Friday, January 12, 2007

CC - TNavidad - Bautismo de Jesús (Eduardo A)

MI BAUTISMO:

1 - Lava, limpia, perdona todos mis pecados: - REDENCIÓN
2º - Nueva Vida: de la humana y terrestre a la divina y celeste: - SALVACIÓN


"Se abrió el cielo y vio, Juan el Bautista, que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre El", y "porque Dios está con El", pasa por tu vida,

"haciendo el bien".

Y nos dirá: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación, y haced discípulos a todas las gentes BAUTIZÁNDOLAS en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. El que crea y sea bautizado, se salvará. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 18b-20 – Mc. 16, 15-16)

No olvides que en el BAUTISMO, el signo material que nos dejó, Jesucristo en el Jordán, de toda esta realidad trascendente que se nos ofrece, fue y es EL AGUA, que significa y da los efectos del Agua: Limpia y da Vida.

EL AGUA: - LIMPIA: por el agua quedas LIMPIO de tus pecados.

Te REDIME de tus culpas

- DA VIDA: la planta mustia, a punto de morir, vuelve a la Vida , a su vitalidad, por el agua con que la riego
- Por el agua del BAUTSIMO, me SALVAN de esta vida humana terrena y se me ofrece una NUEVA VIDA, una manera diferente de vivir, ya no humana y terrena, sino Divina y Celestial, siendo de la familia de Dios: HIJO DE DIOS.


1ª lectura: Isaías 42, 1 - 4. 6 - 7
2ª lectura: Hechos 10, 34 - 38
3ª lectura: Lucas 3, 15 - 16 - 21 - 22

Hemos celebrado los cristianos la Navidad y la Epifanía, conocida esta última con el nombre popular de fiesta de los Reyes Magos. Celebrar la Navidad y la Epifanía es querer, fundamentalmente, revivir esos misterios, esas verdades reveladas por Dios a la Humanidad para que sea Humanidad, para que tú, hombre o mujer, seas hombre o mujer, seas persona, y siendo lo que Dios te hizo, te encuentres finalmente contigo, con lo que eres y en ti, te encuentres a El. “Regnum Dei intra vos est”. El Reino de Dios está dentro de vosotros. Porque en el fondo eso es lo que tú y yo y todos andamos buscando: a nosotros mismos y a Dios.

Navidad es el misterio de Dios, encarnándose, haciéndose hombre entre los hombres, como uno de tantos. Como cualquier hombre y como todo hombre nació de una "mujer". Nació en una tierra, Palestina. Lo contempló el pueblo judío. Pero no nació sólo para el pueblo judío. El pueblo judío sirvió en los planes de Dios para ser el mediador, el introductor de Dios en la Humanidad, quedando constituido ese pueblo de Israel en un como Pedagogo, en una especie de maestro para enseñar lo que Dios revelaba a la Humanidad a través de la historia del pueblo de Israel, que se convertía así en paradigma de la Humanidad.

Jesús, el Hijo de Dios, nació para todos y por todos. Nació para manifestarse a todo ser humano y enseñarle a ser lo que Dios le hizo: un ser racional, un ser “loquens”, dialogante y responsable.

Al nacer se manifestó como "ser humano", como "rey" y como "Dios" a unos magos, extranjeros que eran al pueblo judío, como tú y como yo. Y le reconocieron como Hombre, porque le vieron con su Madre, como cualquier niño, como nuevo rey, porque le sintieron más servidor, que señor; y como a Dios lo adoraron, pues “cayendo de rodillas, le adoraron”. Mirra, oro e incienso le ofrecieron.

La fiesta de los Reyes Magos, que hemos celebrado, es una epifanía, es el símbolo de toda manifestación de Dios en cada hombre. Todo ser humano busca primero ser hombre o mujer, ser persona. Necesita después "alguien", que lo reconozca como tal para salir del anonimato, de la masa y a la vez, que lo guíe en su vida y lo lleve a lo que busca afanosamente de una o de otra manera. Lo que siempre busca, aun sin saberlo, pero quizás sospechándolo, cuando ha llegado a la plenitud de su vida, de su ser, es el encuentro con el absoluto de Dios. Así lo buscan, a veces en un éxtasis como de locura: pintores, literatos, músicos… monjes.

Pero esa primera manifestación de Dios encarnado “como hombre, como rey y como Dios” no es suficiente para calmar los temores, que todo corazón humano vive; ni es suficiente para llenar sus esperanzas. Busca seguridades y luces en su camino. Y hoy, con la fiesta del Bautismo de Jesucristo, se nos manifiesta como Salvador y Bienhechor para saciar nuestras ansias y apaciguar nuestros temores, porque se nos revela lo que quiere Dios al enviarnos a su Hijo, a su emisario, a su gran Servidor: Siervo de Dios, que es título mayor del mayor Enviado.

