Wednesday, November 08, 2006

CB - TOrdinario - D32 (EduardoA)

CUIDAR VUESTRA ESPERANZA
CLAVE PARA ELVIVIR
HUMANO Y TRASCENDENTE

INTRODUCCIÓN

SOBRE LA ESPERANZA EN LA CATEQUESIS DE “LAS VIRTUDES TEOLOGALES”

Todas las religiones hablan del futuro y de lo que hay en él, de mil maneras y modalidades.

Todos los seres humanos sospechan, divagan, acarician, sueñan, imaginan, abrigan, vislumbran, ESPERAN en un “algo quimérico”, porque nadie lo ha podido experimentar científicamente. Y los que quieren hacer la experiencia ya no lo pueden contar.

Verdad es que el cúmulo de mis conocimientos no todos son “científicos”, experimentables, comprobables. Esos conocimientos no científicos exigen despertar en mí la CONFIANZA para poder seguir viviendo, caminando sin miedos, avanzado en mi vida y viviéndola con paz, gozo y alegría.

Nunca podré “saber con certeza” que mi amigo no me hará traición. Nunca podré saber si mi mujer me ha sido fiel. Necesito CONFIAR que me es fiel, porque, si no mi hogar, dulce hogar, se convierte en un infierno, el infierno de los celos, porque me falta la CONFIANZA , ya que no puedo ESPERAR con certeza que mi mujer me es fiel.

ESPERAR con CERTEZA ya no es ESPERANZA, es EVIDENCIA, es entrar en el campo de la ciencia.

Si con los conocimientos científicos hacemos progresar a la humanidad, sin ESPERANZA no se podría vivir en la sociedad, ni en la familia.

Espero que el comerciante me haya vendido un detergente y no nitroglicerina.

Espero que mi mujer no me haya puesto veneno en la comida. Espero que mi hijo no me mate mientras duermo y por eso no pongo el cerrojo en la puerta de mi dormitorio.

* Parafraseando a Santo Tomás de Aquino, pudiéramos decir con él, cuando habla de Dios: “Yo no sé si viene Pedro, aunque sé que es Pedro quien viene”.

* Y nosotros podemos decir, en definitiva: “YO NO SÉ SI HAY “ALGO” DESPUES DE LA MUERTE, AUNQUE YO SÉ QUE HAY “ALGO”.

* Hay que encender todos los días la llama de la ESPERANZA.

Es una “llama frágil, agonizante, que cualquier soplo, en cualquier instante, la puede apagar”.

La mayor amenaza para la Esperanza es la satisfacción por el presente magnificado, evadiéndose del futuro. Vivir y anclarse en el “hoy” es matar la Esperanza.

No es menos amenaza para la Esperanza volverse al pasado, renunciando al presente y olvidando el futuro. Uno es un muerto en vida, uno es un fósil para un museo arqueológico.

Y como broche de oro y que es lo que más convence, quiero recordar el final del cuento de Leonardo Boff, en su libro: “Hablemos de la otra vida (Apocalipsis)”

“Un hombre creía en la tierra de los justos y buenos. ¡Debe haber en este mundo de Dios una tierra de los justos y los buenos! ¿Por qué no habría de haberla?... se decía.

Después de su peregrinar, preguntando a todo tipo de sabios dónde se podía encontrar “la tierra de los justos y buenos”, al final, dijo al último sabio, que interpeló y que le decía:

«Todos mis libros son científicos y mis mapas están confeccionados con las técnicas más avanzadas, basados en fotografías hechas por los satélites artificiales. ¡La tierra de los justos y buenos no existe! ¡Es el sueño de un viejo caduco!».

El viejo de los ojos fijos se enfureció terriblemente:

«¿Qué dice? Llevo viviendo y esperando largo tiempo y siempre he creído en una tierra de los buenos y justos. Y ahora, según sus mapas, no existe ninguna. Todo quedaría en el sueño de un viejo caduco. ¡Esto es una burla!» Y volviéndose al sabio le dijo:

«Usted, charlatán insolente y prestidigitador barato, usted no es un sabio y su ciencia no es más que la elaboración de una cabeza desequilibrada».

Y le dio uno, dos, tres coscorrones en la cabeza; y luego otro y otro más, hasta siete. Después se fue para casa, se echó en cama y dijo:

«Ahora lo he entendido todo. Me voy a la tierra de los buenos y de los justos... ».

Y murió.



