Wednesday, March 24, 2010

5DC.C - 2010 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio

Magnífica lección evangélica. Así rehabilita a la persona el perdón de Dios. Jesús no demuestra aquí una indulgencia especial para los pecados de la carne sino que, en un delicado equilibrio, absuelve al pecador.

Estamos siempre dispuestos para condenar a los demás. Aunque todos somos imperfectos, acusando a los demás como fiscales nos creemos inocentes. Nos parece lo más natural echar la culpa a los otros. Aquellos fariseos del evangelio no eran mucho peores que nosotros, que percibimos nítidamente la motita en el ojo del otro y no vemos la viga en el nuestro. Sin embargo, es un contrasentido clamoroso el constituirnos jueces de los demás. Eso es competencia exclusiva de Dios, el único que conoce íntegramente a la persona con sus condicionamientos sicológicos y sus limitaciones de la libertad, y por ende la responsabilidad y culpabilidad de cada uno.

Además de juzgar a los demás, todos, más o menos inconscientemente, tendemos a pensar que el mundo sería mejor y la sociedad más justa si cambiaran los demás, cuyos defectos bien conocemos, y se transformaran las leyes y estructuras sociales que impiden ser más humanos a las personas. Y así, como jueces improvisados, justificamos nuestro egoísmo visceral, nuestra apatía, nuestra comodidad y nuestra inacción.

Hoy es ocasión de preguntarnos en qué podemos mejorar una situación que lamentamos en torno nuestro: crisis matrimonial y familiar, divorcio y aborto, insolidaridad e inseguridad, droga y desempleo, crispación y violencia. A estas preguntas muchos contestan llanamente: nada. Sin embargo hay mucho que puede y debe cambiar en nuestra vida personal, en las relaciones personales, laborales y económicas, políticas y sociales.

Estamos al final de la cuaresma, enfilando ya la recta final hacia la Pascua. Aprovechemos la oportunidad de conversión y hagamos la experiencia del amor y misericordia de Dios.

Un abrazo cordial
Francesc Mulet

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