Isaías en la primera lectura nos revela lo que quiere Dios y para qué envía a su Hijo y para qué se encarna su gran Siervo: "Mirad a mi siervo, mi elegido, Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones". Viene, pues, para que el hombre tenga su derecho, su derecho de ser hombre, que nadie se lo quite, "sea de la nación que sea", o del color o condición social, económica, casta o etnia, como nos lo ha dicho San Pedro en la segunda lectura: "Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo reverencia y practica la justicia, sea de la nación que sea". Viene, pues, a salvarnos. No nos basta con llegar a ser hombres, necesitamos y aspiramos a más, mucho más: salvarnos, en primer lugar, de todas las limitaciones que en el hombre encontramos en su naturaleza degradada por el pecado.

La Nochebuena pasó. La Navidad queda. Queda Cristo, encarnado en nuestras esperanzas, en nuestras ilusiones, en nuestras ansias de superación del hombre natural, que somos. Este Cristo encarnado se queda con nosotros y "no gritará, no clamará, no voceará por las calles", como si fuera un líder de un partido político. Todo lo hace con discreción, sin publicidad, en un gran silencio, porque "el bien no hace ruido y el ruido no hace bien".

Abre bien los ojos y ten los oídos atentos, porque estará siempre a tu lado, no para condenarte, sino para salvarte, así nos lo ha dicho y afirmado: la caña cascada no la quebrará, el pabilo o mecha humeante no lo apagará". Maravillosa revelación para toda tu vida. Por eso, el cristiano es siempre hombre de esperanza, aunque haya quebrado su vida por el pecado y haya casi apagado su luz por sus ideas tenebrosas. Ojalá, lo supieran tantos hombres, tantos jóvenes desesperanzados, porque creen que sus vidas tronchadas, ya no tienen solución, ni sentido, ya no tienen ningún remedio, ni compostura, ya no hay para ellos salvación. Y resulta que Dios se la mantiene entera.

Dios, a su Hijo Encarnado, Jesucristo: "le ha hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones". Cristo es nuestra alianza con Dios, nuestro mejor aliado, es nuestra luz. Nos abrirá los ojos para que no seamos ciegos, nos sacará de la cautividad, de la prisión de nuestras bajezas, de nuestros pecados. Porque este Jesús de Nazaret, que nos acompaña, que se queda con nosotros, encarnado en la vida, en la sociedad y en la Eucaristía, posee la fuerza del Espíritu Santo, como se manifestó prodigiosamente en su Bautismo: "se abrió el cielo y vio, Juan el Bautista, que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre El", y "porque Dios está con El", pasa por tu vida, "haciendo el bien".

Y nos dirá: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación, y haced discípulos a todas las gentes BAUTIZÁNDOLAS en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. El que crea y sea bautizado, se salvará. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 18b-20 – Mc. 16, 15-16)

No olvides que en el BAUTISMO, el signo material que nos dejó, Jesucristo en el Jordán, de toda esta realidad trascendente que se nos ofrece, fue y es EL AGUA, que significa y da los efectos del Agua: Limpia y da Vida.

* EL AGUA: - LIMPIA: por el agua quedas LIMPIO de tus pecados.

* Te REDIME de tus culpas.

* - DA VIDA: la planta mustia, a punto de morir, vuelve a la Vida, a su vitalidad, por el agua con que la riego.

* - Por el agua del BAUTSIMO, me SALVAN de esta vida humana terrena y se me ofrece una NUEVA VIDA, una manera diferente de vivir, ya no humana y terrena, sino Divina y Celestial, siendo de la familia de Dios: HIJO DE DIOS.

Hoy, pues, en esta manifestación de salvación, que calma nuestros temores por muchas miserias y pecados que tengamos y que llena nuestras esperanzas, le tenemos que decir y dar gracias. Decir gracias con nuestra oración, con la plegaria Eucaristía, que vamos a celebrar. Y darle gracias con las buenas obras que hagamos estos días. Y la primera buena obra que hagamos, que sea no guardar para nosotros esta alegría, esta esperanza, este sentido de nuestra vida debido a esta gran manifestación o revelación, sino que la demos a conocer a los demás con nuestros servicios gratuitos, nuestra ayuda generosa y nuestra bondad sin límites.

AMÉN
Edu, escolapio

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