CATEQUESIS – HOMILÉTICA

1ª LECTURA Reyes 17, 10-16
2ª LECTURA Hebreos 9, 24-28
3ª LECTURA Marcos 12, 38-44

En estos tres domingos, Jesús nos ha hecho una gran catequesis o enseñanza para poder seguirle y ser de verdad de verdad, cristianos. Nos ha enseñado que el medio privilegiado para escuchar a Dios y hablar con Dios y así llegar a Dios, son esas tres fortalezas o fuerzas, que se nos han dado en germen cuando recibimos el sacramento del Bautismo: La fe, la esperanza y la caridad. Debemos, pues, profundizar estas enseñanzas para ir avanzando en nuestra madurez y transformación cristianas, so pena de quedarnos fosilizados y servir nada más, que como pieza de museo arqueológico.

En este tercer milenio el Papa insiste en que: "es hora de la nueva evangelización". Todo ha de mirar a que la Buena Noticia de Jesucristo llegue al corazón de las personas y transforme nuestro, mundo. Por ello todos los sacerdotes y párrocos deben profundizar y explicar sin prisas, al menos, estas catequesis de los domingos, que la Iglesia nos propone durante el año litúrgico, para que lleguen al corazón de las personas y hacer que dejen atrás un cristianismo de pobres costumbres religiosas y de tradiciones de familia, de tribu y de regionalismos.

Hemos de dejar hacer homilías como telegramas, que es propio del mundo del comercio y finanzas y escribir cartas de amor, que nunca se saben cuando acaban. Pero para ello hay que poner “corazón”, no dinero, tanto quien habla como el que escucha; como los novios.

El objetivo es lograr un cristianismo más auténtico, liberador y transformador de nuestras vidas en estos años. Pero, no basta solo la predicación bien preparada del sacerdote y si lo descuida, vosotros de manera educada se lo debéis recordar, sino también se necesita vuestra colaboración, trabajando vosotros, solos o en grupo, en vuestras casas o en las salas de la parroquia, esa la Palabra de Dios del domingo correspondiente, para que la homilía caiga en tierra ya algo preparada y sea como un eco en la homilía que escuchamos.

Vuestro trabajo, pues, consiste en leer y pensar al menos, el Evangelio, que estamos proclamando este año, que es el de San Marcos. Estamos en el capítulo 12. Claro, yo supongo que tenéis al menos, la Biblia en casa.

Si no fuera así preguntad a vuestro párroco cuál es la traducción que más os conviene, para comprarla cuanto antes.

Recordemos, pues, brevemente el contenido de esta triple catequesis de estos tres domingos sobre las virtudes teologales: la fe, la caridad y hoy sobre la esperanza.

Primero fe o confianza en la persona de Jesucristo y su Palabra, como la del ciego Bartimeo, que sin ver dio un salto en el vacío, con la confianza que llegaría hasta los pies de Jesús. Fue lo primero que vio en su vida: el rostro de Jesús y tanto le conoció, que su fe en Cristo y su confianza le hicieron seguirle, subiendo hacia Jerusalén, hacia la cruz del Gólgota, hacia el sacrificio y hacia la Pascua y la Resurrección.

Para querer y más adelante amar a una persona, antes hay que conocerla. ¿Lees la Biblia o al menos los Evangelios una vez a la semana para conocer más a Jesús, entrar un poco más en el misterio de su divinidad y de su humanidad y desarrollar de ese modo, esa fuerza que se te dio en el bautismo y que llamamos fe?.

Fe no es conocer simplemente cosas, eso es cultura. Fe es comprometerme con las cosas que sé y que conozco. La fe es, pues, una manera de vivir la vida, dándole un sentido. Por qué vivo, para que vivo, qué es vivir.

A medida que se conoce a una persona, se la desprecia cada vez más o cada vez se la quiere más y se la ama mejor. Si tu fe es grande y tu confianza crece, comenzarás a amar con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente con todo tu ser a la persona conocida. Y tu amor llegará a ser tan grande, que ya no será amor simplemente humano, sino amor divino, que llamamos "caridad".

Caridad es el amor que Dios nos tiene, que es un amor, es un darse sin esperar nada en retorno. Es un amar a fondo perdido y entonces seremos capaces de hacer realidad lo que Santa Teresa de Jesús decía, mirando a Cristo crucificado:

No me mueve, mi Dios, para quererte, - el cielo que me tienes prometido, - ni me mueve el infierno tan temido – para dejar por eso de ofenderte. - Tú me mueves, Señor, muéveme el verte - clavo en una cruz y escarnecido; - muéveme el ver tu cuerpo tan herido, -muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor y en tal manera, - que aunque no hubiera cielo, yo te amara - y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar, porque te quiera, - pues, aunque lo que espero no esperara, - lo mismo que te quiero te quisiera".

