Monday, November 29, 2010

34DO.II,C - Cristo Rey - 2010 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

La fiesta de Jesucristo, rey del universo, corona el recorrido de la vida del Señor. La lectura evangélica de hoy enmarca la realeza de Cristo en el contexto de su muerte salvadora. Jesús reina desde el trono de la cruz. Todo esto suscita una pregunta inquietante: ¿Qué clase de soberanía es la de Cristo, si se afirma en situación tan humillante para Él?

Mientras Jesús muere en la cruz, el pueblo mira en silencio y las autoridades judías con los soldados romanos hacen mofa sarcástica de Él.

Jesús se declaró rey tan sólo una vez en su vida: ante el tribunal de Pilatos. Pero dejó bien claro que su reino no es como los de este mundo. Cristo aparece en su pasión como un rey en quien todo es antinomia y paradoja. Su trono, la cruz; su corona, de espinas; su cetro, una caña; su púrpura, un manto raído; sus armas, la justicia y la verdad; su ley constitucional, el amor; su fuerza y poder, la debilidad. Para él reinar es servir. Por eso jamás cedió a la tentación del mesianismo triunfalista, aunque en ello le fue la vida.

La fuerza de la debilidad: La tentación que se le sugiere a Cristo en el momento cumbre de su misión, es la fuerza y el poder de un reino político. Pero también ha sido y es la tentación de la comunidad cristiana, desde los tiempos de Constantino el Grande hasta hoy. Utilizar el poder temporal o "brazo secular" para implantar en la tierra el reino de Dios con los métodos humanos es olvidar el ejemplo de Jesús y sus palabras. En la historia del cristianismo se repitió el malentendido cada vez que la Iglesia y los cristianos quisieron dominar con poder temporal y sacralizaron imperios terrenos.

La festividad de Cristo Rey nos enseña una lección que hemos de aprender bien: La flaqueza y la debilidad de la cruz de Cristo son la fuerza y el poder de Dios, lo único que salva y realiza el reinado de Dios en el mundo de los hombres, donde queda tanto por hacer. Como avisaba san Pablo, el mundo nunca ha entendido ni puede entender la paradoja -escándalo para unos, necedad para otros- de un rey cuyo trono es una cruz; pero la fe y la amistad, el testimonio y el anuncio de Cristo crucificado es para el seguidor de Jesús fuerza liberadora y sabiduría superior de Dios.

Unamos nuestra oración a todos los que siguen en la tarea del Reino de Dios, con la cruz del Señor como nuestra mayor fuerza.

Un abrazo,
Francesc Mulet

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