Friday, December 08, 2006

CC - TAdviento - D2 (EduardoA)

1ª lectura Baruc 5,1-9
2ª lectura Filipenses 1, 4-6.8-11
3ª lectura Lucas 3, 1-6


Nos encontramos en este tiempo de preparación, de cuatro escasas semanas, del adviento o advenimiento: "alguien" que viene, "alguien", que está viniendo. Y ¿qué pretendemos con este tiempo de preparación? Pues intentar este año cristiano entrar un poco más y entender un poco mejor este primer misterio de la vida cristiana: el misterio o gran tesoro de la ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS; es decir, que Dios se quiere hacer hombre para que el hombre, la HUMANIDAD perdonada, curada, restablecida, redimida y SALVADA por Jesucristo, aprenda a vivir esa otra NUEVA VIDA, que la DIVINIZA de manera esplendorosa y que Jesús con su ENCARNACIÓN la ha otorgado y regalado, mediando su pasión, muerte y resurrección.

Jesús está llegando. Un año más, para que todos hagamos una mejor experiencia de su llegada y le recibamos bien, y mejor que el año pasado. Y realicemos así un mejor ensayo para que cuando venga este Jesús, Hijo de Dios, con todo su poder y majestad al final de tu vida, en tu muerte y con tu muerte y también, al final de los tiempos, puedas ya, no ensayar, sino vivir ante Él y con Él tu vida divinizada y que Él mismo pueda reconocerte, por lo bien que lo haces y por lo bien que lo vives como hijo de Dios y no como corifeo de Satanás, el mentiroso y tramposo.

  • El domingo pasado comenzó la Iglesia, como buena maestra, a damos un programa con cuatro puntos para comenzar y vivir este tiempo de preparación de ese "alguien" que va a venir, de ese "alguien" que está viniendo para sacamos de la desesperanza y de los desastres y angustias de nuestra vida terrestre.

  • Recordemos el conjunto de esos cuatro puntos, que constituyen el programa de acción del adviento.

    1. 1. Tenemos que estar siempre despiertos, es decir, VIGILAR. ¿Para qué? Para pedir fuerzas, se nos dijo. Lo que supone que si debemos estar siempre despiertos, habrá que orar día v noche, pidiendo la gracia de Dios, su fuerza.

    2. 2. Y ¿por qué debemos pedir esa gracia, esa fuerza? Para escapar de todo lo que está por venir. Y lo que está por venir y te puede hacer fracasar, si no sabes elegir bien el camino de tu vida, es que se embote la mente v el corazón por el vicio, los placeres desmedidos y el ansia de dinero. Y entonces no te puedas mantener de pie ante el Hijo del Hombre, cuando vuelva de manera definitiva a juzgar a vivos y a muertos y que no te reconozca.

  • En resumen, pues, VIGILAR y ORAR. ¿Has cuidado más esta semana tu oración? ¿Has rezado más y sobre todo mejor, sin correr, sin precipitar el rezo, escuchando y uniéndote a la comunidad en el ritmo del rezo y no yendo tú por delante, como trompetín de enganche de tropa? ¿Has leído algún libro piadoso o religioso, sobre todo la Biblia o los Evangelios y has dedicado unos minutos ha pensar en lo que has leído? VIGILAR y ORAR. Esta es la consigna de la primera semana y para todo el adviento; yo te diría para toda la vida.


En este segundo domingo y para toda la semana se nos llena de esperanza, a pesar de que la evidencia de la vida apaga muy mucho la lámpara de la esperanza: "Imposible, pensamos, alcanzar lo que nos prometen". Y es que para esperar hay que estar vacíos, ser pobres, porque solo así, podemos desear alcanzar lo que no tenemos. Si estamos llenos de dinero, de poder o de placeres, no podemos desear, ni esperar un mundo nuevo. Nos basta con el viejo que estamos experimentando y que estamos viviendo y ¡cómo!

