Wednesday, September 29, 2010

24DO.II,C - 2010 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio
Las consignas de Jesús en el evangelio de hoy adquieren sentido pleno en el contexto de su camino hacia Jerusalén: Si alguno quiere venir conmigo y no pospone a sus familiares, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío.

La opción responsable y definitiva por Cristo y su evangelio es lo que especifica al cristiano, es decir, al discípulo de Cristo, haciéndolo diferente en sus criterios y conducta. Esto es lo que le caracteriza, y no la mera pertenencia socio-religiosa a la Iglesia. Cristiano y discípulo de Cristo son sinónimos. Los consejos evangélicos, los avisos y llamadas de Jesús son para todos. Seguir a Cristo como discípulo tiene un precio. Es lo que nos propone hoy Jesús: la entrega total y la plena disponibilidad ante Dios, primando el valor del seguimiento del reino de Dios por encima de todo afecto humano.

Frente a los caminos, sistemas y reglamentos de conducta, Cristo es el Camino; frente a las verdades, principios e ideologías, Cristo es la Verdad; frente a las promesas, formas, métodos y géneros de vida, Cristo es la Vida. Dicho en síntesis, Cristo es el camino que conduce a la verdad y a la vida, como afirmaron los santos Padres. Hacemos camino al andar, efectivamente, como dijo el poeta; pero sólo si caminamos con Jesús y los hermanos. Pues, no encontraremos al Señor sino en el prójimo, especialmente en el más humilde, conforme a sus mismas palabras: Lo que hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis (Mt 25,40).

Ser cristiano significa revestirse de Cristo y tener sus mismos sentimientos y actitudes en la vida y conducta. En el cristiano auténtico se advierte una visión de la vida, del hombre, del mundo y de los problemas humanos bajo una luz distinta; es su fe pascual. Se le nota una estabilidad anímica que vence la mezquindad y la desesperación, una paz que se sobrepone a las dificultades y al desaliento, una alegría que supera la tristeza y el mal humor. Todo eso es fruto de la esperanza cristiana. Y, sobre todo, lo más atrayente de su talante es la apertura a los demás, la aceptación indiscriminante, la servicialidad y el compartir con los demás -especialmente con el más humildes sus bienes, su tiempo y su persona.

Vuelvo a comenzar. Ahora más que nunca, oremos unos por otros.

Un abrazo,
Francesc Mulet

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