10DO,A - 2008 (Pagola)
Mateo 9, 9 – 13
LO PRIMERO, LA MISERICORDIA
José Antonio Pagola
La escena es insólita. Para los sectores más religiosos de Israel, un escándalo inadmisible. Jesús está en casa de Mateo, sentado a la mesa con los suyos. Pero no están solos. «Muchos publicanos y pecadores» acuden al banquete y «se sientan con Jesús y sus discípulos». Jesús queda sumergido en un ambiente de «pecadores». El relato señala que son «muchos». Todos se sientan a la misma mesa, entremezclados con sus discípulos.
La acusación de los sectores más religiosos es inmediata. ¿Por qué actúa Jesús de manera tan escandalosa? Los «pecadores» son gente indeseable y despreciada, causa de los males que sufre el pueblo elegido. Lo mejor es excluir a los que no viven de acuerdo con la Alianza, por ejemplo, el grupo de los «recaudadores» o de las «prostitutas». ¿Cómo se permite un hombre de Dios acogerlos de forma tan amistosa?
Jesús no hace caso de las críticas. Todos están invitados a su mesa porque Dios es de todos, también de los excluidos por la religión. Estas comidas representan su gran proyecto de un Dios que ofrece a todos su salvación: su misericordia de Padre no puede ser medida ni explicada por los hombres de la religión.
Jesús responde a las acusaciones descubriendo la hondura de su actuación. En primer lugar, su manera de mirar a quienes, por razones diferentes, no viven a la altura moral de quienes actúan conforme a lo prescrito. Los ve como «enfermos». Más «víctimas» que «culpables». Más necesitados de ayuda que de condena. Así es la mirada de Jesús.
En segundo lugar, su modo de acogerlos. «No necesitan de médico los sanos, sino los enfermos». Lo primero que necesitan no es un maestro de la ley que los juzgue, sino un médico amigo que los ayude a curarse. Así se veía a sí mismo: no como un juez que dicta sentencias, sino como un médico que viene a buscar y salvar a quienes se encuentran «perdidos».
Este comportamiento no es la actuación simpática de un profeta bueno. Aquí se nos está revelando cómo es Dios. Por eso dice Jesús: Dejaos de acusaciones y «aprended» en mi actuación lo que significan las palabras de Oseas: Dios quiere misericordia antes que ofrendas y culto.
Si no aprendemos de Jesús que lo primero para Dios es siempre la «misericordia», nos falta algo esencial para ser sus discípulos. Una Iglesia sin misericordia es una Iglesia que no camina tras los pasos de Jesús.
Gentileza Martintxo Gondra
LO PRIMERO, LA MISERICORDIA
José Antonio Pagola
La escena es insólita. Para los sectores más religiosos de Israel, un escándalo inadmisible. Jesús está en casa de Mateo, sentado a la mesa con los suyos. Pero no están solos. «Muchos publicanos y pecadores» acuden al banquete y «se sientan con Jesús y sus discípulos». Jesús queda sumergido en un ambiente de «pecadores». El relato señala que son «muchos». Todos se sientan a la misma mesa, entremezclados con sus discípulos.
La acusación de los sectores más religiosos es inmediata. ¿Por qué actúa Jesús de manera tan escandalosa? Los «pecadores» son gente indeseable y despreciada, causa de los males que sufre el pueblo elegido. Lo mejor es excluir a los que no viven de acuerdo con la Alianza, por ejemplo, el grupo de los «recaudadores» o de las «prostitutas». ¿Cómo se permite un hombre de Dios acogerlos de forma tan amistosa?
Jesús no hace caso de las críticas. Todos están invitados a su mesa porque Dios es de todos, también de los excluidos por la religión. Estas comidas representan su gran proyecto de un Dios que ofrece a todos su salvación: su misericordia de Padre no puede ser medida ni explicada por los hombres de la religión.
Jesús responde a las acusaciones descubriendo la hondura de su actuación. En primer lugar, su manera de mirar a quienes, por razones diferentes, no viven a la altura moral de quienes actúan conforme a lo prescrito. Los ve como «enfermos». Más «víctimas» que «culpables». Más necesitados de ayuda que de condena. Así es la mirada de Jesús.
En segundo lugar, su modo de acogerlos. «No necesitan de médico los sanos, sino los enfermos». Lo primero que necesitan no es un maestro de la ley que los juzgue, sino un médico amigo que los ayude a curarse. Así se veía a sí mismo: no como un juez que dicta sentencias, sino como un médico que viene a buscar y salvar a quienes se encuentran «perdidos».
Este comportamiento no es la actuación simpática de un profeta bueno. Aquí se nos está revelando cómo es Dios. Por eso dice Jesús: Dejaos de acusaciones y «aprended» en mi actuación lo que significan las palabras de Oseas: Dios quiere misericordia antes que ofrendas y culto.
Si no aprendemos de Jesús que lo primero para Dios es siempre la «misericordia», nos falta algo esencial para ser sus discípulos. Una Iglesia sin misericordia es una Iglesia que no camina tras los pasos de Jesús.
Gentileza Martintxo Gondra
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