SS,B Jueves Santo 2012 (Marcos)
Ciclo/ B
Semana Santa
B. JUEVES SANTO
Marcos Rodríguez
(Ex 12,1-14) “Os lo comeréis a toda prisa,
porque es la Pascua ,
el Paso del Señor”.
(1 Cor 11,23-26) Cada vez que comáis y
bebáis... proclamáis la muerte del Seños.
(Jn 13,1-15) Si yo el Señor os he lavado los
pies, también vosotros debéis lavaros.
El tema central del Triduo Pascual es el AMOR. El Jueves se manifiesta
en los gestos y palabras que lleva a
cabo Jesús en la entrañable cena. El Viernes queda patente el grado supremo de
amor al dar la vida por no renunciar al bien del hombre. El Sábado, celebramos la Vida que surge de ese Amor
incondicional. En la liturgia de estos días intentamos manifestar de manera
plástica, la realidad del amor supremo que se manifestó en Jesús. Lo importante
no son los ritos, sino el significado que éstos encierran.
La liturgia del Jueves Santo está estructurada en torno a la última
cena. La lectura del evangelio de Jn nos debe hacer pensar; se aparta tanto de
los sinópticos que nos llama la atención que no mencione la fracción del pan,
pero en su lugar nos narra una curiosa actuación de Jesús que nos deja
desconcertados. Si el gesto sobre el pan y el vino, tuvo tanta importancia para
la primera comunidad, ¿por qué la omite Jn? Y si realmente Jesús realizó el lavatorio
de los pies, ¿por qué no lo mencionan los tres sinópticos?
No es fácil resolver estas cuestiones, pero tampoco debemos ignorarlas
o pasarlas por alto a la ligera. Seguiremos haciendo sugerencias, mientras los exegetas
no lleguen a conclusiones más o menos
definitivas. Sabemos que fue una cena entrañable, pero el carácter de
despedida, se le dieron después los primeros cristianos. Seguramente en ella
sucedieron muchas cosas que después se revelaron como muy importantes para la
primera comunidad cristiana. El gesto de partir el pan y de repartir la copa de
vino, era un gesto normal que el cabeza de familia realizaba en toda cena
pascual. Lo que pudo añadir Jesús, o los primeros cristianos, es el carácter de
símbolo de su propia vida.
El gesto de lavar los pies es algo muy diferente. Era una tarea
exclusiva de esclavos. A nadie se le hubiera ocurrido que Jesús hiciera
semejante servicio, si no hubiera acontecido algo similar. Es una acción mucho
más original, pero también de mayor calado que el partir el pan. Seguramente,
en las primeras comunidades se potenció la fracción del pan, por ser más
sencilla. Poco a poco se le iría llenando de contenido sacramental hasta llegar
a significar la entrega total de Jesús. Pero esa misma sublimación llevaba
consigo un peligro: convertirla en un rito estereotipado que a nada compromete.
Aquí veo yo la razón por la que Jn se olvida de la fracción del pan y recupera
el gesto de lavar los pies. La explicación que da de la acción, lleva
directamente al compromiso con los demás y no es fácil escamotearlo.
Parece demostrado que para los sinópticos, la Última Cena es una comida
pascual. Para Jn no tiene ese carácter. Jesús muere cuando se degollaba el
cordero pascual, es decir el día de la preparación. La cena se tuvo que celebrar
la noche anterior. Esta perspectiva no es inocente, porque Jn insiste, siempre
que tiene ocasión, en que la de Jesús es otra Pascua. Identifica a Jesús con el
cordero pascual, que no tenía carácter sacrificial, sino que era el signo de la
liberación. Jesús el nuevo cordero, es signo de la nueva liberación.
Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el
extremo. Se omite toda referencia de lugar y a los preparativos de la cena. Va
directamente a lo esencial. Lo esencial es la demostración del amor. “Hasta el extremo”
(ss) = en el más alto grado, hasta alcanzar el objetivo final. Manifestó
su amor durante toda su vida, ahora va a manifestarse de una manera total y
absoluta. “Había amado... y demostró su amor hasta el final”, dos aspectos del
amor de Dios manifestado en Jesús: amor y lealtad, (1,14) amor que no se
desmiente ni se escatima.
Se levantó de la cena, dejó el manto y tomando un paño, se lo ató a la
cintura. No se trata en Jn de la cena ritual pascual, sino de una cena
ordinaria. Jesús no celebra el rito establecido, porque había roto con las
instituciones de la
Antigua Alianza. Dejar el manto significa dar la vida. El
paño (delantal, toalla) es símbolo del servicio. Manifiesta cual debe ser la
actitud del que le siga: Prestar servicio al hombre hasta dar la vida como Él.
Jn pinta un cuadro que debe quedar grabado para siempre en la mente de los
discípulos. Esa última acción de Jesús con los suyos tiene que convertirse en
norma para la comunidad. El amor es servicio concreto y singular a cada persona.
