Wednesday, November 12, 2008

32DO,A - 2008 (Mulet)

Francesc Mulet

Templo, altar, ofrendas y ritos no valen por sí solos para rendir culto a Dios. Para un culto vivo cuenta más el factor humano, es decir, la fe del creyente y de la comunidad, que son el templo vivo de Dios, como repite san Pablo en numerosos pasajes. Sin despreciar la exterioridad de las formas litúrgicas, hay que dar no obstante la primacía al espíritu, a la fe y al corazón; y transvasar el culto a la vida y la vida al culto, asumiendo la dimensión religiosa -es decir, orientada a Dios- de toda nuestra existencia personal, social y política, aun manteniendo su carácter secular autónomo.

Hay quienes identifican religión con práctica cultual semanal o incluso diaria, o bien ocasional tan sólo (bautizo, primera comunión, boda y funeral). Otros cifran su fe y religiosidad en llevar encima o tener consigo o en casa objetos piadosos. Otros, finalmente, se creen ya religiosos por tener sentimientos ancestrales de respeto a lo sagrado, o conocimientos de religión. Todo esto tiene evidentemente una relación directa con la religiosidad, pero no constituye la religión en su raíz, según Jesús.

El culto verdadero, la auténtica religión, es una respuesta de fe a la revelación de Dios y tiene dos direcciones o movimientos que se interseccionan: Uno vertical que va de Dios al hombre y viceversa (revelación/fe); y otro horizontal que va del creyente y de la comunidad a los demás hombres, a la vida, a las realidades mundanas, conectando todo intencionalmente con la línea vertical.

Por eso, el culto completo, en espíritu y verdad, es la religión de la vida entera, vivida en fidelidad a la voluntad de Dios y en solidaridad fraterna con los demás, especialmente con nuestros hermanos más débiles y necesitados. Al salir del templo cada domingo, o cada día, es cuando palpamos la verdad o mentira de nuestro culto y religión.

Terminando ya el año litúrgico, seguimos con las celebraciones particulares, como esta de la Basílica de Letrán.

Adelante en el trabajo y en la vida de cada día.
Oremos unos por otros.
Un abrazo fraterno,
Francesc Mulet

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