que es: Hacer un mundo nuevo, hacer una nueva humanidad, vivir la nueva alianza (boda), que es la Buena Noticia que Cristo nos revela y nos trae: “ME QUIERO CASAR CONTIGO, CON LA HUMANIDAD”

El domingo pasado nos decía el profeta Isaías: “Antes de formarte en el vientre de tu madre yo te elegí, antes de que salieras del seno materno yo te consagré: te constituí profeta de las naciones. Ármate de valor, levántate y diles lo que yo te mando”. Y ¿cómo me debo preparar para esta misión de profeta y así anunciar esta nueva noticia de esperanza?, porque Dios también piensa en ti para esta grandiosa aventura misional, según tus capacidades, seas laico, seas religioso o sacerdote

San Marcos, nos dirá en el capítulo 3, al narrarnos la llamada de Jesús a los doce: “Llamó a los que quiso y ellos vinieron a él. Designó a doce, instituyó, pues, a los doce”. Nos lo repite dos veces: Jesús llamó, Jesús instituyó a los doce. ¿Por qué esta insistencia, repitiendo lo mismo? ¿Qué hizo con ellos? ¿Para qué los instituyó? Algunos aun no se han enterado y dicen que están contra la institución de los curas, que han inventado la institución, la Iglesia, pero que creen en Jesucristo. Marcos nos lo dice y explicita:

Primero, para que le acompañaran; es decir, para que le conocieran, para que hicieran la experiencia de Dios. Sin la experiencia de Dios, sin la vivencia de Dios, no se puede anunciar nada, no se puede ser profeta, no se puede ser apóstol o enviado, no se puede ser cura, ni cristiano.

En segundo lugar, para enviarlos a predicar, a anunciar esta Buena Noticia, pero para ello se necesita antes haber hecho esa experiencia de Dios, mientras se está con él.

El profeta Isaías nos habla hoy de esa experiencia de lo divino, de su santidad, y de su gloria. Santidad, santo, quiere decir distinto de los demás, diferente a los que le rodean, es decir, es el “Todo-otro”. Si en la empresa donde yo trabajo, los empleados roban todo cuanto pueden y yo no lo hago, soy naturalmente distinto a ellos, soy diferente de los demás que roban. Yo no soy ladrón. Y eso de ser distinto y diferente, en latín se dice “sanctus” o santo.

Cuantos se relacionan con Dios aceptan y se comprometen a convertirse en “todo otros”, santos, como Dios es santo. De nada sirve saber muchas cosas de Dios, si no se hace la experiencia de Dios. Y cuando se hace la experiencia de Dios, esa experiencia repercute en toda la vida del hombre hasta convertirse en “todo otro”, es decir: diferente, distinto, santo, en una palabra. A un hombre depravado, que había hecho la experiencia de Dios, le preguntaban sus amigotes: ¿Pero tú no eres aquel, que conocimos en nuestras bacanales? Y él les respondió: yo ya no soy aquel, yo soy “todo-otro”, diferente, santo. Lo cuentan de Paul Claudel al convertirse.

Cuando Isaías contempló la santidad y la gloria de Dios, con el fondo del canto de gloria de los ángeles: “Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo; toda la tierra está llena de su gloria”, exclamó: ¡pobre de mí, estoy perdido, porque soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo que tiene los labios manchados!”. Sintió arrepentimiento, dolor de sus pecados y de su condición de pecador.

Al hacer la experiencia vital de Dios, repercutió de tal modo en su vida, que de hombre de labios impuros, se convirtió en profeta, en enviado, en apóstol.

El Señor de la gloria y santidad dijo entonces: “ ¿A quién enviaré?¿ quién será mi mensajero de la buena nueva, de la misericordia? Entonces, Isaías, ya convertido, siendo “todo-otro”, pudo responder con sinceridad, con autenticidad: “Aquí estoy, envíame”. Está en la misma actitud de María, cuando respondió al ángel, enviado por Dios; Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí, según tu palabra”.

Tú, mi buena hermana, mi buen hermano, ¿puedes decir lo mismo: “aquí estoy, envíame? Ya sabes, antes, para poder decir esto de verdad, hay que convertirse, cambiar los “labios impuros”, por unos labios de santidad y de alabanza.

En el evangelio de hoy vemos el mismo esquema, la misma enseñanza. Pedro hace la experiencia vital de Dios. Le sube en su barca y le escucha, haciendo la experiencia de su palabra. Así se ha comprometido con Jesús, que primero le solicita vuelva de nuevo a bogar mar adentro, volver de nuevo a su lugar de fracaso, pero, ahora no solo, sino con Jesús: “Señor, toda la noche hemos estado faenando y nada hemos conseguido, pero si tú lo deseas, echaré de nuevo las redes, en tu nombre”. Ya no se apoyó solo en sus conocimientos de buen conocedor del lago como pescador; ahora dejando de lado sus saberes, confía en los saberes un tanto contradictorios de Jesús.

La pesca fue tan abundante, que las redes estaban a punto de romperse. Era una realización de lo que los profetas habían anunciado: “Cuando llegue el último Enviado, el Mesías – Salvador, la abundancia y riqueza de lo mejor serán manifiestas”. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”. La experiencia de lo divino provoca la conversión, lleva al arrepentimiento y cambio de vida, a ser “todo-otro”. Y ya, siendo “todo-otro” en su corazón, Jesús le respondió: “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”. Y ellos atracaron las barcas a la orilla y abandonándolo todo, lo siguieron. Fijaros bien: abandonándolo todo. La conversión fue total. Lo dice la copla: “corazones partidos, yo no los quiero y si le doy el mío, lo doy entero” O todo o nada
Ojalá que nosotros también vayamos haciendo la experiencia verdadera y vital de Dios, no quedándonos en una experiencia pobre, sin sabor, ni sentido y hasta algunas veces, sospechosamente mágica, para que cambiando de verdad nuestras vidas, siendo “todo-otros”, podamos responder a esta llamada de Dios: “¿A quién enviaré? ¿Quién será mi mensajero?, “aquí estoy, envíame”, le podrás responder. Pero antes te tienes que llenar de Dios, al introducir en tu mente y en tu corazón: su sentir, su pensar, su querer y su hacer, que se encuentra en la lectura, la reflexión y profundización de su revelación, todo lo que nos ha manifestado, de la PALABRA de DIOS, empezando por los evangelios o buena noticia.
Cristo designó, instituyó a los doce para:

1º.- que lo acompañaran, para que estuvieran y vivieran con él y que así pudieran hacer la experiencia de Dios y de la comunidad de hermanos, y llenos de Dios y del amor fraternal,
2º.- enviarlos, en un segundo momento, a predicar:

a) la Buena Noticia
b) y luchar contra el mal en el hombre, y contra el pecado.

Iglesia, pues, que no es misionera, no es iglesia de Jesucristo. Cristiano que no es misionero, no es cristiano. Danos, pues, Señor, la gracia de hacer la experiencia vital de Dios, en esta Eucaristía que vamos a celebrar, y que te podamos responder. “Aquí estoy, Señor, envíame a mi familia, a mi comunidad cristiana parroquial, envíame a mi barrio, a mi pueblo o mucho más allá, para que cambiando de vida, como Isaías, podamos contar y cantar a todos los hombres tus maravillas.

AMÉN
Edu, escolapio

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