Tuesday, May 16, 2006

Pascua - 6º Domingo - B

Juan 15, 9 – 17
UNA ALEGRÍA DIFERENTE
José Antonio Pagola

Las primeras generaciones cristianas cuidaban mucho la alegría. Les parecía imposible vivir de otra manera. Las cartas de Pablo de Tarso que circulaban por las comunidades repetían una y otra vez la invitación a «estar alegres en el Señor». El evangelio de Juan pone en boca de Jesús estas palabras inolvidables: «Les he hablado... para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena».

¿Qué ha podido ocurrir para que la vida de los cristianos aparezca hoy ante muchos como algo triste, aburrido y penoso? ¿En qué hemos convertido la adhesión a Cristo resucitado? ¿Qué ha sido de esa alegría que Jesús contagiaba a sus seguidores? ¿Dónde está?

La alegría no es algo secundario en la vida de un cristiano. Es un rasgo característico. Una manera de estar en la vida: la única manera de seguir y de vivir a Jesús. Aunque nos parezca «normal», es realmente extraño «practicar» la religión cristiana, sin experimentar que Cristo es fuente de alegría vital.

Esta alegría del creyente no es fruto de un temperamento optimista. No es el resultado de un bienestar tranquilo. No hay que confundirlo con una vida sin problemas o conflictos. Lo sabemos todos: un cristiano experimenta la dureza de la vida con la misma crudeza y la misma fragilidad que cualquier otro ser humano.

El secreto de esta alegría está en otra parte: más allá de esa alegría que uno experimenta cuando «las cosas le van bien». Pablo de Tarso dice que es una «alegría en el Señor», que se vive estando enraizado en Jesús. Juan dice más: es la misma alegría de Jesús dentro de nosotros.

La alegría cristiana nace de la unión íntima con Jesucristo. Por eso no se manifiesta de ordinario en la euforia o el optimismo a todo trance, sino que se esconde humildemente en el fondo del alma creyente. Es una alegría que está en la raíz misma de nuestra vida, sostenida por la fe en Jesús.

Esta alegría no se vive de espaldas al sufrimiento que hay en el mundo, pues es la alegría del mismo Jesús dentro de nosotros. Al contrario, se convierte en principio de acción contra la tristeza. Pocas cosas haremos más grandes y evangélicas que aliviar el sufrimiento de las personas y contagiar alegría realista y esperanza.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home