Monday, November 29, 2010

32DO.II,C - 2010 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

Nuestro Señor, es un Dios de vivos, no de muertos. El mensaje bíblico de la primera lectura y del evangelio de hoy es la resurrección de los muertos, artículo del credo que profesamos continuamente, pero del que no extraemos todo su alcance. El tema es introducido por los saduceos que, a diferencia de los fariseos, negaban la resurrección de los muertos, a pesar de haber llegado a ser doctrina común en el judaísmo de entonces. Basándose en la ley mosaica del levirato que mandaba al hermano de un marido difunto y sin descendencia casarse con la viuda, tratan de ridiculizar la fe en la resurrección mediante un caso extremo, casi absurdo.

La respuesta de Jesús a los saduceos afirma rotundamente la vida nueva que seguirá a la resurrección de los justos. Pero la vida sexual, tal como ahora se expresa, no tiene ya sentido ni finalidad en el más allá, pues los resucitados "ya no pueden morir, son como ángeles, son hijos de Dios porque participan en la resurrección"

Lo que más adentro lleva el hombre es la aspiración a la inmortalidad; por eso se resiste a morir por completo. Los padres buscan perpetuarse en sus hijos, el escritor en sus libros, el político en la estima del pueblo, el fundador de una obra en la misma. Si después de esta vida no hubiera nada, nos sentiríamos íntimamente frustrados; efectivamente, la vida humana sería una pasión inútil, y el hombre un ser para la nada, como aseguró el existencialismo nihilista. ¡Pero no! El hombre no es un ser para la muerte, sino para la vida.

El creyente es persona de optimismo y alegre esperanza porque ama la vida y a los hermanos. Es precisamente la fe en la vida eterna lo que da valor, hondura y luz al quehacer de la vida presente. Creer en la resurrección es apostar por la vida presente y por el hombre.

El creyente maduro, el auténtico cristiano, es un optimista por definición, por necesidad diríamos. Pues, por lo que se refiere al pasado, confía en Dios, Padre amoroso que perdona al hijo pródigo. Por lo que respecta al futuro, tiene fe en Alguien que es más fuerte que él para vencer la miseria, el mal y la muerte. Y, por lo que toca al presente, afronta la vida con fe, a pesar de ser la existencia un reto continuo a todos los niveles: crecimiento y madurez personal, relaciones con los demás, mantenimiento y armonía de la propia familia, ámbito laboral y proyección social.

Te deseo una buena semana y ánimo para seguir adelante.

Un abrazo fraterno,
Francesc Mulet

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