24DO.II,C - 2010 (Mulet)
Francesc Mulet, escolapio
Las consignas de Jesús en el evangelio de hoy adquieren sentido pleno en el contexto de su camino hacia Jerusalén: Si alguno quiere venir conmigo y no pospone a sus familiares, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío.
La opción responsable y definitiva por Cristo y su evangelio es lo que especifica al cristiano, es decir, al discípulo de Cristo, haciéndolo diferente en sus criterios y conducta. Esto es lo que le caracteriza, y no la mera pertenencia socio-religiosa a la Iglesia. Cristiano y discípulo de Cristo son sinónimos. Los consejos evangélicos, los avisos y llamadas de Jesús son para todos. Seguir a Cristo como discípulo tiene un precio. Es lo que nos propone hoy Jesús: la entrega total y la plena disponibilidad ante Dios, primando el valor del seguimiento del reino de Dios por encima de todo afecto humano.
Frente a los caminos, sistemas y reglamentos de conducta, Cristo es el Camino; frente a las verdades, principios e ideologías, Cristo es la Verdad; frente a las promesas, formas, métodos y géneros de vida, Cristo es la Vida. Dicho en síntesis, Cristo es el camino que conduce a la verdad y a la vida, como afirmaron los santos Padres. Hacemos camino al andar, efectivamente, como dijo el poeta; pero sólo si caminamos con Jesús y los hermanos. Pues, no encontraremos al Señor sino en el prójimo, especialmente en el más humilde, conforme a sus mismas palabras: Lo que hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis (Mt 25,40).
Ser cristiano significa revestirse de Cristo y tener sus mismos sentimientos y actitudes en la vida y conducta. En el cristiano auténtico se advierte una visión de la vida, del hombre, del mundo y de los problemas humanos bajo una luz distinta; es su fe pascual. Se le nota una estabilidad anímica que vence la mezquindad y la desesperación, una paz que se sobrepone a las dificultades y al desaliento, una alegría que supera la tristeza y el mal humor. Todo eso es fruto de la esperanza cristiana. Y, sobre todo, lo más atrayente de su talante es la apertura a los demás, la aceptación indiscriminante, la servicialidad y el compartir con los demás -especialmente con el más humildes sus bienes, su tiempo y su persona.
Vuelvo a comenzar. Ahora más que nunca, oremos unos por otros.
Un abrazo,
Francesc Mulet
Las consignas de Jesús en el evangelio de hoy adquieren sentido pleno en el contexto de su camino hacia Jerusalén: Si alguno quiere venir conmigo y no pospone a sus familiares, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío.
La opción responsable y definitiva por Cristo y su evangelio es lo que especifica al cristiano, es decir, al discípulo de Cristo, haciéndolo diferente en sus criterios y conducta. Esto es lo que le caracteriza, y no la mera pertenencia socio-religiosa a la Iglesia. Cristiano y discípulo de Cristo son sinónimos. Los consejos evangélicos, los avisos y llamadas de Jesús son para todos. Seguir a Cristo como discípulo tiene un precio. Es lo que nos propone hoy Jesús: la entrega total y la plena disponibilidad ante Dios, primando el valor del seguimiento del reino de Dios por encima de todo afecto humano.
Frente a los caminos, sistemas y reglamentos de conducta, Cristo es el Camino; frente a las verdades, principios e ideologías, Cristo es la Verdad; frente a las promesas, formas, métodos y géneros de vida, Cristo es la Vida. Dicho en síntesis, Cristo es el camino que conduce a la verdad y a la vida, como afirmaron los santos Padres. Hacemos camino al andar, efectivamente, como dijo el poeta; pero sólo si caminamos con Jesús y los hermanos. Pues, no encontraremos al Señor sino en el prójimo, especialmente en el más humilde, conforme a sus mismas palabras: Lo que hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis (Mt 25,40).
Ser cristiano significa revestirse de Cristo y tener sus mismos sentimientos y actitudes en la vida y conducta. En el cristiano auténtico se advierte una visión de la vida, del hombre, del mundo y de los problemas humanos bajo una luz distinta; es su fe pascual. Se le nota una estabilidad anímica que vence la mezquindad y la desesperación, una paz que se sobrepone a las dificultades y al desaliento, una alegría que supera la tristeza y el mal humor. Todo eso es fruto de la esperanza cristiana. Y, sobre todo, lo más atrayente de su talante es la apertura a los demás, la aceptación indiscriminante, la servicialidad y el compartir con los demás -especialmente con el más humildes sus bienes, su tiempo y su persona.
Vuelvo a comenzar. Ahora más que nunca, oremos unos por otros.
Un abrazo,
Francesc Mulet
Labels: Ciclo C, Comentario, Domingo, Evangelio, Ordinario
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