Wednesday, October 26, 2011

28DO.II,A - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

Jesús compara El Reino de Dios con un banquete de bodas. Es una fiesta. Este es el designio de Dios sobre la humanidad y sobre cada uno de nosotros: que podamos participar plenamente de la alegría de la vida y de la relación con los demás, que seamos felices. Dios nos quiere felices. El Dios de Jesús es el Dios de la alegría y de la esperanza, de la vida y de la fiesta.

La invitación de Dios sigue resonando en nuestro corazón. La parábola tiene plena actualidad. También nosotros somos invitados y podemos estar atados a nuestros problemas, nuestros intereses, y nuestros asuntos y no darle importancia a esta invitación que Dios nos hace en nuestro interior.

Si nuestro mundo acogiera ese amor solidario de Dios, ¿la vida no sería una fiesta? Si cada uno de nosotros acogiéramos en nuestro corazón ese amor que Dios nos ofrece, ¿no cambiaría nuestra vida y se llenaría de alegría y de sentido?

Necesitamos escuchar la llamada que nos llega de Dios. No hay que temerla, pues aun siendo exigente, es una llamada que nos conduce a la Vida. Responder a esta llamada es un camino de felicidad y de vida plena. Su llamada no es una más entre otras. No se confunde con nuestros gustos y proyectos. Es diferente, viene de más allá de nosotros mismos, de lo profundo de nuestro corazón. Podemos dejar que resbale una vez más sobre nosotros, pero podemos también acogerla. Decir un pequeño “sí”, un sí humilde, aunque sea débil e indeciso. Necesitamos escuchar su voz en nuestro interior y seguirla. Estamos invitados a participar en esta fiesta que permanece siempre. Otras fiestas son perecederas, se desvanecen como en estos días contemplamos con preocupación el derrumbamiento del sistema bursátil, la crisis económica que atravesamos que tanto sufrimiento está causando en los más necesitados y que tiene su raíz en la ambición del tener y en la idolatría del dinero. Quien da su confianza a Jesús está invitado a una fiesta sin fin, el Reino que Jesús anuncia.

Te pido que sigamos orando unos por otros y te deseo una buena semana.
Un abrazo cordial,
Francesc Mulet, escolapio

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