Friday, February 09, 2007

CC - TOrdinario - D4 (EduardoA)

1ª lectura: Jeremías 1, 4-5.17-19
2ª lectura: 1ª Corintios 12, 31; 13,13
3ª lectura: Lucas 4, 21-30


El mensaje y catequesis de la Palabra de Dios de este domingo es la conclusión lógica de las dos enseñanzas clave de los domingos pasados. Intentemos, pues, recordar brevemente dichas enseñanzas para poder entender mejor lo que Dios me ofrece y me pide en este 4º Domingo.

CON HILOS UNO NO SE PUEDE VESTIR. SE QUEDA DESNUDO. HACE EL RIDÍCULO.
HAY QUE ENLAZARLOS, TRENZARLOS, RELACIONAR COLORES. TEJERLOS...

CON LAS IDEAS Y VERDADES SUELTAS, AISLADAS, SIN TEJER, DE LA PALABRA DE DIOS DE LOS DOMINGOS, LAS TENGO QUE RELACIONAR CON LÓGICA, LAS TENGO QUE TEJER PARA FORMAR EL TEJIDO DE LA REVELACIÓN GLOBAL DEL EVANGELIO. ASÍ ME PODRÉ VESTIR DE EVANGELIO Y NO ME ECHARÁ EL REY DEL BANQUETE DE LAS BODAS DE SU HIJO.

En el segundo domingo, pues, del tiempo ordinario se nos decía por el profeta Isaías, que Dios está como enamorado de la humanidad: “Ya no te llamarán abandonada. Tu serás mi favorita” Qué gran misterio de amor de Dios por ti y por mi y por todos. Pero en el evangelio de ese domingo se nos decía mucho más: que el esposo ya ha llegado, pues en las bodas de Caná, Jesús aparece como el verdadero protagonista de la boda. Al novio de la fiesta ni se le nombra y cuando se habla con él, es para reprenderlo como a un sirviente.

¿Por qué Jesús es, pues, el verdadero esposo salvador, Mesías? Por que los signos que habían anunciado los profetas para la presencia del Mesías, salvador y esposo de la humanidad ya se han cumplido simbólica y ritualmente en las bodas de Caná:


la abundancia desbordante, nada menos que: 600 litros de vino;

y la calidad y valor del vino, ya que el vino era de buena calidad, hasta el extremo de llamar la atención del mismo maestre-sala.

El verdadero esposo de los invitados ya ha llegado. La humanidad se tiene que llenar de alegría y sobre todo nosotros, los cristianos, que lo sabemos por la revelación del mismo Dios.

La enseñanza de este segundo domingo la podemos resumir en dos frases:

1.
Se trata de una ESCATOLIGÍA REALIZADA (¿juicio individual al morir?)
2.
Y de una TEOLOGÍA DE SUSTITUCIÓN: “recedant vetera; nova sint omnia” (traducción libre: “quede atrás el Antiguo Testamento; porque ahora todo es Nuevo Testamento o Nueva Alianza).

En el tercer domingo se nos dijo que el profeta Nehemías llenaba de esperanza a un pueblo, entonces el de Israel, deshecho, triste y descorazonado ante el desastre, las ruinas y la miseria en que había encontrado a su nación, sus tierras, al volver de su destierro, de su exilio. Y en evangelio, San Lucas nos decía que Cristo con su venida, inicia el tiempo de las realidades cumplidas. Ya no hay que esperar. Jesús así lo dijo, predicando en la misma sinagoga de su pueblo: “Hoy se cumple este pasaje de la escritura que acabáis de escuchar”.

Y en todo esto, en todo este MENSAJE comprobamos que:


Dios se quiere unir íntimamente con nosotros, olvidando todas nuestras traiciones e infidelidades.

Y que esto ya no hay que esperarlo, sino que HOYes el tiempo de las realidades cumplidas

Este MENSAJE hay que anunciarlo, hay que proclamarlo, esto hay que decirlo, esto hay que profetizarlo. ¿Tu lo proclamas con el estilo de tu vida cristiana? ¿Tú lo dices? ¿A quién, cómo? O más bien ¿no quieres líos, ni compromisos, y guardas silencio como los muertos?.

El tema clave, pues, de las lecturas de este día es el profetismo. El profetismo es una visión del presente, que encuentra su sentido en el futuro. Entra, pues, dentro del dinamismo de la vida y de la historia en su dimensión prospectiva. El pasado influye, pero no cuenta. El profetismo anuncia y denuncia. Anuncia el futuro. Denuncia el presente que sea obstáculo o barrera para ese futuro utópico, pero real, de dicha, de gozo, de justicia, de paz y de amor.

El profetismo nos hace vivir todo ese futuro en la esperanza. A este profetismo estamos todos llamados, predestinados desde antes de nuestro nacimiento, como Jeremías: “antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré. Te nombré profeta de los gentiles. Tú cíñete de fortaleza, ponte en pie y diles lo que yo te mando”.

Dios necesitó profetas para anunciarles el futuro al pueblo de Israel, sin futuro, siempre vencido, siempre esclavo, al pueblo de Israel, en aquel entonces. Y la situación de desastre y derrota de ese pueblo, es la imagen y el anuncio de lo que a cada uno de nosotros nos sucede y a la misma sociedad en que vivimos: desasosiego, inquietud, miedo, desesperanza…

Dios, pues, necesitó un pueblo, Israel, depositario de la revelación de Dios a la humanidad, para que este pueblo fuera profeta, educador, maestro, guía de una humanidad que caminaba en tinieblas y en sombras de muerte. Ese fue, pues, el pueblo de Israel y esa su misión profética. Y HOY, ese pueblo guía, educador y maestro es la Iglesia, los cristianos todos, depositarios con más o menos fidelidad de esa revelación de Dios a la Humanidad. Esta es la Teología de SUSTITUCIÓN de San Lucas.

