Wednesday, March 30, 2011

4DC.A - 2011 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

El ciego del Evangelio de hoy es figura de la humanidad privada de luz y de sentido. El ciego nos representa también a todos nosotros. El Evangelio de hoy es una buena oportunidad para recobrar la vista y hacernos testigos de la luz.

Se trata de un ciego de nacimiento. Este hombre no ha tenido nunca la experiencia de la vida, ni siquiera aspira a salir de su ceguera. Por eso, dice que Jesús, al ver a un hombre ciego de nacimiento, toma la iniciativa, mostrándole el designio de vida que Dios tiene sobre él, despertando así su anhelo de vida.

La curación del ciego provoca una perplejidad entre la gente que lo conoce. Algunos estiman que no puede ser la misma persona; otros en cambio, afirman que lo es. Por primera vez aparece que el ciego era un mendigo. Pedía limosna sentado; estaba inmóvil, impotente, dependiente de los demás. Jesús al darle la vista, le ha dado la movilidad, la independencia, la libertad y la Vida. Unos decían: "que era el mismo y otros, decían: no es él, pero se le parece”. La duda sobre la identidad del ciego, refleja la novedad que produce el Espíritu; siendo él mismo, es otro. Es la diferencia entre el hombre sin iniciativa, ni libertad y el hombre libre. El ciego decía: "soy yo". Estas palabras en boca del ciego reflejan la nueva identidad del hombre que se ha encontrado a sí mismo y ha encontrado la Vida. “Soy yo” decía el que había sido ciego. Es un acto de existencia, un acto de afirmación... es un testigo de la luz.

El ciego ha seguido un proceso desde las tinieblas a la luz de la fe en Jesús, que le habla, que está delante de él. El encontrarse de tú a tú con Él cambia nuestra situación, con Él salimos de la noche de la ceguera y pasamos a la claridad de su Presencia. La luz de Cristo traspasa la oscuridad de nuestros desalientos. En medio de las dificultades, de las cañadas oscuras, de los momentos de desesperación, Cristo nos toma de la mano y nos conduce a la luz. Necesitamos abrir de nuevo los ojos a Él, a Cristo, y decirle: “creo, Señor”. Ciertamente, que podemos quedar deslumbrados por muchos espejismos de la vida, pero en el fondo de nuestro corazón, el resplandor de la luz de Cristo, nos libera del sin sentido y nos permite vivir plenamente.

En medio de la cuaresma nos animamos para seguir las pasos del Señor Jesús, la luz de nuestra vida.

Buena semana tengas y adelante,

Francesc Mulet

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