El otro mundo, la otra vida, que, se nos anuncia y que está por experimentar, es siempre un riesgo, una aventura. ¿No es cierto que decimos, si tenemos espíritu cobarde y egoísta, que más vale un pájaro en mano, que ciento volando? Pues, bien, a pesar de todas estas actitudes negativas, se nos invita a una total y absoluta esperanza, pero mediante una absoluta y total conversión.

Se nos llena de esperanza ante nuestra situación de desaliento, de desánimo y de derrota, cuando nos miramos a nosotros y cuando miramos a nuestro alrededor.

Cuando nos miramos a nosotros mismos, porque vemos lo poco y lo lentamente que progresamos en nuestro propio dominio, y el de nuestras pasiones y de nuestras actitudes e intenciones inconfesables: envidias, mentiras, calumnias, trampas, engaños, deseos deshonestos y degradantes, injusticias y sobornos. En fin, que nos vemos hechos una calamidad y hasta nos da vergüenza miramos a la cara. Ese soy yo y casi no nos lo creemos, porque todo eso, en el fondo de nuestro ser, no lo queremos ni para nosotros ni para los demás y lo detestamos y condenamos, pero ahí nos sentimos amarrados y como presos y desterrados en ese mundo, que no es el de nuestro espíritu.

Y si miramos a nuestro alrededor, si cabe, es peor. El mundo de las estadísticas que de vez en cuando nos presentan los medios de comunicación, nos parecen imposibles: millones y no solo miles, de niños que mueren antes de nacer por el simple gozo desmedido e irresponsable del sexo salvaje, pero no humano; éste goce humano es un prodigio de Dios. Más millones aun, de niños que mueren de hambre en un año. Otros millones que están esclavos de trabajos forzados. Y más millones de niños y niñas y mujeres sometidas al imperio de la prostitución y de la degradación y de las enfermedades incurables que se contraen. Y no miremos el mundo de la droga y de los desastres que provoca en individuos, familias y en la misma sociedad. Da miedo. Y miramos para otra parte ¿verdad?.

No vale la pena seguir. En cambio debemos constatar cómo nos sentimos todos como exiliados, en un mundo que no es el nuestro, que no es el que nosotros queremos y soñamos. Nos pasa como a los judíos, exiliados y sin esperanza de volver a su mundo, a su país, a su patria, a su Jerusalén, ciudad santa.

Y a ellos y hoy a nosotros, nos abren las puertas a la esperanza, al decimos el profeta Baruc: "Jerusalén", que es como decir: "Humanidad" del tercer milenio, del siglo 21, "Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción y vístete las galas perpetuas de la gloria que Dios te da". Pero para sentirte lleno de esta esperanza, de esta alegría "tienes que envolverte en el manto de la justicia de Dio”.

Y continúa Baruc, profetizando: "Jerusalén, tus hijos, a pie se marcharon, conducidos por el enemigo, pero Dios te los traerá con gloria, como llevados en carroza real, allanados los montes y colinas y rellenados los barrancos para que todo Israel camine con seguridad en su retorno".

Y esto mismo, en este mismo lenguaje simbólico nos dice hoy Juan el Bautista: Llénate de esperanza a pesar de tu exilio y de tus males, angustias y tormentos, porque una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor para que todos vean, para que todos veamos la salvación de Dios.

Pero para ello hay que preparar el camino por donde está viniendo ese Señor-Salvador: "Allanad sus senderos; elévense los valles desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, y lo escabroso se iguale."

Es decir: vencer las montañas de tu soberbia y de tu orgullo con la humildad y el servicio. Luchar contra lo torcido de nuestras injusticias con la justicia y la caridad. Y lo escabroso de nuestras intenciones y deseos viles y deshonestos, con el respeto de la igualdad en los derechos humanos entre hombres y mujeres. En una palabra: recibir el bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Renovar, pues, las promesas de nuestro bautismo, como la mejor preparación para celebrar esta Eucaristía de este segundo domingo de adviento para dar un paso adelante.

AMEN.

Edu, escolapio

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