Sunday, April 06, 2008

CA - 2DC - 2008 (Bernardo)

Bernardo Navarro

Después de habernos presentado el domingo anterior el tema de las tentaciones, el camino, por así decirlo, que nos espera si queremos imitar y seguir a Jesús, hoy, la Liturgia nos presenta la meta a la que conduce el áspero camino cuaresmal de la vida: llegar a trasfiguramos con Cristo. Con una pedagogía admirable, la Iglesia, todos los años, el Segundo domingo de Cuaresma lo dedica a meditar en la Transfiguración. Así pone ante nuestros ojos el camino y la meta de la Cuaresma como dos realidades que deben ir unidas en la vida de todo cristiano. Mediante la escena de la Transfiguración, Jesús anticipa ante los tres discípulos que le acompañan, su victoria sobre la muerte y les muestra la gloria en que termina el camino de la Cruz.

La Primera Lectura nos muestra lo que pudiéramos llamar la Cuaresma de Abrahán. Dios, sale al encuentro del Patriarca y le invita a realizar un éxodo cuaresmal; le invita a dejar la tierra donde vive su familia, a dejar sus propiedades que le daban seguridad en la vida, para convertirse en un emigrante que no tiene nada y se ve obligado a estar en continua búsqueda. A cambio, Dios le promete una tierra en esperanza, algo que no es todavía seguro, cuya seguridad pende de la Palabra de Dios. Abrahán se arriesga a perder lo que tiene seguro por lo que aun no posee. Pero se pone en camino en busca de la tierra en la que se realizará cuanto le promete Dios.. Más que a la búsqueda de un lugar geográfico, Abrahán sale a la búsqueda de Dios y del sentido que tiene la vida compartida con El.

Esa es la Cuaresma que todos estamos invitados a recorrer: actualizar nuestra fe en la Palabra de Dios, como Abrahán y, apoyados en ella, salir de nuestras propias seguridades para poner nuestra seguridad en Dios a partir de una profunda confianza en el Señor, pues nadie, espontáneamente, deja lo seguro por lo incierto.

Todas las personas, en un momento dado de su vida, han escuchado esa llamada que escuchó Abrahán a dejar lo que les da seguridad y caminar a la conquista de lo que el Señor les propone. Por eso la figura de Abrahán se nos propone hoy como modelo de docilidad a la voz de Dios (Primera Lectura). Pablo en la (Segunda Lectura), Dios, por medio de Pablo dirige la llamada a Timoteo y le invita a “tomar parte” en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé” (2Tim. 1,8b). El Evangelio nos dice que Jesús llama a tres de los apóstoles y los invita a ”tomar parte” en la Transfiguración; pero luego los llama a descender del monte y a “tomar parte” también en su camino hacia Jerusalén donde tendrá lugar su Pasión.

A este respecto nos dice el Documento de APARECIDA: “Como hijos obedientes a la voz del Padre, queremos escuchar a Jesús (cfr. Lc.9, 35) porque El es el único Maestro (cfr. Mt. 23,8). Como Discípulos suyos sabemos que sus palabras son Espíritu y Vida (cfr. Jn. 6,63.68).” (Documento de Aparecida, n°103). Y añade: “Encontramos a Jesús en la Sagrada Escritura, leída en la Iglesia. Esta “Sagrada Escritura … es, con la Tradición, fuente de vida para la Iglesia y alma de su acción evangelizadora. Desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo y renunciar a anunciarlo. De aquí la invitación de Benedicto XVI: “...hay que educar al pueblo en la lectura y meditación de la Palabra: que ella se convierta en su alimento para que, por propia experiencia, vea que las palabras de Jesús son espíritu y vida (cfr. Jn.6,63). Hemos de fundamentar toda nuestra vida en la roca de la Palabra de Dios” (Aparecida, n° 247)

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