CA - 4DO - 2008 (Bernardo)
Bernardo Navarro
En los domingos anteriores, las lecturas han tratado de facilitamos una clave de interpretación de Jesús y su misión. Se nos dijo que este Jesús, que hoy nos habla, es el Hijo Amado del Padre. Jesús, por su parte, empezó a actuar mediante milagros (signos) y palabras (enseñanzas) para mostrar que él era el enviado de Dios, como lo había proclamado el padre en el Bautismo.
El Evangelio de hoy nos presenta el “programa” de las enseñanzas que Jesús nos trae de parte de Dios. Con este programa se inicia una amplia catequesis sobre qué significa creer en Jesús que se irá desarrollando domingo tras domingo hasta el próximo Adviento. Las Bienaventuranzas son ese “programa”, “la nueva ley” del creyente. En ellas, Jesús, como nuevo Moisés, como nuevo legislador, nos ofrece el camino de la salvación, camino que rompe con todos los esquemas que los humanos tenemos de la búsqueda de la felicidad.
Las Bienaventuranzas ofrecen una síntesis de vida cristiana. Nos invitan a revisar nuestra jerarquía de valores, nos ayudan a comprender la relatividad de todo lo creado, la relatividad de los bienes materiales, la relatividad e incongruencia de la búsqueda de la felicidad en el tener y en el poder, la relatividad de los sufrimientos de esta vida.
El mensaje de las Bienaventuranzas invita al cristiano a descubrir que debe hacer en su vida una inversión de los valores y métodos que “el mundo” consagra como válidos para alcanzar la felicidad.
El concilio Vaticano II dice, cuando habla de los Religiosos: “los Religiosos, en virtud de su estado, proporcionan un preclaro e inestimable testimonio de que el mundo no puede ser transformado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las Bienaventuranzas” (LG.3 1, b). Y al hablar del resto de los cristianos dice, por un lado que están llamados a la santidad (LG. 5) cada uno según su propio estado y, por otro, que “hagan manifiesto a Cristo ante los demás, primordialmente mediante el testimonio de su vida, por la irradiación de la fe, la esperanza y la caridad” (LG. 3 1, b)
Y el Papa Benedicto XVI, en su libro titulado “Jesús de Nazareth”, al hablar de las Bienaventuranzas dice: “Referidas a la comunidad de los discípulos de Jesús, las Bienaventuranzas son una paradoja: (en ellas) se invierten los criterios del mundo, las cosas se ven en la perspectiva correcta, esto es, desde la escala de valores de Dios, que es distinta de la del mundo. Precisamente los que, según los criterios del mundo, son considerados pobres y perdidos son los realmente felices, los bendecidos, y pueden alegrarse y regocijarse, no obstante todos sus sufrimientos. Las Bienaventuranzas son promesas en las que resplandece la nueva imagen del mundo y del hombre que Jesús inaugura, y en las que se invierten los valores, ya que cuando el (cristiano) camina con Jesús, entonces vive con nuevos criterios.., con Jesús entra la alegría en la tribulación”. (p.99).
En la Primera Lectura, el profeta Sofonías dice: “Buscad al Señor, tomad conciencia de vuestra debilidad y vuestra fragilidad, de vuestra pobreza y buscad al Señor, cumplid sus mandamientos”, preparando así nuestro a mente para escuchar las Bienaventuranzas.
San Pablo en la Segunda lectura, dice a los corintios: que en su comunidad no abundan los sabios ni los poderosos, según el mundo. Y esto porque no se puede profundizar en el mensaje de Jesús sin humildad, sin reconocer nuestra pobreza personal y sin el deseo de ser pobres ante Dios.
En los domingos anteriores, las lecturas han tratado de facilitamos una clave de interpretación de Jesús y su misión. Se nos dijo que este Jesús, que hoy nos habla, es el Hijo Amado del Padre. Jesús, por su parte, empezó a actuar mediante milagros (signos) y palabras (enseñanzas) para mostrar que él era el enviado de Dios, como lo había proclamado el padre en el Bautismo.
El Evangelio de hoy nos presenta el “programa” de las enseñanzas que Jesús nos trae de parte de Dios. Con este programa se inicia una amplia catequesis sobre qué significa creer en Jesús que se irá desarrollando domingo tras domingo hasta el próximo Adviento. Las Bienaventuranzas son ese “programa”, “la nueva ley” del creyente. En ellas, Jesús, como nuevo Moisés, como nuevo legislador, nos ofrece el camino de la salvación, camino que rompe con todos los esquemas que los humanos tenemos de la búsqueda de la felicidad.
Las Bienaventuranzas ofrecen una síntesis de vida cristiana. Nos invitan a revisar nuestra jerarquía de valores, nos ayudan a comprender la relatividad de todo lo creado, la relatividad de los bienes materiales, la relatividad e incongruencia de la búsqueda de la felicidad en el tener y en el poder, la relatividad de los sufrimientos de esta vida.
El mensaje de las Bienaventuranzas invita al cristiano a descubrir que debe hacer en su vida una inversión de los valores y métodos que “el mundo” consagra como válidos para alcanzar la felicidad.
El concilio Vaticano II dice, cuando habla de los Religiosos: “los Religiosos, en virtud de su estado, proporcionan un preclaro e inestimable testimonio de que el mundo no puede ser transformado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las Bienaventuranzas” (LG.3 1, b). Y al hablar del resto de los cristianos dice, por un lado que están llamados a la santidad (LG. 5) cada uno según su propio estado y, por otro, que “hagan manifiesto a Cristo ante los demás, primordialmente mediante el testimonio de su vida, por la irradiación de la fe, la esperanza y la caridad” (LG. 3 1, b)
Y el Papa Benedicto XVI, en su libro titulado “Jesús de Nazareth”, al hablar de las Bienaventuranzas dice: “Referidas a la comunidad de los discípulos de Jesús, las Bienaventuranzas son una paradoja: (en ellas) se invierten los criterios del mundo, las cosas se ven en la perspectiva correcta, esto es, desde la escala de valores de Dios, que es distinta de la del mundo. Precisamente los que, según los criterios del mundo, son considerados pobres y perdidos son los realmente felices, los bendecidos, y pueden alegrarse y regocijarse, no obstante todos sus sufrimientos. Las Bienaventuranzas son promesas en las que resplandece la nueva imagen del mundo y del hombre que Jesús inaugura, y en las que se invierten los valores, ya que cuando el (cristiano) camina con Jesús, entonces vive con nuevos criterios.., con Jesús entra la alegría en la tribulación”. (p.99).
En la Primera Lectura, el profeta Sofonías dice: “Buscad al Señor, tomad conciencia de vuestra debilidad y vuestra fragilidad, de vuestra pobreza y buscad al Señor, cumplid sus mandamientos”, preparando así nuestro a mente para escuchar las Bienaventuranzas.
San Pablo en la Segunda lectura, dice a los corintios: que en su comunidad no abundan los sabios ni los poderosos, según el mundo. Y esto porque no se puede profundizar en el mensaje de Jesús sin humildad, sin reconocer nuestra pobreza personal y sin el deseo de ser pobres ante Dios.
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