Wednesday, April 23, 2008

CA - 5DC - 2008 (Bernardo)

Bernardo Navarro

La victoria de la vida sobre la muerte es el centro de atención de este último domingo de Cuaresma. Esa victoria tendrá lugar sólo en el Misterio Pascual de Cristo: Pasión, Muerte y Resurrección. Pero en la Liturgia de este domingo se prefigura ya esa victoria en la visión del profeta Ezequiel de los huesos muertos que recobran vida (Primera Lectura) y en la Resurrección de Lázaro (Evangelio). Ambos hechos son un signo que nos que la vida pertenece sólo a Dios y que Jesús es también Señor de la muerte.

La Segunda Lectura es importante por las doctrina sobre la resurrección de los cuerpos por razón del Espíritu de Vida recibido en el Bautismo. Los que viven en la carne son los que regulan su existencia según sus apetencias naturales; una vida semejante está abocada a la muerte. El que ha recibido el Bautismo posee un principio interno de vida que es el Espíritu. El es quien da la auténtica vida, la que no termina, la misma vida que el Padre dio a su Hijo Jesucristo en la Resurrección. Lázaro revive a la vida (no resucita); por eso, morirá de nuevo. Cristo, en cambio, resucita, es decir, asume la vida nueva y definitiva.

Cristo resucitado es modelo de esa nueva vida que recibimos en el Bautismo y que se va manifes-tando en la vida presente cada vez que nos dejamos guiar por el Espíritu y no por los deseos de la carne, del orgullo o de cualquiera de los siete pecados capitales.

El bautizado posee un principio interno de vida, el Espíritu Santo. El, no sólo inspira acciones confor-mes a la verdad de Cristo, sino que prolonga su acción hasta vivificar totalmente “vuestros cuerpos mortales” (Rom.8, 11), haciéndoles superar el límite de la muerte y abriéndolos a la inmortalidad del mismo modo que obró en la resurrección de Cristo En este sentido hay que entender la afirmación de que el bautizado posee un espíritu de vida, el Espíritu Santo o Espíritu de Dios. En este sentido, la Resurrección de Jesús es un anticipo de la victoria definitiva sobre la muerte en todas sus formas.

Ahora entendemos lo que dice San Pablo en la Segunda Lectura: “Si el espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo espíritu que habita en vosotros” (Rom. 8,11).

No es necesario esperar al “último día” para poseer ya, en prenda, la vida eterna ya que, como dice Sto Tomás (II-lic. 14,lc),la “fe es una virtud propia del espíritu con la cual comienza en nosotros la vida eterna”.

Esta era la última catequesis que recibían los catecúmenos que se bautizarían en la Vigilia Pascual. Y esto es lo que la Liturgia quiere que refresquemos nosotros que ya estamos bautizados para que aprendamos a valorar esa vida y no la dejemos morir por las obras de la carne.

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