Tuesday, December 30, 2008

3DA,B - 2008 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

Como Juan, testigos de alegría y esperanza.

Las encuestas actuales arrojan elevados porcentajes de desencanto y desilusión entre jóvenes y adultos ante la sociedad en que vivimos, la gestión política y administrativa, la situación económica y cívica: elevación de vida, desempleo, amenaza nuclear, violencia, terrorismo, inseguridad ciudadana, discriminación social, ruptura familiar y conyugal, droga, alcoholismo, hambre incluso.

Todo este desencanto crea tristeza, depresión, malestar, pesadumbre, ansiedad y angustia; es decir, los polos opuestos a la alegría de vivir. El ser humano moderno que ha centrado toda su felicidad egoísta en triunfar, tener y gastar, es víctima de su propio invento: la sociedad de bienestar y consumo.

Quizá las personas del tiempo del Bautista no eran tampoco más felices que nosotros. Como entonces, hay también en nuestro mundo una sorda espera, una confusa expectativa que sólo necesita al testigo que le muestre el motivo y fundamento de una esperanza segura: Cristo Jesús. Él viene a "vendar los corazones desgarrados" (1ª lect.). Él es el don del Espíritu, el carisma de la alegría en este Adviento a breve distancia ya de la Navidad. Saber que "aguardamos la alegre esperanza: la aparición gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo" (Tit 2,13), es motivo de optimismo esperanzado para cada uno de nosotros y para la comunidad humana y cristiana en que vivimos. Por eso nos recomienda san Pablo en la segunda lectura: “Estad siempre alegres y no dejéis apagar las chispas del Espíritu”

Mi estancia entre los hermanos de la República Dominicana, en Santo Domingo y La Romana, su vida, su tarea me han conmovido, desde aquí os escribo ahora. El testimonio de la alegría cristiana es necesario, hoy más que nunca, en nuestra sociedad con crisis de valores. Lo único que puede vencer la insatisfacción profunda del ser humano actual es un testimonio personal y comunitario de alegría y esperanza consoladora, fundado en la fe en Cristo liberador, vivo y presente entre las personas que sufren por cualquier motivo. Porque ese testimonio no puede menos de impactar y producir la pregunta: ¿Qué secreta esperanza alegra la vida de esta persona o de este grupo de creyentes? El testigo es siempre un interrogante para los demás, hasta el punto que la vida resultaría absurda si Dios no existe.

Reza por esta gente de América, por los hermanos de aquí para que no se cansen en el anuncio del evangelio.

Buen Adviento.

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