Wednesday, September 29, 2010

26DO.II,C - 2010 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

La distinta suerte final de Epulón y de Lázaro no se debe exclusivamente a su condición sociológica, sino a sus actitudes personales.

La enseñanza, intención y finalidad de la parábola no es resaltar la escatología individual, aunque se indique al aceptar Jesús la creencia y lenguaje habituales del judaísmo, ni prometer una compensación a los pobres con un final feliz como opio barato para el pueblo, ni, menos todavía, invitar a los desheredados de la vida a una resignación esperanzada pero estoica, fatalista y alienante. No; se trata más bien de afirmar la peligrosidad de la riqueza porque fácilmente crea resistencia a la ley de Dios y sordera a su palabra.

La denuncia social del profeta Amós en la primera lectura viene a conectar con la vida de lujo y la desgraciada suerte final del rico Epulón. El profeta fustiga el sibaritismo de los habitantes de Samaria, capital del reino del Norte, Israel (hacia el año 750 a.C.). Pero su amenaza es tajante: "Se acabó la orgía de los disolutos".

El peligro que nos ronda al leer o escuchar la parábola evangélica de hoy es creer que va solamente por los ricos y los potentados del dinero y del poder. A ésos no pertenecemos nosotros, decimos. Pero no olvidemos que en la revelación bíblica pobreza y riqueza no son conceptos meramente cuantitativos, pesa también la actitud de apego o desapego de lo que uno tiene; esto es lo que nos hace ricos o pobres de espíritu ante Dios.

No hace falta ir al tercer mundo para encontrarnos a nuestro paso algún Lázaro que es más pobre que nosotros: familias humildes que pasan apuros, enfermos solos y ancianos abandonados, gente en paro laboral, madres solteras, alcohólicos y drogadictos que necesitan una mano amiga, etc. Cierto que no basta una limosna ni los esfuerzos aislados, y que la justicia y la caridad tienen una dimensión estructural y social. Es triste tener que llegar a situaciones críticas para suscitar la solidaridad.

La opción de la Iglesia por los pobres ha de traducirse a la práctica en nuestra vida, para avalar la autenticidad cristiana de nuestras familias, grupos, comunidades y eucaristías habituales.

Que tengas una buena semana y que reces por nosotros.

Un abrazo,
Francesc Mulet

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