Mandó a su Hijo en los últimos tiempos para abrir caminos de esperanza. En la sinagoga de su pueblo anunció: “HOY SE CUMPLE ante vosotros esta Escritura que acabáis de oír: el Espíritu de Dios está sobre mí”. Soy su profeta y vengo a anunciaros que me ha enviado a evangelizar a los pobres, a predicar a los cautivos la liberación, a los ciegos, la recuperación de la vista, la luz en sus vidas, a libertar a los oprimidos, a promulgar un año de gracia del Señor.

Jesús corrige las posiciones falsas de sus contemporáneos y no habla ni anuncia el día de la venganza contra los paganos. No condena a las naciones. Su profetismo es nuevo, tiene dimensiones planetarias. Su misión es universal. Ha roto las fronteras: de raza, de cultura, de privilegios. La revelación de salvación se extenderá a Sarepta, a una viuda o a Naamán, el sirio leproso. Nada de pueblos privilegiados, ni el de Israel, ni de europeos, ni americanos...

Ha denunciado el presente avasallador de la sociedad secularizada, y laicizada, del consumo salvaje, del hedonismo irracional, que estamos construyendo a marchas forzadas, dejando a Dios a la puerta, si es que a la puerta lo dejamos, y no lo tiramos a la basura como los millones de fetos de abortos.

Ante esta hecatombe, nos ha anunciado un futuro esperanzador a todos y para todos.

Si su auditorio en un primer momento lo admiró por las palabras de gracia que salían de su boca: “y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia, que salían de sus labios”, pronto comenzaron a darse cuenta que desestabilizaba aquel orden religioso y social en el que vivían y que sus intereses inmediatos peligraban, como sigue pasando hoy, cuando se quieren vivir con sinceridad los valores cristianos: sí a la vida, sí a la dignidad de todo ser humano, sí a la justicia, sí al perdón, sí al amor auténtico.

Hubieran preferido fuera el profeta de turno, defensor de sus intereses particulares, mantenedor de sus odios, de su espíritu de revancha. Este profeta empezó a resultarles incómodo. Hablaba de pobres, de libertad y de cautivos, de libertad y de oprimidos. Y esto molestaba y no gustaba a aquella buena sociedad, tan bien organizada y tan bien instalada, como pasa hoy también con la nuestra. ¿Gitanos? No, por favor, ni negros, ni emigrantes, ni pobres, ni con sida, ni igualdad de derechos para todos…

El profeta es objeto de críticas desde dentro y desde fuera. San Pablo sufrió las afrentas tanto de parte de los paganos, como de parte de los “falsos hermanos”. Jesucristo también fue rechazado por sus propios compatriotas. Se pusieron furiosos, dice el evangelio, y levantándose lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo.

Aquellas gentes se quedaron con sus conocimientos precisos: “¿No es éste el hijo de José?”, Pero se quedaron sin el Hijo de Dios, Salvador, se quedaron sin el Mesías que estaban esperando.

Hoy somos nosotros, la Iglesia, a quien Dios confía esta tarea de profetizar, de abrir caminos de esperanza, destruyendo las barreras de injusticias, de egoísmos, de odios, de venganzas, de esta sociedad laicizada y secularizada que mata nuestros sueños de futuro, que adormece y entibia nuestra esperanza con las recetas del hedonismo y de la permisividad por un relativismo, donde Dios estorba.

Pero ¿de verdad que nosotros denunciamos algo? ¿Qué denuncio yo? ¿Lo que dice y manda el evangelio? O ¿denuncio lo que pienso yo, mis intereses y mis ideas?

…”Diles lo que yo te digo, diles lo que yo te mando”. Pero ¿conozco lo que Dios me dice y nos dice? ¿Cuánto tiempo dedico a conocer y reflexionar la Palabra que Dios me dirige todos los domingos, al menos? ¿Anuncio algo? ¿Qué puedo anunciar de Dios, si casi estoy vacío de Dios? Quizás nos pudiéramos hacer hoy una pregunta más crítica y más comprometida a la vez que valiente, en esta época que nos ha tocado vivir: pero, ¿verdaderamente soy cristiano? Porque lo difícil hoy es, lo que decía el filósofo danés Kierkegaard: “lo difícil es ser cristiano en la cristiandad”, algo así como intentar ser hombre en medio de la humanidad, ser aire en la misma atmósfera, gota de agua en medio de un mar pintado o ser flor en un ramo de rosas, claro, si éstas son de plástico.

Un cristianismo que creemos poseer por estar bautizados, y que es tan solo papel mojado y ya ni intentamos ser de verdad cristianos. Y así anunciamos y denunciamos, no lo que Dios nos manda, sino lo que nosotros pensamos y queremos, conforme a nuestra vida mediocre, que en el fondo nos deja insatisfechos y así, la tristeza es el aire que respiramos.

Estas lecturas que proclamamos los domingos nos deben dejar en tensión de búsqueda esperanzada: ¿Cómo puedo ser profeta?.

Sin pesimismos de ninguna clase debemos intentarlo para hacer una América, una Europa... más humana, una nación más cristiana, una parroquia más fraternal, humana y cristiana, siendo profetas al denunciar con nuestra justicia, las injusticias de corrupciones, fraudes, pelotazos, coimas o mordidas; con nuestra humana castidad, denunciando el desenfreno de pasiones animales y con nuestro amor, desvelando el desamor y egoísmo que impera en nuestra sociedad.

Que esta Eucaristía, que vamos a celebrar nos ayude a ser profetas de la Palabra de Dios en la justicia, en el amor y en la paz.

AMEN
Edu, escolapio

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