Es decir: te quiero, porque te quiero.

Este era el mandamiento primero, por el que le preguntaba a Jesús aquel escriba. Y le contestó, haciéndolo no solo primero, sino mandamiento mayor. Se puede ser primero y ser pequeño, enano. Este es Mandamiento MAYOR.

Esta es, pues, la fuerza de la caridad, que nos hace amar a Dios y todas las cosas de Dios, sus criaturas, empezando por la más querida por El: el hombre, el propio ser humano, nuestro prójimo; el que está cerca y también y sobre todo, al que nosotros nos acercamos, nos aproximamos, porque nos necesita. Ese es el verdadero prójimo o próximo, al que yo me aproximo, porque veo me necesita.

Naturalmente, este amor a Dios, nos hace esperar, que un día podremos alcanzarle; hacer realidad todos nuestros sueños e ilusiones, que el mismo Dios nos ha despertado: llegar a los esponsales del Cordero, como dice el libro del Apocalipsis.

Y hoy se nos hace la catequesis sobre la tercera fuerza, que nos ponen en comunicación y diálogo con Dios: la Esperanza.

Ya la primera lectura, tomada del 1er libro de los Reyes (17, 10-16) nos pone en situación de esperanza: Elías, muerto de sed y de hambre, pide a una viuda, pobre, pobrísima, a las puertas de la ciudad de Sarepta, que le dé un poco de agua y algo de pan. Solo tenía un bocado de pan para ella y su hijo y después esperar la muerte. Lo dio todo al profeta para que él no muriera! Ella se quedo solo con la esperanza, que Dios no la abandonaría, conforme a las palabras del mismo profeta Elías.

Jesús estaba sentado en un banco de piedra del templo de Jerusalén, en frente del arca de las limosnas y de las ofrendas. Observaba a la gente que iba echando dinero. Los ricos al echar sus monedas, sonaba un buen rato el agudo y armonioso sonido de sus piezas de oro y de plata. Se iban orgullosos y ufanos, dejando de trasfondo la música del sonoro metal plata y oro; a la vez, con la cabeza alta, se iban diciendo: qué bueno que soy, qué generoso! Cuánto me debe Dios. Dejaban algo de metal y se llenaban de orgullo.

Se acercó con sigilo, y hasta con algo de miedo y de vergüenza, una pobre viuda, toda ella vestida de negro y dejó caer dos piececitas de nada. Y al caer en el fondo del arca, tan llena de oro y plata, no se sitió ni el más leve sonido. Y discretamente iba dejando aquel lugar de su vergüenza.

Jesús llamó rápido la atención de sus discípulos y les dijo: "Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie, porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir".

Lección magistral para acabar esta catequesis sobre la fe, la caridad y la esperanza. Esta viuda, quería a Dios más que a todo, más que a su propia vida, por eso dio todo lo que le quedaba para vivir, porque esperó, que vaciando su corazón de las cosas, aun necesarias, Dios llenaría ese vació, que en su corazón había hecho. Se quedó sin cosas. Esperó y se llenó de Dios.

Mientras des solo el tiempo que te sobra, las monedas que te sobran y te molestan por su peso en el monedero, mientras des las sobras de todo lo de tu vida, no puedes esperar nada que pueda llenar ni tu vida, ni los amores de tu corazón. Podrás esperar que te toque la bonoloto, pero no podrás esperar, porque esperanza divina no tienes, que Dios llene tu corazón, para celebrar esas bodas eternas del cordero de Dios que quita el pecado y nos devuelve nuestra belleza y resplandor primeros.

Y que en esta Eucaristía intentemos dar un nuevo paso en esa experiencia excepcional, que esperamos se haga cada vez más pronto realidad, porque ya no serán mensajeros, sino que será el Señor el mismo para decirnos: te quiero.

Hoy con esperanza y nostalgia le decimos nos sane de nuestro amor herido:

¡Ay!, ¿quién podrá sanarme?

- Acaba de entregarte ya de vero;
- no quieras enviarme
- de hoy más, ya mensajero
- que no saben decirme lo que quiero!

Amen

Edu, escolapio

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