Se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la
toalla que se había ceñido. El lavar los pies era un signo de acogida o
deferencia. Solo lo realizaban los esclavos o las mujeres. Lavar los pies en
relación con una comida, siempre se hace antes, no durante la misma. Esto
muestra que lo que Jesús hace no es un servicio cualquiera.
Las comidas festivas se realizaba reclinados a la mesa sobre el brazo
izquierdo, y utilizando el derecho para coger los alimentos. Los pies quedaban,
hacia fuera. Jesús solo tenía que recorrer el círculo de lechos para ir
lavándolos. Al volver a mencionar el paño, indica la importancia del
simbolismo. Lo mismo que el no mencionar que se lo quita, indica una actitud
definitiva. Al ponerse a los pies de sus discípulos, echa por tierra la idea de
Dios creada por la religión. El Dios de Jesús no actúa como Soberano, sino como
servidor del hombre. En la comunidad que va a fundar, son todos señores libres,
y todos servidores. El verdadero amor hace libres. Jesús se opone a todo poder
opresor. En la nueva comunidad todos deben estar al servicio de todos, imitando
a Jesús, que a su vez, ha imitado al Padre. La única grandeza del ser humano es
ser como el Padre, don total y gratuito para los demás.
El episodio de Pedro negándose, es toda una explicación de lo
inaceptable de la situación. Nadie en su sano juicio podía aceptar que el
Maestro realizara una tarea de esclavo. De alguna manera quiere justificar la
incomprensión de todos.
¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Esta explicación que el
evangelista pone en boca de Jesús, nos indica hasta qué punto es original esa
actitud. “Se recostó de nuevo”, símbolo de hombre libre. El servicio no anula
la condición de hombre libre, al contrario, da la verdadera libertad y el
verdadero señorío. La pregunta quiere evitar cualquier malentendido. Tiene un
carácter imperativo. Comprended bien lo que he hecho con vosotros, porque estas
serán las leñas de identidad de la nueva comunidad.
Vosotros me llamáis
“Maestro” y “Señor”, y con razón, porque lo soy. Jn es muy consciente de
la diferencia entre Jesús y ellos. Lo que quiere señalar es que esa diferencia
no crea rango de ninguna clase. Las dotes o funciones de cada uno no justifican
superioridad alguna. Los hace iguales y deben tratarse como iguales. La única
diferencia es la del mayor o menor amor manifestado en el servicio. Esta
diferencia nunca eclipsará la relación personal de hermanos, todo lo contrario,
a más amor, más servicio.
Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, también
vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Reconoce los títulos, pero les
da un significado completamente nuevo. Es “Señor”, no porque se imponga, sino
porque manifiesta el amor, amando como el Padre. Su señorío no suprime la
libertad, sino que la potencia. El amor ayuda al ser humano a expresar
plenamente la vida que posee. Llamarle Señor es identificarse con él, llamarle
Maestro es aprender de él, pero no doctrinas, sino su actitud vital. Sienten la
experiencia de ser amados, y así amarán con un amor que responde al suyo.
Os dejo un ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros
también lo hagáis. Los sinópticos dicen, después de la fracción de pan: “Haced
esto para acordaros de mí”. Es exactamente lo mismo, pero en el caso del lavatorio
de los pies, queda mucho más claro el compromiso de servir. Lo que acaba de
hacer no es un gesto momentáneo, sino una norma de vida. Ellos tienen que
imitarle a él como él imita al Padre. Ni hay alternativa ni escapatoria. Ser
cristiano es imitar a Jesús en un amor que tiene que manifestarse siempre en el
servicio a todos los hombres.
Es una pena que una vivencia tan profunda se haya reducido a celebrar hoy el día de la “caridad”. Hemos
devaluado hasta tal punto el mensaje, que tranquilizamos nuestra conciencia con
un donativo de algo externo a nosotros, siempre de lo que me sobra, o por lo
menos, que en nada compromete mi nivel de vida. Podemos aceptar que no somos
capaces de seguir a Jesús, pero no tiene sentido engañarnos a nosotros mismos
con ridículos apaños.
Celebrar la eucaristía es comprometerse con el gesto y las palabras de
Jesús. Él fue pan partido y preparado para ser comido. Él fue sangre (vida)
derramada para que todos los que encontró a su paso la tuviera también.
Convertir la eucaristía en un rito mágico, que va a producir en mí efectos
automáticos, es hacerse falsas ilusiones sin fundamento en el evangelio. Jesús
promete y da Vida definitiva al que es capaz de seguirle por el camino que nos
marcó. Toda la plenitud de Vida que él desplegó, la misma Vida de Dios, la
comunica a todo el que acepta su mensaje. No al que es perfecto, sino al que,
con autenticidad, se esfuerza por imitarle en la preocupación por el hombre,
aunque en el camino tropiece.
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