Wednesday, February 24, 2010

2DC,C - 2010 (Mulet)

Francesc Mulet, escolapio
En el evangelista Lucas, el contexto mediato que precede a la transfiguración del Señor es de crisis, el escándalo y desánimo que produce en el grupo de los apóstoles el anuncio que de su pasión y muerte les hace Jesús, así como las condiciones que les propone para seguirlo. Pero el relato de teofanía que es la transfiguración del Señor tiene un matiz peculiar y exclusivo en el tercer evangelio. Lucas sitúa la transfiguración de Jesús en un contexto inmediato de oración personal de Cristo. No es la huida de un derrotado, sino expresión de una necesidad vital para quien vivía en comunión constante con el Padre. En ese contacto personal con Dios sobreviene su transformación que hace brillar en su rostro y condición humana la gloria de su divinidad y su categoría de Hijo amado del Padre, presagiando la luz de su resurrección.

Es patente que hoy día hay crisis de oración entre los cristianos; además de rezar poco, se ora mal cuando se hace. Todo esto porque estamos materializados y porque nos creemos autosuficientes. También se dice que los que oran se desentienden del mundo y que, en cambio, los que quieren revolucionarlo no rezan. Eso explicaría la ineficacia de unos y de otros. Hemos de aprender el equilibrio y la unión entre la acción y la contemplación.

Necesitamos el contacto con Dios por la oración para responder satisfactoriamente a nuestra vocación cristiana y realizarnos como seguidores de Jesús, a quien demostramos haber escuchado en lo profundo de nuestro ser. No hay cristiano, no hay apóstol, no hay testigo, sin oración personal y comunitaria.

Este tiempo de cuaresma es apropiado para incrementar nuestra oración. A seguir adelante.

Abrazos,
Francesc Mulet

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